Desperté y sentí que alguien me abrazaba con fuerza. Giré y vi a Bruno, quien dormía felizmente.
Intenté alejarlo, pero se aferró con más fuerza, logrando que suelte un grito de dolor.
Nicolas vino corriendo y me ayudó a separarme de él.
-Cuando duerme, no se despierta hasta luego del amanecer. No se qué hace aquí- dijo, mirando a su hermano con mala cara y me abrazó-. Tu padre se está duchando e irá a trabajar pronto. ¿Quieres seguir durmiendo? Puedes ir a mi habitación.
-¿Podemos merendar?- pregunté, mirándolo a la cara.
-Desayunar si podemos- dijo y empezó a reír.
-Eso dije- afirmé.
-Vamos- dijo sonriendo y fuimos a la cocina.
Empezamos a preparar nuestras comidas y llegó padre.
-Hola papi- dije y me abrazó, con sueño.
-¿No es temprano para ti?- me dijo.
-Sip, pero ya me desperté- dije y mordí una galleta.
-No se de donde sacan tanta energía los niños de hoy en día- dijo papá, negando con la cabeza.
(...)
Bostecé y me recosté en el regazo de mi amigo.
-Debiste haber dormido más en la mañana- me regañó Nico.
-Nah- dije y me estiré.
-Pareces un gatito- dijo Bruno, con ternura.
Lo miré enojada, y giré mirando a Nico, dándole la espalda.
-Y... ¿Jugamos a algo?- propuse, sentándome sobre mi cuidador.
Bruno sonrió de una manera rara.
-¡Idiota! Eso no- le regañó su hermano-. Ella aún es menor.
-Ustedes lo hacían siempre- dijo mi compañero de clase-. No sería malo repetirlo.
-¿A qué te refieren?- pregunté, confundida.
-Nada- dijo Nicolas, levemente sonrojado-. ¿Vamos al parque?
-Volar en los columpios es muy divertido- dije y sonreí-. Vamos.