Un amor para el presidente

Capitulo 8

Sophie dejó sus crayolas y las hojas de dibujar, para mirar a su alrededor con sus ojitos marrones. La niña de tres años observó a los señores que la cuidaban en la sala. 

Sophie se sentía feliz, había conocido al señor presidente. Sus amiguitos del colegio enloquecerían cuando lo supieran. El presidente la había cargado y le había dicho que era la niña más linda del mundo. 

Tal vez el presidente podía ser un buen papá, ya que ella no tenía.

El señor con uniforme que debía estar pendiente de ella se durmió y a Sophie le entró el aburrimiento, se levantó de su mesita y fue hacia la puerta. Ella nunca había estado en una casa tan grande como aquella. 

Tal vez era un palacio y le gustó mucho. 

La pequeña, de cabello marrón con su vestido color azul, caminó por el pasillo largo y grande. 

¿A dónde estaba su mami? 

De repente la pequeña escuchó una canción que a ella le gustaba mucho. Era del Rey León. La curiosa Sophie siguió el sonido de la música y llegó a una puerta semiabierta. 

Entró sin ser llamada con la inocencia típica de los niños de su edad. 

Liam levantó su mirada y vio a la niña de vestido azul con los ojos muy abiertos. 

Sophie ladeó la cabeza, al ver al niño enfermo en su camita en forma de nave espacial. 

— Hola — lo saludó con voz cantarina.

Liam sonrió. 

— ¿Eres una niña? — era la primera vez que Liam veía a una niña en persona. El niño no había compartido jamás con un niño de su edad. 

— Aja — asintió ella, acercándose a la cama, viendo maravillada los juguetes. 

— ¿De dónde saliste? — preguntó —. ¿De un portal mágico? 

Sophie se subió a la cama junto al niño

— No, me trajo el presidente, dijo que mi mamá lo iba a ayudar con algo muy importante — le comentó la niña empezando a tocar los juguetes de Liam. 

Sophie se quitó los zapatos y caminó por la camita alrededor de Liam, buscando los juguetes del estante. 

El pequeño estaba maravillado, al fin una amiguita venía a jugar. 

¿Será que ya estoy mejorando?, se preguntaba. 

Ahora tenía más ánimos de sanarse, ya estaban llegando amiguitos y no estaría solito. 

Como todo un caballero, a pesar de que le dolía mucho su espalda, le mostró sus juguetes a su amiguita nueva, muy feliz de que estuviera allí. 

— Tienes muchos juguetes, me gustan tus juguetes — dijo ella.

— A mí también, ¿viniste a quedarte para siempre? — preguntó ilusionado. 

Ella se lo pensó. En realidad no sabía si ella y su mamá vivirían en esa casa grandota, pero de seguro si se lo pedía al presidente, tal vez sí. 

Sí, de seguro que sí, el presidente dijo que yo era una princesa y las princesas piden deseos que se cumplen, pensó Sophie. 

— No lo sé, pero le voy a preguntar a mi mamita. 

— ¿Tienes una mamá? — preguntó haciendo una "O". 

— Sí, se llama Paula. 

— Yo no tengo mamá, la mía se fue al cielo — comentó triste el pequeño. 

Sophie ladeó la cabeza, mirándolo. 

— Yo no tengo papá. 

— Yo sí, mi papá es el presidente y se llama Luke, pero yo le digo papito — afirmó orgulloso. 

Sophie sonrió al ver como Liam sonreía. 

— ¿Quieres jugar con los bloques en la alfombra?, así podemos construir figuritas — preguntó la niña. 

Liam miró el piso, le dolería un poco levantarse. 

— No puedo levantarme, me duele mucho — dijo apenado. 

Sophie observó al pequeño. Ah, su amiguito estaba enfermo, entonces debería cantarle, su mami siempre le cantaba cuando estaba enfermita. 

— Está bien, yo buscare los bloques y jugaremos aquí —dijo bajándose para buscar la bolsa de los bloques. 

El niño de ojos grises la miraba con curiosidad mientras ella subía la bolsa a la camita. 

— ¿Por qué tienes eso en la cara? — le preguntó tocando su mascarilla de oxígeno.

— Estoy enfermo y no puedo respirar solito — mencionó. 

— No te preocupes, cantaremos una canción y te vas a sanar — aseguró la pequeña en su inocencia. 

— ¿De verdad? — inquirió ilusionado. Él quería sanarse y no irse al cielo. 

— Sí, cantaremos juntos después de jugar.

Liam se sintió muy feliz.

— ¿Cómo te llamas? 

—Sophie, ¿y tú?

— Liam. Debemos cantar mucho, porque estoy muy enfermito — tomó uno de los bloques para empezar a formar figuras. 

Sophie asintió. 

— Sí, cantaremos todos los días hasta que estés bien. 

A Jamal, se le hizo un nudo en la garganta al ver a los dos niños jugar, debía separarlos antes de que el presidente pusiera el grito al cielo, pero mientras tanto atesoraría en su corazón aquella imagen de un Liam sonriendo genuinamente. 

 

Aquellos ojos de titanio la escudriñaron con curiosidad. Paula se puso roja como un tomate. 

— ¿M-me...me vas a quitar a mi bebé? — sus ojos estaban cristalizados por el miedo. 

¿Qué tenía ese hombre que la ponía tan nerviosa? 

Desvió la mirada apenada y él suspiró. 

Santo Dios, ¿qué había hecho? Ahora él pensaría que ella se intimidaba ante su presencia. 

— ¿Cree que yo sería capaz de hacer algo así? — Luke arrugó la frente.

La temperatura alrededor de ellos, aumentó unos diez grados cuando sus miradas se cruzaron. 

— No, no lo creo —dijo. 

Él la estudió pensativo un momento. 

—Puedo ser una momia, pero soy un hombre de valores... y con un poco de humanidad —expresó. 

—Usted debe entenderme, estaba siendo secuestrada cuando le dije momia —protestó ella apresuradamente, demasiado apresuradamente.

—No hay problema —respondió él de inmediato, y con un leve movimiento de la mano la invitó a sentarse. 

Estiró la mano para conducirla hacia el sofá, pero Paula se apartó. No quería que él volviera a tocarla. No quería sentir esa electricidad. 

En cambio, caminó graciosamente adelante de él, con su rubia cabeza enhiesta, el mentón en alto... una imagen muy diferente de la mujer que había conocido cuatro años atrás. 




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