Un amor talla Xl

12.1

Al llegar a la entrada de la casa de Skyler, veo a Vadim. Está apoyado en el capó de su coche, moviendo el pie con nerviosismo y mirando el reloj cada pocos segundos. Está claro que está tenso. No es para menos: su jefe, sin él, resulta completamente inútil. Como un pececillo que se aventuró solo al océano abierto y corre el riesgo de ser devorado por tiburones.

Freno suavemente junto a él. Quiero bajar la ventanilla y asomarme con estilo, pero olvido qué botón la controla. Han metido tantos caprichos en este coche que una se rompe la cabeza antes de entender qué hace cada cosa.

—¡Gracias al cielo, sigo vivo! —Skyler prácticamente se catapulta fuera del auto y apenas logra contenerse para no besar el suelo—. Ha sido el viaje más extremo de mi vida.

Yo salgo detrás de él.

—¡Hola! —saludo a Vadim.

Él no responde enseguida; me mira con la mandíbula entreabierta, luego pasa la vista de mí al coche.

—¿Skyler te dejó conducir? No me lo creo…

—Bueno, —me encojo de hombros—, no es que tuviera mucha opción.

—Me salvó de los periodistas, pero casi me mata provocando accidentes —murmura Skyler.

Da vueltas alrededor del coche, lo examina, lo palpa con la punta de los dedos y se agacha para mirar debajo del chasis. Parece un detective buscando pruebas de un crimen. Pero no encuentra nada: ni arañazos, ni abolladuras, ni sangre de peatones. Exagera. Yo conduje perfectamente. Bueno, puede que cortara el paso a un par de taxis, pero se lo buscaron.

—¿Los reporteros te fotografiaron al volante, Mía? —pregunta Vadim.

—Por supuesto.

—¡Excelente!

—Y también me captaron las cámaras de tráfico, así que hoy recibiré una multa por exceso de velocidad —añade Skyler, aunque ya sin tanta rabia—. En fin… Vadim, aparca el coche en el garaje y llévame al estudio en el tuyo. Mientras trabajo, pasa por contabilidad: hay algún lío con los impuestos. Llama también al jardinero, que el césped está salvaje y las rosas pasadas. Y averigua si ya prepararon la nueva coreografía; si es así, que te manden el vídeo, lo veré luego.

—Entendido —asiente Vadim.

—Y tú, —Skyler se vuelve hacia mí; su tono de mando se suaviza un poco—, quédate en casa.

—Vale, pero necesito tu número —le digo—. Por si pasa algo.

—No pasará nada. Si necesitas ayuda, llama a Vadim; ya tienes su número.

Maldita sea. Pensé que por fin iba a ganarme un pequeño premio de parte de Natalia. Los números personales de los famosos son oro para los periodistas. Cualquiera en mi campo vendería el alma por el número de Skyler. Hasta podrían subastarlo en secreto.

—Vaya pareja somos… —suspiro—. Vivimos bajo el mismo techo y ni siquiera tenemos nuestros teléfonos.

—Ficticia, —responde cortante, y entra en la casa a por su guitarra.

Le cuento a Vadim nuestras aventuras del día. Él se ríe, nos felicita por el buen trabajo en equipo y luego me enseña unos gráficos con estadísticas sobre la reacción del público a nuestra “pareja”. No sabía que el amor y la atención del público se pudieran medir con fórmulas matemáticas. No entiendo nada, pero asiento para no parecer tonta.

—También sería buena idea que se dejaran ver juntos en algún evento VIP… Pronto empieza la Semana de la Moda. Conseguiré invitaciones para los dos.

—¡Perfecto! —no puedo ocultar mi entusiasmo. Seré la primera periodista en asistir no solo al desfile, sino también al after-party. Natalia se va a morir de envidia. Y yo apenas me contengo.

—Y otra cosa… Skyler tiene razón. Puedes llamarme a cualquier hora.

—De acuerdo.

—Incluso si solo te apetece hablar —dice con una sonrisa ladeada y me guiña un ojo—. De lo que sea.

Suena a un coqueteo ligero, una especie de tanteo para ver si hay terreno fértil. Pero finjo no notarlo. Es un hombre atractivo y parece buena persona, justo por eso prefiero mantener la distancia. Tarde o temprano descubrirá mi mentira, y cuando lo haga, el golpe será duro para todos.

—Entendido —asiento, disimulando su atención.

Por fin el rey Skyler aparece. Lleva otra camiseta y una funda de guitarra colgada al hombro.

—Y que no haya sorpresas, —me advierte antes de subir al coche de Vadim.

Ninguna sorpresa. Solo voy a encerrarme, llamar a Natalia y enseñarle por videollamada toda la casa. Luego escribiré otro artículo asegurando que nuestro portal no cree en el “amor” entre Skyler y Mía. Y después empezaré a preparar el reportaje sobre su conflicto familiar. Siento que ahí hay material jugoso.

Pero primero… el baño en la piscina.




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