Llegaron al Emperador, había otros chicos, pero los cuatro eran los más distinguidos. Acfred se retira a su habitación. Aisha y Laia se toman su tiempo para acomodar las cosas en la alacena y hacer otros menesteres, Axel se dispone a hacer yoga. El Reverendo Jones los recibe, los ha ayudado siempre. Los ve como a sus hijos.
El camino de Dios es el más difícil, pero es el que más nos conviene. Siempre le pido que me muestre el camino, para seguir dando que recibir. Ser dulce como los apóstoles de Jesús, tener una consciencia crística, que me permita entender sus designios. He dedicado mi vida a ayudar a los necesitados desde hospitales hasta prisiones. Dios me salvo de la caída, de la peste destructora. No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo. Los inquilinos se mostraban displicentes con el Reverendo, era una gran persona. Poseía una voz que persuadía. Un talento natural para expresarse, nunca necesitaría de la violencia.
Era un hombre solitario, pero no toda su vida había sido así, habíase sido violento y llevado una vida libertina antes de su comunión con Jesús. Su extraña conexión con Él. Ni el mismo sabía de donde venía. Podíase ser un tocado de Dios. Pero era un hombre con pasiones, gustaba de Aisha. A veces la tomaba. El Reverendo no era un hombre feo, era sutilmente gracioso.
Nos encontramos a la señora Albert. Dice Laia
Esa mujer es un encanto. Pero tiene un carácter de los mil demonios, dice el Reverendo.
Acfred sale al encuentro.
Iré por los demás muchachos para la comida Reverendo.
Ve con Laia, ayúdale a terminar la misma.