Un amor sorpresa

Capítulo 33: Fox

Cuando veo el centro de entretenimiento casi terminado, algo se mueve dentro de mí. Por primera vez, no pienso en la inauguración, ni en los medios, ni en el negocio. Solo pienso en mi hijo. En lo que va a significar esto para él. En lo que yo quiero ser para él.

Lo imagino corriendo por los pasillos, riendo, trepando las estructuras de juego, con las manos pequeñas marcadas de polvo de gomaespuma, señalándome con una sonrisa y diciendo: “Mi papá hizo esto”.

En ese instante, entiendo que este lugar ya no es solo un sueño hecho realidad. Tiene alma y esa alma lleva su nombre, aunque no sé cual es todavía.

Le envié a Lexy la carta que Dogan me sugirió hace unos días, pero hasta ahora no recibo respuesta. Trato de no desesperarme.

Mamá me contó que visitó a Lexy. Ella la recibió con amabilidad y le aseguró que no alejaría a su hijo de sus abuelos. Incluso dio a entender que no me negará ser parte de su vida. Eso me tranquiliza, pero, si soy sincero, espero algo más.

Eso me tranquiliza, pero, si soy sincero, no me basta.

No quiero ser solo el padre que ve al niño los fines de semana o manda regalos desde lejos. Quiero estar con ellos. Quiero levantarme cada mañana y saber que somos una familia. Con todo lo bueno y todo lo difícil.

Después del accidente, sentí que lo había perdido todo. Desperté en la clínica sin saber si iba a volver a caminar. Pasar de piloto de Fórmula Uno a alguien con secuelas físicas fue un golpe difícil de asimilar. Me esforcé por mantenerme positivo y trabajé duro para rehabilitarme.

Ya no puedo correr ni hacer deportes de impacto, pero acepté mis límites.

Hubo días oscuros. Me deprimí y me sentí vacío; sin embargo, seguí adelante, agradecido por tener una buena situación económica y una familia que me apoyaba. Sabía que había personas que lo tenían mucho peor, como el chico de la habitación de al lado, que había perdido las dos piernas. Y aun así, sentía que me faltaba algo. Hoy lo entiendo con claridad. Lo que me falta es ella. Su risa, su forma de verme cuando no finjo. No puedo resignarme a perder eso. No otra vez. No después de todo.

—¿Fox? ¿Listo para el discurso? —pregunta mi hermano, interrumpiendo mis pensamientos.

—Sí, supongo.

—Ánimo —dice, dándome una palmada en la espalda—. Hay mucha gente afuera. Nuestros padres, corredores, prensa…

—¿Lexy?

Aprieta los labios y niega con la cabeza.

—Lo siento. No pierdas la esperanza. Al menos te permitirá estar en la vida de tu hijo.

Asiento en silencio y lo sigo. Las entrevistas y discursos no me intimidan, pero nunca los disfruto.

Aunque la gente piense que soy sociable, la verdad es que siempre necesité mis momentos a solas. Incluso en mis relaciones.

Con Lexy es diferente. Cambiaría toda mi fama y mi dinero por un momento con ella. Así de simple confirmo que es la mujer indicada.

Dogan toma el micrófono y pide silencio. La música se detiene. El murmullo general baja y todas las miradas se dirigen hacia mí.

Tomo el micrófono. Veo a mis padres entre la gente: mamá grabando con el celular y papá sonriendo con orgullo.

Respiro hondo. El aire huele a pintura nueva y a algodón de azúcar. Intento sonreír.

—Hola a todos. Gracias por estar aquí y acompañarme en este día tan especial. A veces todavía me parece irreal. Lo soñé, lo imaginé tantas veces y hoy, por fin, es una realidad abierta al mundo—hago una pequeña pausa—. Hay muchas personas a quienes quiero agradecer. Primero, a mi familia. Han sido mi base, mi sostén. Gracias por estar aquí, incluso a mi hermano, que cruzó el océano para acompañarme.

»También agradezco a quienes me apoyaron en redes y a la prensa por ayudar a difundir este proyecto—paseo la mirada entre público aferrado a la esperanza de verla—. Y quiero hacer una mención especial a Lexy. Ella fue la mente brillante detrás del diseño gráfico y del sitio web. La contraté por su talento y, con el tiempo, me enamoré de su forma de ver el mundo, de su manera de acompañarme. Hoy puedo decir que no solo forma parte fundamental de este proyecto, también está gestando a la persona más importante de nuestras vidas. Gracias, Lexy. Gracias por creer en mí. Te amo.

Guardo silencio unos segundos. Me obligo a mantenerme firme, aunque por dentro solo quiero ir a buscarla.

»Eso es todo. Disfruten del lugar. Espero que les guste.

Bajo el micrófono en medio de los aplausos.

Mamá corre a abrazarme. Papá le dice que me deje respirar, y luego él me da un abrazo corto, pero lleno de significado. Saludo a Dogan y a varias personas más. Algunos niños me piden fotos.

Periodistas se acercan. Sonrío, respondo preguntas, oculto lo que siento. Lo hago bien. Nadie nota nada hasta que una periodista pregunta:

—¿Por qué Lexy se quedó en la parte de atrás? ¿No se lleva bien con tu familia o evita llamar la atención?

Frunzo el ceño.

¿Lexy… está aquí?

—Disculpa —respondo—. Necesito atender algo.

Camino entre la gente fingiendo que superviso el lugar, mientras busco su rostro. Me cruzo con Dogan.



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En el texto hay: comedia, drama, embarazo

Editado: 06.08.2025

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