Un amor sorpresa

Capítulo 15: Fox

La cena con Lexy va mejor de lo que esperaba. Mucho mejor, en realidad. Desde el primer momento me transmite una calma que no suelo encontrar en las personas. Tiene una manera tranquila y firme de hablar que me hace querer escucharla todo el tiempo. Puedo confirmar algo sin temor a exagerar: es una mujer íntegra, trabajadora, con los pies bien plantados en la tierra. Mi madre, aunque tomó decisiones cuestionables, no se equivocó en la esencia.

Mi madre... Después de nuestra discusión, logramos hacer las paces, aunque pedí tiempo. Ella no insistió en que buscara a la mujer que lleva a mi hijo. Creo que comprendió el peso de lo que había hecho. Aun así, percibí en sus silencios algo más. Como si quisiera decirme algo y no pudiera. Tal vez remordimiento o miedo. No lo sé.

Mi padre también está al tanto de todo. Se enteró cuando lo llamé para consultarle sobre mi plan de negocios. Quiso saber qué había pasado con mamá, ya que ella le había dicho que tuvimos una diferencia fuerte. Cuando le conté la verdad, se quedó sin palabras. Mi padre, que rara vez pierde la compostura, se quedó en silencio largo rato, supongo que procesando lo que le conté.

—Admito que me inquieta la idea de que ande un hijo tuyo por ahí sin saber quién es su padre —me dijo—. Pero tampoco creo que tengamos derecho a irrumpir en la vida de esa mujer. Lo que hizo tu madre no estuvo bien, pero tampoco podemos corregirlo cometiendo una nueva falta. Hay que respetarla, Fox. Esa mujer tomó una decisión valiente y no merece que alguien altere su vida sin su consentimiento.

Tenía razón y es por eso que comencé a considerar decirle la verdad.

Ahora estoy aquí, sentado frente a Lexy, compartiendo un postre, escuchando su risa, sintiendo una extraña paz en mi interior mientras ella lleva a mi hijo en el vientre sin saberlo. Me gusta estar con ella, me siento cómodo, genuinamente atraído, pero también me persigue el peso de la verdad.

¿Decírselo o no? Es un dilema ético más que romántico. Sé que, si nos seguimos viendo, si esto sigue creciendo, no podré guardar silencio para siempre. El embarazo avanzará, su cuerpo cambiará, el vínculo se fortalecerá... ¿Y entonces qué? ¿Le digo? ¿O me convierto en ese hombre que ama desde la sombra, que acompaña sin revelar lo esencial?

Shakespeare tenía el dilema de “ser o no ser”. El mío es más simple y más complicado: ¿hablar o callar?

—¿Nunca te preguntaste quién es el donante? —pregunto, de pronto, interrumpiendo una anécdota divertida sobre un cliente insistente que solo le daba trabajo para verla.

Lexy me mira, intrigada.

—¿Por qué esa pregunta?

—No lo sé. Me surgió de repente. Me cuesta entender cómo funciona todo eso. ¿No existe el riesgo de que haya medios hermanos por ahí, sin saberlo?

Ella apoya la cuchara en el plato y limpia sus labios con la servilleta.

—Tuve esa duda. Incluso sentí algo de ansiedad al respecto. Pero el doctor me aseguró que el donante hizo una única donación. Me aseguró que no tenía intenciones de repetirlo. Confío en que me dijo la verdad. De lo contrario, no lo dejaría pasar. Mis amigas no lo comprendieron del todo, ninguna estaría dispuesta a hacer algo así. Yo lo hice y no me arrepiento.

—¿Y si un día aparece el donante en tu puerta y te dice: «Hola, soy el padre de tu hijo»?

Ella sonríe, divertida.

—Una amiga mía, Viper, me dijo exactamente eso la semana pasada. Le respondí que probablemente le cerraría la puerta en la cara y luego presentaría una queja en la clínica, pero también sé que podría invitarlo a pasar y escucharlo. La verdad es que no sabría cómo reaccionaría hasta que suceda.

Trago saliva. Me doy cuenta de que esa posibilidad, tan lejana en sus palabras, es mi realidad. Estoy justo frente a ella. Y todavía no sé si algún día reuniré el valor de decirlo.

—Tal vez el donante solo quiso ayudar y ya. A lo mejor pensó que era una forma de hacer el bien sin comprometerse emocionalmente —añado, intentando sonar neutral.

—Puede ser —responde de forma pensativa—. Igual, confieso que me hubiera gustado concebir a la antigua. Con alguien a mi lado. Aunque tenga independencia económica, ser madre soltera no es fácil. A veces solo quieres que alguien te acompañe a una consulta médica, que te dé la mano en el parto. Mi amiga Skyler se ofreció…

—Yo puedo hacer eso —digo, sincero.

—Eso dices ahora.

Extiendo la mano y la apoyo sobre la suya.

—No te pido que me creas aún. Pero tampoco quiero que pienses que esto es una aventura pasajera. No puedo explicarlo, pero hay algo en ti que hace que me importe. Quiero estar aquí. Y si lo que dices es cierto, que puedo irme cuando las cosas se pongan difíciles, entonces pongámonos a prueba. A lo mejor, en lugar de alejarme, me acerco más.

—¿Quieres ser el padre de mi hijo? —pregunta con un suspiro.

—Quiero ser parte de su vida. Y de la tuya.

—Es nuestra primera cita, Fox.

—Y no será la última, si tú quieres.

Ella me observa largo rato, como si buscara en mis ojos una mentira, una duda, una razón para desconfiar. Pero no la encuentra. No porque no existan contradicciones en mí, sino porque, en este momento, estoy decidido a caminar con ella, con la verdad oculta, esperando el momento ideal para revelarla.



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En el texto hay: comedia, drama, embarazo

Editado: 06.08.2025

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