Un amor sorpresa

Capítulo 30: Lexy

Observo la lluvia golpear el vidrio, formando hilos torcidos que descienden lentamente. Ya no son solo gotas; son las venas de esta tormenta interna que me arrasa. El sonido constante contra la ventana llena el silencio del apartamento, mientras mi mano se aferra a mi vientre, buscando en esa suave protuberancia la única certeza que me queda, la única parte de esta historia que es puramente mía y del bebé. Ignoro las llamadas y los mensajes de Fox que siguen apareciendo en la pantalla de mi celular. No quiero leer sus palabras, no quiero escucharlo. No todavía. ¿Cómo se atreve? ¿Cómo pudo mirarme a los ojos, tocarme, hablarme de futuro, sabiendo todo este tiempo? Cada mensaje no leído es un eco de su engaño.

Todavía no puedo creerlo. Fox es el padre biológico de mi bebé. Por más vueltas que le doy, sigue pareciéndome una mala jugada del destino. Aunque, claro, ahora todo tiene sentido. El porqué se involucró tan rápido, por qué mostró interés desde el primer día, incluso cuando parecía demasiado pronto para cualquier otro hombre. ¿Fue real algo de lo que dijo, de lo que hizo? ¿O todo fue una farsa para acercarse a su hijo? La idea me revuelve el estómago, y el nudo en mi pecho se aprieta.

Me obligo a voltear la vista hacia mis amigas, que están sentadas en la sala. Sky hojea una revista que no está leyendo realmente, sus ojos clavados en mí de reojo. Viper juega con una liga entre los dedos, su mirada fija, implacable, pero llena de preocupación. Ambas me observan en silencio, la tensión en el aire tan palpable como la lluvia fuera.

Exhalo un suspiro hondo y lento. Siento cómo se desinflan mis pulmones, pero la presión en el pecho no disminuye, es una losa que me oprime, casi asfixiante. Han pasado tres días desde que Fox me dijo la verdad. Tres días en los que evité tocar el tema, incluso cuando ellas lo notaron. Me escondí en mi trabajo, en la limpieza compulsiva de cada rincón del apartamento, en las mil fantasías de cómo sería la vida con mi bebé, fantasías que ahora se sienten manchadas. No obstante, ya no puedo seguir esquivándolo. Ellas no lo van a dejar pasar.

Ayer, Fox vino a buscarme. No lo vi. Fue Viper quien lo atendió —o más bien, quien lo echó, me imagino por la cara que traía después—. No quise preguntar qué le dijo. No tenía cabeza para revivir ese momento. Como dije, evité hablar y pensar en él. Aunque sé que no sirve de mucho y no voy a poder ignorarlo para siempre, por el momento lo necesitaba.

Fox es el padre de mi hijo, aunque legalmente no tenga derechos. Ambos firmamos un acuerdo con la clínica. En teoría, esto no debía mezclarse con lo emocional. En teoría. Pero aquí estoy, embarazada y con el corazón hecho un nudo que me duele hasta el alma. Saber que él es el padre cambia todo, y no al mismo tiempo. No puedo simplemente borrarlo de mi vida, porque ahora está conectado a la vida que crece dentro de mí. Cada patada, cada movimiento de mi bebé, me recuerda a él. ¿Cómo podré mirar la cara de mi hijo sin recordar a su padre?

Y luego está la pregunta que no deja de dar vueltas en mi cabeza, una espiral sin fin: ¿Qué quería Fox realmente? ¿Se acercó por el bebé? ¿Fue un simple sentido de responsabilidad lo que lo impulsó? ¿O de verdad sintió algo por mí, algo genuino? Si no fuera por el bebé, jamás nos habríamos conocido. Y eso me hace dudar de cada mirada, cada palabra, cada caricia.

Camino hacia la cocina con pasos lentos y cansados. Me siento agotada, aunque no he hecho nada físico. Es ese tipo de cansancio que no se quita durmiendo, una fatiga del alma que me consume.

—Yo pienso que Fox te ama de verdad, Lex —dice Sky, rompiendo el silencio con voz firme, casi una declaración. Su voz es suave, pero decidida. Se inclina hacia adelante, su mirada insistente.— Y merece otra oportunidad. Sé que lo sientes también, Lex. Se te ve en los ojos.

Viper asiente, dejando la liga en la mesa con un chasquido suave. Su expresión es seria.

—Se veía muy mal ayer cuando vino a buscarte —comenta, su tono más grave—. Me dejó claro que el bebé y tú son lo más importante para él. No me pareció que estuviera actuando, Lexy. No era el Fox que conocimos al principio, era otro. Roto, diría yo.

—Todo esto es muy confuso para mí —admito mientras me levanto a preparar té. El hervidor parece un ancla en este torbellino—. Es demasiado para procesar. No sé dónde termina la verdad y empieza la mentira en todo lo que vivimos.

Pongo a calentar el agua, saco las bolsitas y respiro hondo. El vapor que sale del hervidor empaña un poco mis pensamientos, pero no los borra, solo los difumina un instante.

—Para cualquiera lo sería —añade Viper, cruzándose de piernas en el sillón. Su mirada es comprensiva—. La madre de Fox está completamente desequilibrada para haber hecho algo así. Ella es la verdadera culpable de este caos. Él también es una víctima, a su modo, Lex. No olvides eso.

Sonrío con tristeza, queriendo evitar que se me escape alguna lágrima, porque es una historia de locos.

Una mujer con dinero, poder y contactos que, aprovechándose de una situación médica crítica, decidió manipular el sistema para asegurarse de tener un nieto. No es algo que uno vea todos los días. Ni en películas ni en libros. Es surrealista. Me siento como un personaje de una novela absurda.

Sirvo el té y me uno a ellas de nuevo. La taza caliente entre mis manos es lo único que me da un poco de consuelo ahora mismo, un calor reconfortante en medio de este frío emocional.



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En el texto hay: comedia, drama, embarazo

Editado: 06.08.2025

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