Umbría

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Todas las mañanas le era difícil despertar, ni siquiera sabía porque dormía tanto tiempo pues dos o tres horas eran suficientes. Quizás era una vieja costumbre que nunca pudo dejar atrás, o quizás porque en sueños era la única forma de evadir su cruel destino. La muerte no era una opción, aunque era la salida más rápida sería una falta de respeto para todos aquellos que le querían.  
Hacía tanto tiempo que su historia había empezado, y aún así no mostraba señas de tener fin, estaba algo cansado pero la cruz de su pasado le daba la fuerza necesaria para seguir.  


En apariencia era un hombre normal, cabello negro, piel clara, ojos castaños, su complexión tampoco resaltaba mucho era delgado aunque ante los ojos de los demás fuera un poco atlético, su estatura alcanzaba 1.84 metros. Tenía un trabajo común, el cual era el de arqueólogo, solía realizar pequeños encargos y nunca había fallado ninguno  
A dónde fuera realizaba la misma rutina, salía a dar un paseo matutino, compraba algo de desayunar, volvía a su apartamento donde leía lo suficiente para intentar hallar una pista. No imaginaba que aquella mañana lluviosa su vida entraría en el capitulo más vertiginoso.  

—Buenos días señor, bienvenido a la Ciudad de México, esperemos nos acompañe durante un largo periodo. ¿Podría decirme a nombre de quién está la reservación?  
—Amadeus Kirchner Schumacher —Dijo el hombre de aparentemente no más de 30 años mientras sonreía. Llevaba consigo una enorme maleta además otras dos de menor tamaño.  Había llegado a México con el fin de investigar algunas des las ruinas prehispánicas más importantes del país, eso sin mencionar sus verdaderos motivos.  
—Mucho gusto señor Kirchner, mi nombre es Jesús Ortega, si tiene alguna duda o necesita alguna aclaración puede tratarla conmigo. Su habitación está en el tercer piso al final del pasillo, es la número 127, somos un hotel un tanto tradicional así que no contamos con servicio de Wi-fi. Pero no se preocupe, si necesita consultar algo puede hacerlo en el café Internet que está al final de la calle —El recepcionista era un hombre de avanzada edad, su cabello blanco parecía solo un algodón sobre puesto encima de su cabeza, sonreía tiernamente como si de un niño se tratara.  

Amadeus recogió sus maletas aún cuando la de gran tamaño parecía ser muy pesada él se la colgó en la espalda como si nada, el recepcionista quedó un tanto sorprendido, pero no dijo nada. El edificio era una construcción del siglo pasado, no tenía mucha iluminación, los muros se veían deteriorados por la humedad sin mencionar que había múltiples grietas en ellos por el paso del tiempo, en general era un pequeño hotel con no muchos cuartos en servicio, el lugar perfecto para que nadie pudiera molestar.  
Al llegar a su habitación Amadeus lanzó sus maletas en viejo sofá que estaba al costado de su cama. La habitación era bastante amplia, tenía una cama matrimonial, una pequeña mesa de cristal enfrente de ella, un baño que se tenía bastante polvo como si no hubiera sido utilizado en años. La iluminación de la habitación era un candelabro justo arriba de la sala, además de una lámpara colocada en un pequeño guarda ropa al costado derecho de la cama.  
A Amadeus le gustaban los lugares poco iluminados, de hecho le molestaba el exceso de luz por lo que evitaba salir durante largos períodos de tiempo bajo la luz del sol, pero si no le quedaba de otra utilizaba una sombrilla que lo ocultara de los rayos del sol. Generalmente vestía colores oscuros bajo el pretexto de que su pálida piel lucia mejor con tonos oscuros de ropa. En las maletas pequeñas traía la mayor parte de su ropa mientras que en la grande estaba su “material de trabajo”, justamente esa tarde tenía una reunión con un colega de su antiguo mentor para hablar sobre algunos antiguos códices que recientemente se habían encontrado en las excavaciones del templo mayor. Amadeus había estudiado en la universidad de Varsovia en Polonia su país natal, aunque no era la única universidad en la que había estado ni mucho menos la primer carrera que había estudiado.  
Al caer la tarde Amadeus salió al encuentro con el amigo de su mentor, su nombre era Arturo Lerma Luna quien se encargaba de dar clases en el instituto nacional de antropología además de realizar investigaciones sobre las edificaciones prehispánicas. La cita se había acordado a las 6 pm en la plaza central. Amadeus había recorrido muchos países pero está era su primera vez en México, pese a ello no le fue muy difícil encontrar el lugar, pues la gente del lugar muy amablemente le indico el camino, esto gracias a que Amadeus podía hablar fácilmente  con casi cualquier persona pues conocía más de 29 idiomas además de ser alguien extrovertido a pesar de tener una apariencia que a algunos les resultaba sombría.  


Para cuando Amadeus llegó el hombre ya lo esperaba.  


—Tu debes ser Amadeus, Iván me ha hablado maravillas de ti muchacho y si el fue tu mentor debes estar mejor preparado que nadie.  
—Mucho gusto profesor Lerma, y no es nada por lo que impresionarse.  
—Tranquilo muchacho no necesitas ser humilde conmigo, si Iván te envío personalmente es porque te conoce y sabe que tienes la capacidad para manejar esto —Arturo Lerma era un hombre de edad avanzada y aún así conservaba un buen aspecto físico, tenía un semblante serio pero a la vez emitía un aura pacifica lo que lo hacía parecer una persona fiable.  


Amadeus y el profesor Lerma se dirigieron a sala ubicada en la parte inferior de la zona arqueológica, una vez ahí dentro el profesor mostró unos códices que parecían ser muy antiguos, estaban muy desgastados y algunas partes eran casi ilegibles, aún con todo esto Amadeus supo que se trataba de esa pista que tanto ansiaba. Los códices mostraban la figura de una deidad prehispánica que sostenía en su mano una especie de corazón cubierto de sombras además de múltiples figuras y símbolos que lo rodeaban. La escena parecía hallarse en un antiguo centro  ceremonial prehispánico. Inmediatamente los ojos de Amadeus se tornaron llorosos, su color cambió por una especie de rojo escarlata, su piel se erizo totalmente, sin embargo tenía que ocultar todo ese cúmulo de sentimientos por lo que se limito a observar con delicadeza los códices.  



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En el texto hay: vampiros, fantasia magia, terror supenso

Editado: 04.08.2019

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