Un amor talla Xl

Сapítulo 7

Skyler

Mi sueño vuelve a ser interrumpido por Vadim. No logro entender la mayor parte de sus palabras, porque aún no me he despertado del todo. Su voz suena como los chillidos de una gaviota. Y, a juzgar por lo asustada que está esa gaviota, otra vez tengo algún problema.

—¿Qué demonios haces en mi dormitorio? —murmuro, obligándome a abrir los ojos—. ¿Nunca oíste hablar de la privacidad? ¿Y cómo entraste a la casa? Te dije que la copia de la llave era solo para casos de emergencia.

—Me abrió Mía.

—Ah… cierto. ¿Todavía está aquí? —me doy la vuelta de espaldas y me estiro. Tengo que llamar al masajista, porque por el estrés de estos días siento una tensión extraña en los hombros.

Vadim se hincha y se pone rojo. Parece que está a punto de explotar de rabia.

—Por el amor de Dios, ¿puedes decirme por qué está llena de moretones? —ruge, inclinándose sobre mí—. ¿Acaso golpeaste a la pobre chica?

—¿Qué?

—De ti me lo esperaba todo, pero esto… ¡Esto sobrepasa cualquier límite! ¡Me niego a cubrirte el trasero! ¡Ya fue suficiente! Tus escándalos en fiestas, tus amenazas a periodistas, tus payasadas en transmisiones en vivo y el desastre en tus redes sociales… todo eso puedo manejarlo llamándolo “puro espectáculo”. ¡Pero levantarle la mano a una mujer! —se agarra la cabeza—. Me da vergüenza trabajar para alguien capaz de eso. Me siento cómplice.

Sacudo la cabeza, esperando que eso me despeje un poco y haga que mi cerebro por fin empiece a funcionar.

—¿De qué demonios estás hablando?

—¡De Mía! ¿Crees que no vi los moretones? Esto es un escándalo… ¡un escándalo mayúsculo!

¡Ah, con que de eso se trata! Agarro la almohada y se la lanzo a Vadim.

—¡Así que eso es lo que piensas de mí!

—Solo digo lo que vi.

—¡Antes de hablar, deberías encender la lógica! ¿Acaso tengo pinta de tirano que golpea mujeres?

—Bueno… si soy completamente sincero… un poco sí.

Le tiro otra almohada y alargo la mano hacia el candelabro de la ventana, que también podría volar enseguida.

—¡No le pegué a Mía! Simplemente se cayó por las escaleras. ¡Sin mi ayuda!

Vadim al fin se calla. Retrocede hasta la puerta, desviando la mirada con culpa.

—Ya veo… Está bien —murmura para sí mismo—. Entonces podemos volver al trabajo… Tenemos montones de asuntos pendientes.

—¡Primero me acusas y ahora actúas como si nada hubiera pasado! ¡Si crees que voy a perdonarte así como así, te equivocas! ¡Ya estoy ofendido!

—¿Y qué más podía pensar? Ayer pasaste el día entero gruñendo y bufando. Y esta mañana veo a Mía llena de moretones. La conclusión era obvia —farfulla—. Pero me alegra haberme equivocado. Así que prepárate: desayuna rápido y nos vamos a la oficina. Hay que grabar tu mensaje a los fans cuanto antes. Karina ya lo tiene todo listo.

Asiento. Las vacaciones se acabaron. Es hora de volver a la vida habitual, en la que cada minuto está planificado con una semana de antelación. Empiezo a vestirme, y de pronto me detengo, sin llegar a abrocharme los vaqueros.

—Hay un problema —recuerdo.

—¿Qué más ahora?

—No tengo novia. Hay que buscarle un reemplazo a Mía.

—¿Por qué? ¿Después de la caída por las escaleras ya es “inservible”?

—Lo era desde el principio. Por eso… por eso ayer la despedí.

A Vadim se le dilatan otra vez las aletas de la nariz.

—¡No puedes despedir a alguien que no contrataste! —gimotea. Da la impresión de que está a punto de ponerse a llorar.

—Claro que puedo. Le pago yo, así que el empleador soy yo. Y si quiero, la despido. A ti también podría despedirte, por cierto.

Vadim da un paso al frente y cierra la puerta tras de sí.

—No vamos a encontrar a una chica mejor. Con Mía ya escribieron una historia de amor perfecta y creíble. Tan buena que ni sus colegas limpiadores podrían desmentirla. Escucha nada más… —saca de su bolsillo una pequeña libreta.

—¡No, escucha tú! Necesito una chica más… dócil. Una que me obedezca. Y esta… demasiado terca. Tiene opinión propia y no le interesa escuchar otra.

—Mira quién habla… ¡igual que tú! —suspira Vadim.

—Aunque así fuera. En una pareja deben existir los opuestos, ¿no? Yo dicto las reglas y ella obedece. Esa es la receta de la armonía. De lo contrario, habrá caos.

—Espera… ¿tienes miedo de no poder con ella? ¿Es demasiado para ti?

—¡Tonterías!

—Oh… lo adiviné. Estás acostumbrado a que todas las mujeres recen frente a tu retrato. Y ahora llega Mía con su indiferencia… Eso te toca el ego, ¿verdad? Te gustaría tener a otra fan histérica que muera de felicidad lavando tus calcetines sucios. Pero eso no va a pasar. La apuesta es demasiado alta, y justamente por eso la sensatez y el temple de Mía son un enorme punto a favor. Hará su trabajo sin ilusiones y sin crear problemas.

Por supuesto que no se lo admitiré, pero en sus palabras hay un grano de lógica. Una vez tuve la imprudencia de salir con una fan… Al día siguiente contó al mundo entero que éramos pareja y que ya planeábamos boda. Incluso publicó una encuesta en Instagram para elegir nombres a nuestros futuros hijos. El recuerdo aún me hace estremecer. Apenas logré librarme de ella. Me costó buena parte de mis nervios y unos cuantos billetes extra para Vadim, que consiguió eliminar todas nuestras fotos de las redes.

—Pero Mía no pareció muy afectada cuando escuchó lo de su despido —recuerdo su reacción de ayer—. Aunque le pidas que se quede, puede que no acepte.

Vadim aprieta los dientes. Cuando se enfada, se pone rojo como un tomate.

—No seré yo quien se lo pida. ¡Serás tú! Haz lo que quieras —ponte de rodillas si es necesario—, pero dentro de una hora los dos tienen que estar en la oficina.

—¿Y ahora quién se cree el jefe? —mi paciencia también tiene un límite—. ¿Olvidaste quién manda aquí?

—No serás mi jefe por mucho tiempo si no recuperas tu popularidad. Y para eso necesitas a Mía. Por favor, Skyler. Solo una vez haz lo que la situación exige.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.