Katalina era una mujer común de 20 años, que vivía en Nueva York, era morena, estatura media, ojos y cabello café, al verla nada especial la distinguía de los demás, vivía sola, su madre había muerto hacía un año, no tenía más familia, su padre desapareció antes que ella naciera, su progenitora nunca le ocultó esa situación, tal vez por eso era tan fría con todos.
Su madre había trabajado para pagarle sus estudios, eso volvió a la muchacha solitaria, solo pensaba en sacar el mayor provecho de los institutos donde fue, por suerte por sus notas pronto le dieron becas.
Ya cuando consiguió trabajo, era el blanco de las bromas de algunos compañeros de trabajo, pero no les hacía caso.
— ¿Vamos a tomar algo? — le propuso su vecino de escritorio, Peter.
— No, gracias — tomó su bolso, y se encamino al ascensor.
— Eres una cerebrito — dijo fuerte el hombre para que todos escucharán, de mi nadie se ríe pensó.
— No es necesario tener dos dedos de frente para saber que lo mejor es tenerte lejos.
— Maldita desgraciada, eres una arrogante.
— Solo tengo buen gusto, por eso no quiero nada contigo.
El otro siguió insultándola, pero ella no le hizo caso, se fue riendo suavemente. Al otro día cuando llegó todos estaban nerviosos en la oficina.
— ¿Qué pasó Mary? — preguntó Katalina a una de sus compañeras, lo más cercana a una amiga que tenía en ese lugar.
— Es Peter...
— Que hizo ese tipo ahora.
— Anoche llegó a su casa, y le dio un ataque al corazón. Nadie puede creer lo que le pasó.
— Sabes que era muy rabioso.
— ¿Vas a ir al velorio?
— No, no soy cínica.
Esa noche desde su cama, al mirar el cielo por la única ventana del lugar, reconoció para sí que a veces se sentía muy sola, como si una parte de ella le faltará. Su vida siguió así hasta que su empresa fue absorbida por una transnacional. Al otro día había muchos rumores en la oficina.
— Nadie conocía esa empresa.
— Dicen que el nuevo gerente es muy severo.
En ese momento llegó el ejecutivo, pasó medio día encerrado revisando antecedentes, luego de eso mando a buscar a la muchacha.
— Srta. Katalina Suda, un gusto — dijo el hombre serio, haciendo un gesto con la mano para que se sentará.
— El gusto es mío — respondió ella nerviosa, se sentó en el borde, lista para salir de allí apenas le dijeran que estaba despedida.
— Vi sus antecedentes, y converse con su supervisor, teniendo en cuenta eso he decidido... — despedirla pensó angustiada la joven — mandarla a hacer algunos cursos para que pueda ascender, nos interesa tener gente como usted en la empresa.
Por poco Katalina se cayó de la silla, todavía no podía procesar lo que le dijo, y las siguientes noticias fueron mejores para ella.
— Pagaremos el curso, y mientras este en este perfeccionamiento, se le pagará el sueldo, pero solo debe abocarse a estudiar. Pase por Recursos Humanos, tienen los papeles listos, deberá trabajar cinco años obligatoriamente, ya entiende, debemos asegurarnos que no se vaya a otra empresa luego.
— Entiendo, voy enseguida.
Katalina salió pálida, nunca pensó que algo así le pudiera pasar.
"¿Y si el tipo quiere algo más...? No... no insinuó nada, y si lo hace lo denunciaré por acoso, yo no me vendo por nada."
Desde entonces se dedicó solo a estudiar, al final del curso fue la primera de la clase.
Un año y medio después, ya era la Gerente del lugar, muchos rumoreaba que era la amante del nuevo encargado y que por eso la había preparado para tomar su puesto, pero ella no les hacía caso, tuvo la suerte que le dieron una oportunidad, y eso cambio su vida pensaba alegre, antes de los 25 tenía todo con lo que siempre soñó.
El segundo aniversario de la absorción recibió una invitación muy especial, para celebrar este acontecimiento iría a Europa, al hogar del dueño de la Corporación Internacional, el Sr. Vladimir Nemuritor.
Aunque Katalina ya había hecho viajes en avión, este se le hizo eterno, hasta que llegó a Rumania, allí la esperaba en el aeropuerto un chofer que la llevó a un bello castillo cerca de Brasov.
Ya a mediodía, en la puerta del lugar la estaba esperando el ayudante el organizador de todo, un hombre bajo, algo pasado de peso, con ojos azules.
— Un gusto Sr. Angajat, esto es como un sueño.
— Vaya a descansar, en la cena le presentaré al dueño de todo el conglomerado.
La habitación donde alojó era inmensa, en la hora acordada conoció a los gerentes de las otras empresas, eran 20 personas, aparte de Katalina, cuando apareció el Sr. Nemuritor, era delgado, con bigote, sus ojos oscuros muy penetrantes, se veía de edad media, con algunas canas en las sienes, y una gran presencia. Apenas lo vio la mujer se sintió como si viviera un dejavu, fue tan fuerte que estuvo a punto de desmayarse.
— ¿Se siente bien? — preguntó preocupado Angajat.
— Sí, disculpe, solo fue un mareo.
— Su puesto es este — quedó sentada al lado derecho del dueño del lugar, en la izquierda estaba quien la recibió.
A partir del siguiente día fueron reuniones tras reuniones, fueron días intensos, a Katalina le encantó, se sintió como en su hogar, le daba la sensación como si ya hubiera estado allí antes, al prepararse para irse estaba tristeza, hacía mucho no sentía esa calidez en ningún lugar.
Tres meses después volvió al lugar, el Sr. Nemuritor la invitó para analizar la expansión de la empresa donde Katalina era gerente, periódicamente la hacía ir a verlo con cualquier excusa, incluso para el cumpleaños de la mujer le mandó un anillo que se notaba era muy antiguo, desde ese momento la mujer empezó a tener sueños, siempre era ella con el dueño de la empresa, pero con ropa muy antigua, eran escenas preciosas al principio, para luego sentir angustia y miedo al ver siluetas negras cercándolos.