Un amigo extraordinario

El nuevo compañero

YA reconociendo mejor mi salón, entré sintiéndome confiado, aunque la mirada de la señorita Francis me lo quitó inmediatamente. Tomé el asiento que ella me había indicado el día en el que llegué tarde, aunque noté algunos cambios. Mi banca estaba al lado de otra, en su asiento tenía un nombre pegado con cinta adhesiva que decía: “Manuel”. Traté de leer más, pero la voz de la maestra me impidió hacerlo:

–El día de hoy tendremos a un nuevo compañero, se llama Manuel. Por favor, háganlo sentir cómodo e incluido entre nosotros.

Me llené de emoción al reflexionar que la banca de aquel niño estaba junto a la mía. Nunca había tenido el honor de ver de cerca a un espécimen tan raro al que todo mundo conoce como “el nuevo” en la escuela. El rostro de Manuel se volvió pálido cuando me vio, al parecer no le había caído bien, pero toda hipótesis mía se rompió cuando la maestra llamó la atención de la clase aclarándose la garganta:

–¡Mrrr, mrrr! Clase, el día de hoy trabajarán en parejas con el que esté sentado al lado de ustedes. Harán una maqueta de tamaño mediano con todos los planetas del sistema solar, aquí les tengo todos los materiales que van a necesitar y recuerden que si no terminan el trabajo se lo tendrán que llevar a casa.

Manuel y yo nos volteamos a ver confundidos pues ninguno de los dos queríamos estar en la casa del otro.

–¿Qué tal si son caníbales y comen niños despistados que no se apuran a hacer su trabajo en clase? –Pensaba mientras me mordía las uñas solo de imaginarme siendo parte del menú principal.

La maestra nos pasó los materiales y en ese momento los dos nos pusimos a trabajar más rápido que cuando mi abuelo corre al ver la cuenta de un restaurante, pero pequeño detalle que nos faltó, no nos pusimos de acuerdo en qué planetas nos iban a tocar a cada uno y por consiguiente terminamos haciendo un sistema solar con dos lunas, dos soles y catorce planetas en total. Obviamente la maestra nos lo puso mal y nos vimos obligados a repetirlo en casa saliendo de la escuela.

–Propongo que lo hagamos en mi casa– Le dije a Manuel.

–E-e-está b-b-bien–Respondió para alivio mío y el de mis tripas.




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