-Disculpe...- me dijo un hombre, tocándome el hombro y me giré.
Su pelo es negro muy oscuro, de ojos avellanas, rasgos delicados, piel pálida y muy alto. Se me hace conocido, pero no se quien es.
-¿Te conozco?- pregunté, mirándolo a los ojos.
-Quizás no ahora, pero pronto lo harás- dijo con una sonrisa.
-Papa no me deja hablar con desconocidos- dije-. Chao.
Corrí a la parada y esperé a que llegara el bus.
(...)
-Ya llegué- dije, entrado a casa, al regresar de la escuela.
-Bienvenida a casa- dijo Nicolas.
Él acomodó su largo cabello (hasta los hombros) castaño en una coleta y me miró sonriendo. Su bella sonrisa siempre me pareció encantadora. A pesar de tener 22 años, él fue mi cuidador desde hace 7 años, un año después de mi nacimiento y de que mi madre me haya abandonado.
-Hola Nico- dije y lo abracé-. ¿Y papá?
-Él está trabajando- me dijo.
-Okey- suspiré desanimada-. Ya es la quinta vez en esta semana que se queda hasta tarde.
-Su trabajo requiere tiempo completo, no podemos hacer nada en contra de eso- dijo y me abrazó-. Ve a lavarte las manos y vamos a almorzar.
Sonreí e hice lo que me dijo.
(...)
Abrí un poco uno de mis ojos color café.
Estoy contra el pecho de Nico, como cuando era pequeña. Estamos en el living y escucho dos voces.
-Gracias por cuidar de ella amigo- dijo Nico, acariciándome la cabeza lentamente.
-No hay de qué- dijo mi padre-. Me alegra de que se hayan vuelto a reencontrar luego de tantos años.
-Oh, ¿Te despertamos, pequeña?- dijo mi niñero, mirándome.
Sonreí un poco.
-Sigue durmiendo, que es tarde para ti- dijo y me acunó, mientras el sueño me invadía-. Duerme. Ten lindos sueños.
Dicho eso, caí en brazos de Morfeo.