La actitud de su amiga aquel día había desconcertado un poco a Devin, quien no lograba sacar el tema de su cabeza. El sentimiento era inquietante, no obstante, siguió como si nada la molestara, hasta que decidió que necesitaba averiguar algo. Sam se hallaba a un lado de ella, ambas esperaban la luz roja.
—Oye, me sorprendió mucho que ayudaras a la güerita aquel día — Mencionó Devin.
— ¿Ah?, ¿y por qué lo mencionas después de una semana? — La miró con una ceja alzada.
—No sé, sólo lo recordé — Movió los ojos de un lado a otro— Es que me sacó de onda, ya que normalmente no te involucras en problemas así.
—Ya sé, pero es que Andrea es muy tonta como para defenderse sola, ni yo misma sé porque metí las manos por ella— Confesó.
—Ah… — La miraba por la rabadilla del ojo — Supongo que es desesperante ver como la molestan y que ella no se defienda.
—Realmente lo es— Asintió Sam.
La luz roja prendió y ambas cruzaron la calle. En la entrada del instituto se encontraba Andrea, divisando a su alrededor con esperanzas de ver a Sam.
—Hablando del rey de Roma — Recitó Devin.
— ¡Sam! — Andrea corrió hacia ella, ignorando la presencia de Devin.
—Sí güerita, ella es Sam, y yo soy Devin, por cierto.
—Mucho gusto, me llamo Andrea — Contestó sin entender el chiste de Dev.
—Sí, sí, después se presentan —Interrumpió Sam, con notoria impaciencia —Devin y yo tenemos prisa — Terminó con la conversación mientras se llevaba a su amiga, casi a rastras.
—…— Andrea no pudo detenerlas —…Adiós…
Después de alejarse varios metros, Sam disminuyó su paso.
—Aún es temprano, ¿cuál es la prisa? — Preguntó la de pelo color marrón cenizo.
—Esa niña, desde que la ayude no deja de atosigarme, es agobiante encontrarla en todos lados.
—Creo que exageras, sólo tienes que verla en el instituto.
—No es así — El rostro de la morena era serio — Cuando salgo a comprar, cuando me dirijo a tu casa, cuando estoy en la calle por la razón que sea, ¡me la tengo que encontrar!
—Ha de ser sólo casualidad.
—Al principio pensé eso también, pero la ciudad no es tan pequeña, además, se ha vuelto tan recurrente que es difícil seguir creyendo que es sólo casualidad — Argumentó — Y eso no es todo, sólo me ve y no piensa dos veces para acercarse y hablarme.
—Vamos Sam, no puede ser tan malo, no se ve que hable mucho.
—Eso es lo peor, ¿sabes lo que es permanecer en silencio por casi diez minutos mientras ella te mira fijamente sin decir nada?
—Eh… — Devin no pudo discutir ante eso.
—Es realmente… — Hizo una mueca.
— ¡Ay niña!, eso te pasa por meterte donde no te llaman — Se burló Devin, aunque su voz sonaba distinta a una burla.
— ¿Qué?, ¿acaso es un reproche? — Sam contestó jugando.
—Quizá — Sacó la lengua.
—Y la niña soy yo.
La clase de historia era tal vez la que más aburría a Samanta, era difícil mantenerse atenta sin que el sueño la dominara. No sólo la clase era aburrida, lo que más la molestaba era la falta de capacidad que tenía la profesora para mantener la disciplina en el aula.
Cuando concluyó que no podría luchar más contra el letargo, decidió ir al baño para refrescarse la cara con agua y así poder despertar. Se miró al espejo, debajo de sus ojos, las ojeras bien marcadas delataban su desvelo por jugar videojuegos toda la noche, la verdadera razón de su somnolencia. Sonrió desganada.
— Esto se me hace familiar.
Ya había pasado una semana desde que ayudó a Andrea y, desde entonces, ésta no había dejado de perseguirle. Era un fastidio y casi se arrepentía de salvarla.
—Esa niña necesita más amigos — Se dijo a sí misma mientras salía del baño.
Regresó a su clase muy a su pesar. Cuando entró nuevamente al salón, notó que la maestra se encontraba lanzando preguntas aleatoriamente sobre el tema que estaban tratando. Arrugó la nariz, creyó que fue el peor momento para volver, pues estaba segura que de ser elegida no tendría ni idea de qué responder.