—La chica te dejó luego de que le dijeras a todos que el bebé es tuyo e insinuaste un compromiso.
—No me dejó… Nunca odié tanto ser reconocido como en este momento.
—Y ella no tiene idea de que no mentiste al decir que eres el padre del bebé. Tienes que decirle la verdad.
Exhalo un suspiro hondo y pausado. Le pido a los trabajadores que tengan cuidado con lo que hacen.
—Muchas mujeres matarían y aceptarían sin protestar que un hombre asumiera la paternidad delante de todos, incluso cuando no fuera su hijo. Lexy no es así. Cree que me iré.
—Dile la verdad para que entienda que no te harás a un lado, porque es tu hijo. La culpa fue de mamá, no tuya.
—Dogan, no es tan fácil. ¿Cómo se lo digo? “Lexy, oye, lo que dije en la rueda de prensa es verdad: el bebé que esperas es mío porque mamá donó mi esperma sin consultarme. El plan era verificar que el bebé estuviera en buenas manos, sin intención de involucrarme, pero me conquistaste y ahora quiero formar parte de tu vida y criar a nuestro hijo juntos.”
—Suena bien.
—Dogan…
—¿Qué? Es la verdad.
—Es muy frío. Tengo que decirlo con más calidez.
—Calienta la lengua para que las palabras salgan más cálidas y habla.
Miro la hora.
—Empezaré yendo a la consulta médica.
—¿No te pidió espacio?
—Ya tuvo dos días. Quiero ver a mi bebé y tengo derecho como padre a ir. Ya luego le volveré a dar espacio.
—No tienes derechos como padre porque ella no sabe que eres el padre. El donador no tiene derechos porque renunció a estos.
—Da igual.
—No sé para qué me gasto en hablar contigo, si lo que te digo te entra por un oído y te sale por el otro.
—Si me dijeras lo que quiero escuchar, sería diferente.
Suelta una carcajada.
—No me llames para sacarte de los problemas. Mamá y tú son más parecidos de lo que creen.
Cuelga sin más, sin esperar a que me despida de él. Luego yo soy el dramático.
Guardo el celular, llamo al constructor y le doy unas indicaciones. Entre ellas está advertirle sobre las máquinas que cuestan dinero. Si algo les sucede a esas máquinas, su empresa tendrá que pagarlas. Se lo dejo claro, por las dudas.
Me despido secamente y subo a mi auto con dirección a la clínica donde es la consulta con el obstetra. Lexy me pasó la información antes de pedirme un tiempo, y la guardé en la agenda electrónica, asegurándome de que nada me impidiera asistir.
Lexy y el bebé me importan, y no me haré a un lado. Ya es tarde para eso. Mis padres están ansiosos por una presentación formal con Lexy, pero les dejé claro que para eso tendrán que esperar. Papá lo respetó y mamá… Bueno, es mamá. Veremos cuánto tiempo mantiene su ansiedad y paciencia controladas. Aunque tendrá que esforzarse, porque nunca le perdonaré si se mete y arruina las cosas.
Es normal que Lexy se sienta insegura y crea que voy a huir, pues no sabe la verdad, pero quiero demostrarle que voy a estar en cada paso del embarazo, que también me quedaré después del parto y la acompañaré en el crecimiento del niño o la niña. No tengo preferencia por el sexo. Me da igual mientras sea sano.
Por un lado, me gustaría un niño al que pudiera enseñarle sobre las carreras y quizás se animara a seguir mis pasos en la Fórmula Uno. Podría guiarlo para que no cometa los errores que cometí yo. Sin embargo, me gusta la idea de tener una niña. Una pequeña que ame las carreras y me obligue a aprender a hacer colitas. Incluso me dejaría pintar las uñas si ella lo quisiera.
Aunque nunca he sido amante de los niños y siempre los he mantenido a distancia, me emociona la idea de estar al lado de mi hijo o hija. Quiero ser un padre amoroso y presente, tal como lo es el mío.
Con ese pensamiento llego a la clínica, busco a Lexy en la sala de espera del consultorio de la obstetra, pero no la veo por ningún lado. Saco el teléfono, la llamo y no responde.
¿Dónde está? No llegaría tarde. ¿Y si cambiaron el horario y no me avisó?
Regreso a la recepción y pregunto por el turno; la mujer me indica que no puede brindarme información de un paciente.
—Por favor, es solo saber si el turno con el obstetra fue cambiado o no. No le estoy pidiendo que me dé un historial médico.
—Tú eres el corredor de Fórmula Uno que mi hijo adora —interrumpe un hombre vestido con bata verde.
—Sí. Fox Farley.
Asiente.
—Me dijo que fue una pena que te retiraras por causa del accidente —aprieto los labios—. ¿Puedes tomarte una foto conmigo y darme un autógrafo para él?
—Yo solo quiero saber el cambio de turno de Lexy, pero está bien.
La recepcionista pasea la mirada entre ambos y se ofrece a tomarnos la foto. Luego firmo el autógrafo para su hijo y me despido de él.
—El turno fue ayer a las tres. —dice la recepcionista, y la miro.
Editado: 06.08.2025