El sonido de la música en el lugar estaba excesivamente alto para los gustos de Lexie, en ese momento odió a su mejor amiga Sylvie por convencerla de acudir a aquella fiesta de fraternidad.
«¡Por Dios! ¿Qué hacían allí?»
Ellas ni siquiera asistían a la Universidad de Nueva York, pero Sylvie siempre había sido el alma de las fiestas y, según ella, parte de la experiencia universitaria era conocer tantos chicos como les fuera posible y los de la escuela Parson, a la cual ellas asistían, nos le parecía tan interesantes como los de la NYU.
Lixie deseó estar en la comodidad de su minúscula cama en el dormitorio del campus, adelantando sus trabajos para la próxima semana, practicando nuevos diseños, o buscando ese trabajo de medio tiempo que tanto necesitaba para sobrevivir a ese primer año.
Parson era una universidad muy costosa y, a diferencia de su mejor amiga, Lexie no provenía de una familia adinerada. Sus padres eran simples trabajadores de clase media que estaban haciendo un gran esfuerzo y se habían endeudado hasta el cuello para que su pequeña fuera a Nueva York y cumpliera su sueño de estudiar diseño de modas en la universidad más prestigiosa en esa área.
—¡Relájate, Lexie! —instó su mejor amiga mientras chocaba la cadera con la suya al ritmo de la música—. Eres joven, eres hermosa, y esta etapa no se va a repetir, disfrútala amiga.
Sylvie se llevó el vaso rojo que sostenía a los labios y se tomó todo su contenido, Lexie la miró con los ojos bien abiertos, ellas no estaban acostumbradas a tomar de ese modo y estaban en una ciudad nueva llena de desconocidos, embriagarse en un lugar así no parecía una buena idea.
—Sylvie, controlate, por favor —pidió realmente nerviosa.
—Estoy bien, bebe tú —ordenó.
Su amiga prácticamente la obligó a llevarse el vaso a la boca y beber un trago. El líquido transparente quemó la garganta de Lexie, sin embargo, estaba mezclado con algo gaseoso y tenía un toque ácido que no le resultaba desagradable.
Sylvie comenzó a menear sus caderas y Lexie sonrió deseando internamente ser un poco más como ella, relajada, divertida.
Una hora después, Sylvie no dejaba de bailar con cuanto chico se le atravesaba mientras Lexie solo la miraba en una esquina de la cocina. Escaneó el enorme salón de la casa, abarrotado de universitarios ebrios y de pronto su mirada se detuvo en un chico con sudadera gris al otro extremo de la sala, permanecía recostado en una esquina jugueteando con un vaso igual al suyo, se veía algo solitario. Se rió internamente y pensó que quizás los demás la veían a ella del mismo modo.
Lexie no pudo explicarse lo que sintió pero toda su atención se detuvo en ese chico, como si mágicamente las decenas de personas en el lugar hubieran desaparecido, y todo se magnificó cuando él alzó su rostro y bajo la capucha de esa sudadera, sus miradas se cruzaron.
Una descarga recorrió el cuerpo de Lexie desde la punta de sus pies hasta la última hebra de su cabello, su corazón golpeó con fuerza dentro de su caja torácica y casi pudo jurar que de su boca salió un vergonzoso jadeo.
El chico era hermoso, parecía modelo de revista, con facciones finas pero muy masculinas, la capucha cubría gran parte de su cabello pero algunos mechones rubio oscuro escapaban cayendo por su frente, sus ojos, por la distancia y la poca iluminación no podía distinguir bien el color, pero podía jurar que eran claros, aunque lo que realmente la impactó fue lo que transmitían, tristeza, pena, soledad; de repente, Lexie sintió una extraña necesidad de abrazarlo y decirle que ella estaba allí, que siempre estaría allí para él.
La chica bajó el rostro apenada al darse cuenta del rumbo que estaban tomando sus pensamientos y sacudió la cabeza para despejarse de ellos, pensando que definitivamente se había vuelto loca, cómo podía sentir algo así con un perfecto desconocido.
La noche siguió y el aburrimiento de Lexie crecía cada vez más, se obligó a resistir por su amiga que parecía estarse divirtiendo mucho y para su sorpresa se terminó todo el contenido de su vaso y aceptó el segundo. Cuando ya no pudo soportar más el sueño, decidió acercarse a Sylvie para decirle que se iría, que si quería ella podía quedarse, le daba temor dejar a su amiga sola pero ya no soportaba más estar en ese lugar.
Cuando estaba a dos pasos de sujetar el brazo de su amiga, su propio brazo fue sujetado por una mano grande pero suave. La piel se le calentó bajo ese contacto y cuando giró su rostro para ver de quien se trataba casi se desmaya al descubrir unos impactantes ojos verdes.
—Sabía que eran claros —murmuró entre dientes para sí misma e inmediatamente se sintió avergonzada por su desatino.
—¡Qué! —exclamó el chico confundido.
Lexie sintió como toda la sangre de su cuerpo se acumuló en sus mejillas y detestó ser tan torpe, una vez más esa noche deseó ser un poco más como su amiga.
—Tengo rato mirándote —continúo el chico al notar su sonrojo—, se nota que no quieres estar aquí.
—Pues, tú tampoco te ves muy a gusto. —Se aventuró a responder ella, siendo consciente de que eso delataría que ella también lo había estado mirando.
Él sonrió y si antes le había parecido un modelo en ese momento lo comparó con un ángel. Tenía la sonrisa más hermosa que había visto en su vida y no solo por lo blanco y perfecto de sus dientes, que lo hacía lucir tan sensual, sino por los hoyuelos que se formaban en su mejillas y le daban ese toque de inocencia y calidez.