Un Angel En La Oscuridad

CAPÍTULO I (parte cuatro)

LA HORA CERO

 

“Sabe que he venido por él, lo sé por la manera en la cual me observa… siento pena, odio este trabajo, porque acepte realizar este tipo de cosas, ¿cuánto tiempo llevo ya en esto?, creo que ya perdí la cuenta.

Evita llorar, no llores… debes de estar ya acostumbrada a este tipo de cosas…

Pero no logro entender porque hoy, porque ahora, no es su tiempo, porque tienen que lastimarlo, él tiene una cara feliz, tiene una gran sonrisa…

Porque tiene que traerme recuerdos de ese estúpido…

Quiero ser feliz…

-Suena un trueno al fondo-

Lo sé, su momento ha llegado.”

 

-Erick, hola, tierra llamando a Erick, repito, tierra llamando a Erick, ¿Se encuentra en línea? - mientras decía estas palabras pasaba su mano por mis ojos intentando traer de vuelta mi pensamiento y que dejara de pensar en la hermosa chica que de pronto se había acomodado en un asiento delante de nosotros.

-Perdon, me distraje- lo dije con una sonrisa muy maliciosa.

- ¿Qué horas tiene? - volteo a ver mi reloj y contesto -Faltan tres minutos para las cinco de la tarde-

-Parece que esta vez, llegaremos algo temprano a la universidad- mientras me decía estas palabras, recostaba su cabeza en mi hombro y cerraba sus ojos.

En realidad, ella estaba cansada, había tenido un dia pesado en su trabajo y un par de problemas mas se sumaron a ello, y como era de costumbre yo comenzaba a sobar su cabeza para que lograra dormir. Aunque esta vez, tenia ojos viendo esta pequeña actuación y unos muy curiosos.

-Hola, ¿Qué tal esta? – dije de una manera atrevida y con una sonrisa en mi rostro.

Al encontrarse descubierta no quedo más opción que contestar el saludo de una manera tímida y sonrojada - ¡Hola!, lo siento no era mi intención ser maleducada- lo dijo de una muy manera tierna, y se podía notar que estaba nerviosa.

-Jajaja tranquila, no hay ningún problema, más bien me disculpo por ser yo tan atrevido- decía esto con una sonrisa muy amplia que parecía que tocaba mis orejas y ella por lo mismo me quedo observando fijamente y me hizo una pregunta algo extraña…

- ¿Te parezco linda? – sentí como un golpe directo a mi corazón y noté como se aceleraba y de pronto el que se sonrojaba era otro.

-Ah, pues, como decirlo- sentía como mi lengua se enredaba y cada vez más nervioso me ponía, tanto que sin darme cuenta estaba jugando con mis manos y ya no estaba consintiendo a mi amiga -Claro que sí – lo dije de manera muy valiente, y cuando ella escucho esas palabras, SONRIO.

-Gracias, note como me quedaste viendo y pues creo que te juzgue mal- sostenía su cabello y comenzaba a deslizar sus manos sobre él, haciéndola ver más linda todavía, y mis ojos se perdían cada vez más en su mirada y sin darme cuenta solté unas palabras muy atrevidas que la dejaron muy sorprendida.

-Créame que, si tuviera la oportunidad de conocerla mucho más tiempo, no dudaría ni un segundo en declararle mi amor y decirle que fuera mi novia- mi corazón aceleraba más, estaba muy nervioso y mis manos parecían autónomas, no paraban de moverse y estaba mas colorado que un tomate en verano.

Ella al escuchar estas palabras, su sonrisa se fue, de pronto lagrimas comenzaron a brotar de sus ojos y de pronto dijo algo muy extraño -No puedo hacerlo, no puedo, no puedo, no puedo- agarro mis manos y me dijo lo más extraño que había escuchado.

-Erick, vete de este bus, tu hora ha llegado y no tengo valor para hacerlo- mientras decía estas palabras sostenía de manera muy fuerte mis manos y me las apretaba, dándome a entender que algo malo estaba cerca, de pronto un grito se escucho y las cosas comenzaron a salirse de control.




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