Samanta se hallaba con la cabeza inclinada en el lavabo, el agua con la que refrescó su rostro escurría, sacudió su cabeza, palmeó sus mejillas y se miró fijamente al espejo.
— ¡Vamos Sam! ¡No te duermas! — Intentó motivarse.
Cuando se aburría de las clases, solía mojar su cara para deshacerse del sueño. Logró despertar bien y cuando estaba dispuesta a salir del baño, algo se adelantó; la puerta fue golpeada con gran fuerza provocando que se abriera violentamente y de esa dirección entró un bulto que cayó a los pies de Sam, se trataba de una chica. Al acto, un trío de chavas entró haciendo escándalo.
— ¡Levántate maldita! — gritó la de baja estatura, llamada Liliana.
El grupillo se detuvo al ver a Samanta.
— ¡Ash!, pero si es una de las machorras — Musitó de forma peyorativa la que traía exceso de maquillaje, Perla.
— ¿Y tu novia?, ¿dónde la dejaste?, ¿se fue a otra escuela y se olvidó de ti? — se burló la tercera de ellas, de nombre Paola.
— ¿Qué?, ¿acaso el tinte te quemó el cerebro? — Respondió Samanta con tono agresivo.
Paola frunció el ceño, más no se atrevió a defenderse o a protestar. El silencio perduró por unos momentos, la chica rubia que se hallaba en el suelo, llamada Andrea, intentó ponerse de pie, pero Liliana se lo impidió pateándola para que cayera nuevamente. Ante tal acto, Samanta apretó los dientes, se acercó a la agredida y la tomó de los hombros ayudándola a incorporarse.
—Vamos.
— ¿Qué crees que haces? — Protestó Perla.
— Esto no es asunto tuyo Samanta, será mejor que no te metas — Advirtió Liliana.
Sam no contestó, sólo las miró con las cejas contraídas, después tomó a Andrea de la muñeca y se dispuso a salir del baño junto con ella, pero Paola se interpuso intentando sujetar a Andrea de su largo cabello, sin poderlo conseguir, pues Samanta la detuvo cogiendo su brazo y doblándolo bruscamente hacia atrás. Tras hacerla gritar y retorcerse por el dolor, Sam la soltó y siguió caminando junto con la rubia, sin que nadie se interpusiera nuevamente.
Después de alejarse varios metros del baño, Sam se detuvo y soltó la mano de su acompañante, se giró para verla y con expresión indolente la examinó por unos segundos. El par de negros ojos de Samanta, delineados por sus espesas pestañas, eran muy intensos, que el solo hecho de mirarlos podía intimidar a cualquiera, aun cuando el flequillo podía ocultar un poco el derecho.
—Que desastre, trata de acomodar tu cabello — Al ver lo enmarañado que estaba por culpa de las agresoras — Bueno, te salvé de esas idiotas por ahora, pero eso no garantiza que dejarán de meterse contigo, vete rápido a tu salón — Advirtió para retirarse.
— Te llamas Samanta, ¿verdad? — Andrea la detuvo.
— Eh...Sí...— Le sorprendió que la chica supiera su nombre.
— ¡Yo soy Andrea! — Dijo con ímpetu.
— Ah...Está bien — Sam no sabía qué decir.
La chica de pelo corto se marchó mientras la rubia la veía alejarse. Aunque Samanta no la recordara, ella sí podía hacerlo. Después de ese suceso, Sam entró a su aula y caminó hacia su asiento hasta que alguien la llamó.
— ¡Sam!, un chico te busca.
— ¿Un chico? — Estaba extrañada, pero cuando miró hacia la puerta comprendió — Ah, Devin —Regresó a la puerta — Gracias Asunción —Agradeció a su compañera y esta le susurró algo.
— Oyes, tu amigo está bien guapo.
—Si tú lo dices — Sam contuvo la risa.
Devin, quien esperaba junto a la puerta, llamaba mucho la atención de los presentes, tanto a chicas como a chicos, no sólo por su color de ojos y rostro bien parecido, sino también por su apariencia dudosa.
— ¿Qué pasa, Devin? —Preguntó Sam.
— ¿Necesita pasar algo para poder venir a verte? — La voz de Devin, la cual era muy fina para ser de hombre y no tanto para ser de chica, era aún más dudosa que su aspecto.
— Eres mi mejor amiga, puedes verme cuando quieras — Aseguró Sam.
Las miradas se volvieron más insistentes y Devin pudo notarlas.