— ¿Tener un hijo con usted? — preguntó con la voz en un hilo.
Los ojos de Paula se posaron en el presidente, quién con toda intención deseaba ignorar el torbellino de sensaciones que se instaló en su pecho al escuchar de sus labios "tener un hijo con usted".
El presidente decidió ignorar esa pequeña parte de él, la cual estaría bastante encantada con hacerle un bebé aquella hermosa mujer.
«¡Estate quieto!», le dijo a su conciencia.
Era obvio que la pregunta de Paula estaba dirigida al mandatario, pero este no contestó nada.
— Sí, señora Bichini. Usted es nuestra una última esperanza para salvar un pequeño que ya ha sufrido bastante — dijo la hermosa doctora Rutherford con una sonrisa, acercándose a ella —. Sé que todo esto debe ser abrumante para usted, pero tanto nosotros como el presidente apelamos a su calidez de madre y pueda ayudarnos.
Las puertas del despacho se abrieron y la figura imponente de un hombre alto, rubio y de ojos azules abarcó toda la estancia con su mirada insolente.
— Esto no es una cuestión de preguntar, doctora Rutherford. La señora Bichini hará lo que se le dice, por mandato federal — vociferó con altanería el secretario de estado, sentándose junto al presidente saludando únicamente a este.
Maya Rutherford, suspiró, acostumbrada a lidiar con impertinentes sin educación como aquel.
— Le recuerdo, señor secretario, que usted está lidiando con seres humanos, no con robots — se quejó, volviendo a su asiento.
— Y yo le recuerdo que mi sobrino puede morir si nos seguimos andando con estupideces. Llevan dos años buscándole una cura, dos años donde cada día he visto a mi sobrino morir un poco más — su voz llena de autoridad resonaba por todo el lugar.
El hermano mayor del presidente y veterano del ejército, Matt Kennedy, no era de los hombres que pedían permiso con educación. Él demandaba y exigía. Como veterano de guerra había visto demasiada crueldad en el mundo y su corazón se había vuelto frío como un iceberg. Y cuando se trataba de su familia era sumamente celoso y posesivo.
— Señor secretario, hemos hecho todo lo científicamente posible para mantener con vida al infante.
— No me es suficiente, ni a Luke tampoco — dijo tocándole el hombro a su hermano, el presidente —. Lo que pasa es que Luke... digamos es más cortes que yo.
— Yo no me estoy negando — dijo en tono bastante claro, Paula.
La joven rubia hacía años que no se dejaba intimidar por la presencia en un hombre poderoso, ya que un tiempo atrás, un hombre poderoso, le destruyó la vida siendo una joven inocente.
Las terapias y el conocimiento obtenido en la universidad, habían forjado su carácter lleno de seguridad y valentía, además de que era madre de una niña y quería criarla confiada y segura de sí misma, para ello, ella debía ser el ejemplo.
Matt Kennedy rodó su mirada para mirar a Paula por primera vez.
— Supongo que usted es el vientre de alquiler — dijo prestándole atención, en tono aburrido.
La pediatra quiso tirarle un jarrón o alguna carpeta al imbécil aquel.
— Mi nombre es Paula Bichini y espero que no vuelva a referirse a mi persona como un vientre de alquiler.
— ¿Y entonces qué es?
Paula se preguntó lo mismo. Era obvio que ella no se negaría a traer un hijo al mundo para salvar al pequeño que en tan solo dos minutos se robó su corazón, pero tampoco permitiría que vieran su aporte, como una especie de experimento frío y sin alma.
Ella no sería ningún vientre de alquiler, ella sería la madre de ese bebé quien sería bendecido con el rol de salvarle la vida a su hermano.
— Soy la madre de su futuro sobrino, secretario Kennedy — musitó con seguridad.
Todos allí se quedaron sorprendidos, al notar que la mujer no era de las que se quedaban calladitas y aceptaban las condiciones.
Luke le sostuvo la mirada... con admiración.
— Creo que no le han explicado su rol, señora Bichini — dijo el rubio tomando la carpeta de la mano de unos de los galenos —. Según este documento que usted va a firmar. Usted es contratada por el departamento médico del gobierno de los Estados Unidos de América, para alquilar su vientre y así realizarse la concepción mediante inseminación artificial de un embrión destinado a la donación de la medula ósea para Liam Kennedy.
Paula se removió incómoda en su asiento.
— Una vez el embrión y la donante hayan cumplido su objetivo. La donante volverá a su vida civil, llena de privilegios y seguridad, hasta el final de sus días — procedió a informar. Los ojos de color verde de Paula se abrieron muy grandes, llenos de incredulidad —, mientras que el embrión quedará al cuidado y la crianza del padre, siempre y cuando él ...
— Acepto cualquier cosa menos eso — le desafió ella.
— ¿Está desafiando una orden federal? — cuestionó con arrogancia el militar.
— No, solo estoy dando mi opinión en esto.
— No tiene opción.
— Si la tengo, ya le dije que no me negaré. Pero estamos halando de la vida de un bebé...
— Le recuerdo que ese bebé aún no nace y para la ciencia es solo un embrión — insistió.
Luke quería intervenir y hacer callar a su hermano, pero estaba tan fascinado con la actitud tan inteligente y sagaz de Paula, que prefirió ver como ella misma se defendía, pero no contaba con que la joven lo cuestionaría directamente a él.
— ¿Esa es su intención, señor presidente? — le preguntó Paula directamente al mandatario —. ¿Su intención es traer al mundo a un niño para ser solo la cura de otro? ¿Qué pretende hacer cuando el niño cumpla su rol?
— Le recuerdo que no debería dirigirse así al presidente — la encaró el secretario de defensa.
Usualmente, las mujeres que había conocido escogían argumentos superficiales y siempre con el objetivo de ganar beneficios propios, en las discusiones, poniendo sus necesidades como prioridad, mientras que aquella desconocida, no abogaba por ella, lo hacía por un ser que aún ni existía.
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Editado: 09.01.2024