Un amor para el presidente

Capitulo 6

La primera impresión de Paula sobre el presidente, fue que era un hombre muy alto e imponente. Llevaba traje oscuro de impecable confección, camisa blanca y corbata de seda. Permanecía de pie, con un mechón de pelo oscuro sobre la frente y su boca sensual no sonreía; la miró con sus ojos profundos y grises y esperó a que ella dijera algo.

¿Se habían conocido antes? 

Ella no lo recordaba, aunque su voz...su voz había algo en su voz que se le hacía familiar. 

 Paula se incorporó deprisa y cuando el presidente le ofreció la mano, sintió un corrientazo que la dejó temblando de nerviosismo. 

El presidente retiró la mano rápidamente como si el solo contacto de la mujer lo quemará. 

—¿Presidente Kennedy? 

Paula se detuvo a un metro escaso de distancia al sentir la fuerza de la ira en esos ojos. 

—Ha llegado tarde —la interrumpió. 

«¿Tarde?, en serio me manda a secuestrar y se enoja porque he llegado tarde»

«¿De qué mundo es este cavernícola? »

—Lo lamento, señor presidente, mis secuestradores no me dijeron que debía estar a tiempo para mi propio hurto — la rubia miró su reloj con altivez —. Tal parece que he llegado a las doce y cuarto… debí levantarme más temprano y sus hombres debieron interceptarme con más rapidez… 

— Necesito un gen que está en su sangre y lo necesito lo más rápido posible. Mi equipo médico se reunirá con usted dentro de pocos minutos — procedió a informarle el presidente, interrumpiéndola y dándole la espalda. 

Paula, lo miró incrédula. 

— ¿Perdón?   — cuestionó confundida. 

— La información que se le ofrezca permanecerá confidencial. Negarse o compartir los asuntos que se debatan con usted, tendrán consecuencias graves —siguió comunicándole, ante la mirada atónica de la mujer, la cual no entendía nada.

A Paula le pareció que aquel hombre estaba acostumbrado a dar órdenes, las cuales jamás eran cuestionadas o refutadas por nadie. 

Arrogante y hermoso.  

— ¿Me entendió? — interrogó tomando en sus manos su iPad.  

— No—replicó dándole frente. 

— ¿Tiene algún problema auditivo?

— Supongo que habrán tratado de comunicarme algo, pero no ha logrado trasmitir su mensaje de manera... eficiente. 

— ¿Qué tan difícil es de explicar?, ¿necesita alguna vitamina para sus neuronas? — exclamó él con un tono sarcástico.

El enfado de Paula aumentó y respiró profundamente, pensando que no iba a permitir que ese hombre la perturbara. 

—Con todo el respeto, señor presidente—intentó sonreír amable, pero no lo logró —. Exijo que me deje en libertad, tengo una hija a la cual debo recoger. Por si no lo sabía detesto ser secuestrada.

 — Sólo ha sido una hora, no es motivo para que se inquiete —le dijo él consultando su reloj. 

—Como le he dicho, señor presidente. Tengo una hija a la cual recoger y una vida, la cual vivir —repitió con evidente esfuerzo para mantener la calma. 

— ¿Qué parte no ha entendido de la palabra: la necesito? 

— ¿Y qué parte de qué está usted violando mis derechos constitucionales al privarme de mi libertad, no ha entendido? — dijo ella con voz seria, sin bajarle la mirada. 

Luke, estaba atónito, nadie, ni siquiera sus amantes, se atrevían a desafiar sus palabras y mucho menos mirarlo con altivez. 

Paula quería mirarlo a detalle, pero no le era posible. El presidente la ponía nerviosa, gracias a Dios que las terapias y los golpes de la vida la habían ayudado a disimular sus emociones. 

— Entiendo que mis formas no han sido las más correctas, pero como comprenderá hay un asunto urgente y delicado el cual tratar — su tono de voz se suavizó por segundos, pero era evidente que aquel hombre era un prepotente. 

— Aún no entiendo el asunto, señor presidente. Una niña de tres años debe estar llorando esperando por su madre. 

— Te refieres a esa niña — señaló burlón hacia el rincón, donde una hermosa Sophie, dibujaba en una mesita color rosa. Su hija parecía bastante calmada, con unos audífonos de conejito, disfrutando de los colores, sin escuchar la conversación entre adultos. 

— He preferido permanecer callado aquí y observar como usted sigue parloteando acerca de una niña que está más que bien.

— ¡Joder, que ha secuestrado a mi hija también! 

— Por supuesto. 

Paula estaba furiosa y le detestó. Pensó que todo lo que se había dicho sobre él era merecido, porque era grosero, frío, sarcástico y odioso.

Estuvo a punto de replicar, pero fue interrumpida por Jamal, la asistente del presidente, quien entró a la sala junto a otros agentes de seguridad. 

—Di la orden que no dejaran que el presidente le explicara este asunto — dijo la mujer de origen hindú —. Ya saben que es como una piedra para darse a entender. 

— Puedo perfectamente explicarle la situación — gruñó molesto.

— Dar órdenes, exigir y demandar sin dar detalles no es una buena explicación, Luke — dijo ella ignorándolo para mirar a la maestra —.  Buenas tardes, señora Bichini — la saludó la mujer con una sonrisa —. Disculpe la mala educación de nuestro señor presidente.

— Al fin alguien que dice algo que me gusta aquí — le devolvió el saludo la maestra. 

— Señora Bichini, puede acompañarme, yo misma le explicaré el asunto que la ha traído hasta aquí — manifestó la mujer, ignorando la mirada acusadora de su jefe, el presidente.  

— Mi hija... —dijo mirando a Sophie quien seguia dibujando escuchando musica de ninos en sus audifonos de conejitos. 

— La niña está cuidada, el propio presidente se encargó que de que la niña estuviera cómoda y tranquila. Nadie quiere hacerle daño aquí, señora Bichini — le dijo la mujer —. Nuestro presidente puede ser una momia, pero es el mejor hombre que he conocido. 

Paula se puso roja de la vergüenza, al descubrir que la había escuchado cuando soltó aquello. 

Dios mío, había llamado al presidente de todo un país momia. La rubia de reojo miró al mandatario quien miraba su iPad, ignorando todo a su alrededor o al menos eso pensó ella. 




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