No estaba seguro de que mi iniciativa marcara alguna diferencia, pero al menos quería intentarlo. No pensé que ella me besaría así, tan de repente.
No diré que es el mejor beso de mi vida, pero definitivamente entra en el top cinco. Bueno, top tres. Está compitiendo con uno en la secundaria y otro bajo la lluvia, pero este tiene más puntos por sorpresa. Sentí un cosquilleo recorriéndome la piel y una calidez intensa que me hizo olvidar todo a mi alrededor, como si en ese breve instante sólo existiéramos los dos.
Sin embargo, mi objetivo es demostrarle que hablo en serio, y... ¿y si esto es una prueba? Tal vez está evaluando si soy honesto, si mantengo mi palabra bajo presión, o si realmente estoy comprometido. Estos pensamientos me hacen dudar de cada paso que doy.
Rompo el beso con suavidad, aunque mi mano tiembla ligeramente al sujetarla por los hombros. Ella parpadea varias veces, su respiración se vuelve corta y noto un destello de confusión y rubor en sus mejillas; sus labios aún entreabiertos intentan buscar palabras. Al darse cuenta de la situación, baja la mirada, se muerde el labio y, con una expresión mezcla de sorpresa y vergüenza, se disculpa mientras retrocede un paso, como si necesitara espacio para ordenar el torbellino de emociones que la atraviesan.
—No te disculpes por el beso. Me gustó y, la verdad, me encantaría repetirlo. Pero antes, preferiría invitarte a cenar. Quisiera tener una cita para que puedas ver que mis intenciones son sinceras. Además, quiero que sepas que tu embarazo no me incomoda. Entiendo que es una situación delicada, pero me gustaría estar contigo, independientemente de eso. No creo que el padre vaya a aparecer reclamando nada.
Me río por dentro.
El padre soy yo, aunque ella no lo sepa, así que puedo afirmar con seguridad que no habrá sorpresas.
—No me preocupa el padre. Me hice una inseminación artificial. No sé quién es.
Pongo cara de sorpresa, porque se supone que no tengo idea.
—¿Y por qué decidiste hacerte una inseminación siendo tan joven?
Ella suspira y camina hacia la puerta de su casa. La sigo. Respiro con alivio cuando me invita a pasar. Me pide que la acompañe a la sala, y acepto algo para tomar como excusa para quedarme un rato más.
Coloca las flores que traje en un jarrón muy bonito y lo pone en el centro de la cocina. Sirve dos vasos de jugo de naranja y me ofrece uno. Me siento en una banqueta y ella se acomoda frente a mí.
—Siempre quise ser madre joven. Después de varias relaciones que no funcionaron, me di cuenta de que tal vez no encontraría pronto a la persona adecuada. Así que decidí seguir ese sueño por mi cuenta. La doctora me dijo que podía quedar embarazada enseguida o que podría tomar tiempo. Y pasó rápido. O mi óvulo es una campeona olímpica o el esperma que usaron lo es.
Me alegra haber sido siempre responsable en mis relaciones y no haber actuado por impulso cuando alguien me pedía lo contrario.
Si mi esperma es tan efectivo, podría haber tenido un gran lío si hubiera embarazado a alguien sin querer. Lo último que hubiera deseado es mi ADN esparcido como folletos en diferentes partes del mundo.
Con Lexy no lo busqué, claro, pero esto es distinto. No hubo nada entre nosotros. Solo que mi esperma terminó inseminado en ella sin que yo supiera, y ella tampoco sabe que soy el padre. Y aún así, sé que no me pediría nada ni me haría una escena si yo decidiera no involucrarme.
—Interesante.
—No espero que el padre aparezca, pero sí sé que habrá cambios. ¿Por qué tú no tienes hijos? ¿Y por qué querrías hacerte cargo de un bebé que no es tuyo?
Porque es mío, pienso.
—Ninguna de las personas con las que estuve parecía la adecuada para ser mamá. Algunas estaban más preocupadas por su cuerpo que por formar una familia. Otras... simplemente no funcionó. Una vez alguien me insinuó casarnos y tener hijos, pero no era el momento. Hubo una mujer con quien lo consideré en serio, pero ella estaba enfocada en su carrera y no quería una relación a distancia. Me dejó, y ahora está casada con alguien más. Creo que está esperando un bebé también.
Lexy asiente.
—Y ahora que ya no viajas tanto, quieres sentar cabeza.
—A los veinte, salir con distintas personas parecía divertido y emocionante —me encojo de hombros—. Pero después de los treinta, con más tiempo libre para pensar, uno empieza a ver las cosas de otra manera. No digo que quiera casarme mañana, pero sí me gustaría conocer a alguien con quien imaginar un futuro juntos.
Y mientras lo digo, me doy cuenta de que es cierto. Antes creía que me daba igual estar solo, pero era porque me había acostumbrado. Tal vez no estaría mal tener a alguien con quien compartir los días, las alegrías, los miedos… todo.
Miro a Lexy, intentando entender qué piensa. Pero no logro descifrar su expresión.
—No quiero comenzar algo contigo, empezar a sentir algo, y que luego te vayas cuando veas la realidad de estar con alguien embarazada.
—Si algún día me alejo, no será por eso —aclaro, y frunce el ceño—. No estoy diciendo que vaya a hacerlo, solo que si pasa, no será por el embarazo. Sé que más adelante te sentirás más cansada, que en los últimos meses puede ser difícil estar cómoda, y que después del parto habrá una etapa intensa de adaptación. Pero lo entiendo.
Editado: 06.08.2025