Escuché murmullos, por lo que me desperté al instante, agudizando mis sentidos.
Estaba en un hospital.
-¿Cómo estás?- me preguntó Nico, quien estaba acostado a mi lado, en la camilla.
-¿Cómo estás tú?- le pregunté, preocupada.
-¿A quién le importa?- dijo, abrazándome.
-¡A mi me importa!- respondí y le di un beso.
-Yo estoy bien. ¿Cómo te sientes?- dijo y le alejó un poco, para verme a los ojos.
-Estoy bien, no te preocupes- dije, sonriendo.
-Es imposible que no me preocupe por ti- dijo y besó mi frente-. No debiste darme toda tu energía, mucho menos luego de un combate tan brutal. ¡Pudiste morir!
-Valió la pena- dije-. Lo que sea por ti.
-No quiero volver a perderte- comentó, con tristeza.
-No lo harás. Siempre estaré contigo.
-Ixa, llamaré a un médico, ya regreso- dijo y desapareció por la puerta.
(...)
Luego de unas horas, salimos del hospital, bromeando y muy divertidos. El resto del grupo se fue para sus hogares.
-Por cierto, ¿Cómo quedó la cabaña?- pregunté, un poco preocupada.
La sonrisa que Nico portaban desapareció.
-No sobrevivió nada. Todo fue reducido a cenizas- dijo y una lágrima escapó de mi ojo-. Pero no te preocupes, ya haremos otra nueva.
Lo abracé.
-Perdón por no poder detenerlo antes- dije.
-No es tu culpa- agregó-. Alejo se fue y no creo que regrese con otra pareja malvada que encontró por ahí en un viaje.
Reí. Eso era cierto. Él conocía a sus parejas siempre en viajes o lugares exóticos.
(...)
-Perdón por preocuparte- me disculpé, abrazándolo con fuerza.
-Ya todo pasó, no te preocupes- dijo y sonrió-. ¿Qué quieres que hagamos ahora? Tenemos toda la eternidad.
-Eso es algo raro, pero cierto- comenté, con gracia.
-Es verdad- dijo, sonriendo.
-Tengo una idea de qué podemos hacer- dije, sonriendo de una forma para nada inocente.