Un Amor Singular

Capítulo 6º Viviendo En Tu Sombra

Recién noté que no he detallado el aspecto de Ricardo en los capítulos anteriores, así que aprovechando que este capítulo trata más de él pues, les dejo una imagen referencial.

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Era el mismo panorama de siempre, el cual se había estado repitiendo por años; todos lo rodearon, las burlas y risas lastimaban sus oídos, al igual que sus sentimientos.

— ¡Cejardo!, ¡Qué horrible! ¡Su puta ceja da asco! ¡Pinche negro!  Ricardo solo podía taparse los oídos intentando no escuchar tan hirientes comentarios.

Creció viviendo la misma escena, aunque ya estaba acostumbrado a los insultos no dejaban de dolerle. «Prieto, feo, cejón» Eran los adjetivos que más escuchaba. No sólo era su aspecto, sino también su posición lo que hacía que lo humillaran, era un hijo bastardo, su padre nunca se hizo cargo de él, el trabajo de su madre no era bien visto y ambos eran el centro de rumores y críticas. 

Logró graduarse de la primaria, pensó que sería un nuevo comienzo, pero era tan mala su suerte que fue a parar a una secundaria llena de buscapleitos, la mayoría eran jóvenes malvivientes, parecían provenir de un reclusorio (o al menos eso pensaba Ricardo). Y no sólo eran los chicos quienes se metían con él, pues cierto día un grupo de chicas lo humillaron.

— ¡Iuugh! — La chica hizo un sonido de desagrado — ¡Como si me fuera a gustar un pinche prieto feo como tú! — Se mofó y las demás rieron.

Corrió hasta el baño, se miró en un espejo, ahí estaba, ese rostro tan horrible, lleno de acné y vello facial, con una horrenda ceja en medio. Tan solo verse a sí mismo le provocaba ganas de llorar.

— Con este rostro... ¡Nadie me querrá nunca! — Estaba harto de las humillaciones, estaba harto de las burlas.

Respiró hondo, secó sus lágrimas y salió del baño, gimoteando aún. No caminó ni dos pasos cuando escuchó una fuerte carcajada.

— Con que ahí estabas, "Cejardo" — Dijo uno de los niños que se acercaban a él.

Ese mismo niño pateó la pierna de Ricardo, provocando que perdiera el equilibrio y cayera al suelo. Todos comenzaron a golpearlo mientras reían. Así era siempre.

 ¡No ven que estorban! —gritó de pronto alguien.

Todos voltearon y un frío recorrió sus cuerpos al ver al chico de tez bronceada por el sol y ojos color ámbar. Cada uno de ellos había ya recibido, por lo menos una vez, una paliza por ese muchacho, razón suficiente para evitar meterse con él.

— ¡Bas!

— ¿Qué se creen todos amontonados aquí? ¡Largo!

Los chicos comenzaron a correr, excepto el de cejas grandes quien aún estaba en el suelo. Sebastián lo miró.

— ¿Tú que rayos haces ahí?

El cejudo miró a Bas, admirado, y éste, se acercó y le extendió la mano.

— ¡Con un carajo! No te puedes ni levantar— Lo ayudó a incorporarse — Bien, ya no estas estorbando la entrada del baño — Se dispuso a pasar, pero la mano del chico tocó su hombro— ¿Qué demonios...?

—Gra-gracias — Agradeció Ricardo, con los ojos cubiertos de lágrimas.

—No entiendo porque estás chillando, ¿acaso eres una niña? —Resopló fastidiado — No me agradezcas nada, después podrás pagarme el favor — Lo analizó por un segundo —Pero si no quieres seguir siendo su juguete, te propongo algo, aunque te advierto que yo soy peor que ellos — Hizo una pausa — Si te unes a mis amigos, nadie te volverá a agarrar de su pendejo.

—Me-me uniré— Contestó con vehemencia.

—Me dicen Bas, pero mi nombre es Sebastián, sólo le permito a mis amigos llamarme por mi nombre.

— ¿A-amigos? — La sola palabra era algo especial para él.

Sebastián palmeó fuertemente el hombro del cejudo.

—Sí, ahora eres mi camarada, o mi perro, lo que quieras — Alardeó — Bien, ¿cuál es tu nombre?, supongo que no es como ellos te llamaron.

—...— Bajó la mirada, avergonzado —Soy Ricardo.

—Bueno Ricardo, nos reuniremos en la salida, detrás de los salones de primero — Agitó su mano en señal de despedida mientras entraba a los baños.




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