Un amor talla Xl

Сapítulo 5

Mía

Todavía me cuesta creer que todo esto esté pasando de verdad. Un torbellino de acontecimientos paralelos: al otro lado de la ciudad, Natali descorcha una botella de champán celebrando la infiltración de su agente en un nuevo territorio; Artem saca de debajo de la cama sus manuales universitarios de interpretación, preparándome un curso exprés de “Cómo fingir ser una enamorada idiota y no morir de aburrimiento”; en la oficina central, el equipo del mismísimo Skyler trama un plan de gran mentira para los fans. Y yo… yo estoy en medio del salón de su casa sin saber dónde meterme.

Esta sala es tan grande como el gimnasio de un colegio. Solo que aquí no huele a sudor ni a zapatillas usadas, sino a un caro perfume ambiental, algo parecido a una mezcla de brisa marina, cuero y sándalo. Techos altos, muebles lujosos, mármol en el suelo… Por más que me irrite Skyler, tengo que admitir que tiene un gusto exquisito. Yo misma no me negaría a vivir en una casa así.

Alto. ¡Si es que ya voy a vivir aquí! Y la renta la pagaré con mis neuronas.

—Entonces… ¿me vas a llevar a mi habitación? —le pregunto, rompiendo un silencio que ya dura varios minutos.

Skyler asiente.
—Vamos. Está en el segundo piso, subiendo las escaleras y luego al fondo del pasillo —baja la mirada hacia mi maleta—. Y cuidado con ensuciarme la alfombra con las ruedas.

Él va delante y yo, a propósito, arrastro la maleta sobre esa alfombra blanca. ¿Quién compra algo así? ¡Es completamente impráctico! Lo mismo que esas escaleras de diseño sin barandillas: recé todo el camino para no caerme ni dejar caer mis cosas. Si al menos Skyler me hubiera ayudado a subir la maleta… pero claro, una estrella no va a ofrecer ayuda a los simples mortales.

—Para que lo sepas, no vine aquí por voluntad propia. Cuando acepté este trabajo no sabía que una de las cláusulas del contrato incluía vivir juntos.

—En ese caso, habrá que añadir al contrato las reglas de mi casa. Si vives aquí, tendrás que cumplirlas.

—¿Reglas? —repito.

—Sí —Skyler se detiene frente a la puerta de una habitación en la esquina—. Primera regla: silencio. Trabajo de noche y necesito dormir bien. Nada de secador, nada de música, nada de batidoras con tu smoothie mañanero.

¿Smoothie? ¿Acaso tengo pinta de desayunar smoothies?

—¿Y unos huevos fritos, al menos?

—No. En mi cocina solo se puede preparar café. No quiero que la casa huela a comida.

—¿Y qué comes, entonces? Oh, espera, déjame adivinar: bebes la sangre de tus fans.

Skyler ni se inmuta.
—Correcto. Aunque no pienso beber la tuya, tiene demasiado colesterol.

—Además, yo no soy fan —añado—. Pero hablando en serio, ¿qué comes?

—Cada mañana me traen un menú balanceado para todo el día. Le diré a Vadim que lo duplique. Quizá al principio te cueste acostumbrarte a la comida sana, pero al final será bueno para ti.

—Qué pena, me encanta cocinar…

—Ya se nota —rueda los ojos—. Siguiente regla: minimizar nuestros encuentros. Como ves, la casa es lo bastante grande para perderse en ella. Haz lo posible por no cruzarte conmigo hasta que yo te llame.

—De acuerdo —asiento—. Tengo la misma exigencia.

—Siguiente: no tocar nada, no mover nada, no sacar nada de la casa. Mis cosas son un santo grial, ¿entendido? Si las tocas, las profanas. En el ala izquierda, junto a la piscina, está el gimnasio. Puedes usarlo cuando yo no esté. Pero la piscina es zona prohibida.

—¿Por qué?

Skyler me mira con un desprecio que me hace sentir como una mancha de kétchup en una camisa de marca.
—Porque si nadas, provocarás un tsunami. ¿Te sirve esa respuesta?

—No. Pero ya entendí que de ti no hay que esperar nada sensato —trato de esquivarlo para entrar por fin en mi habitación—. ¿Esas son todas las reglas?

—No traer invitados. No fumar. No hacerme fotos sin permiso. No mascotas —enumera con los dedos.

—¿Respirar se puede?

—Se puede.

—¿Y tirarme pedos?

Sus ojos se abren como los de un pez fuera del agua.

—Solo me estoy asegurando de no romper ninguna de tus reglas —me defiendo.

—Vadim te hará un recordatorio y lo colgará junto a tu cama —por fin se aparta a un lado—. Espero que hoy ya no nos volvamos a ver.




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