Lexie se estiró en la cama al sentir el rico aroma del café, abrió los ojos con pereza para encontrarse con un Nathan en pantalón deportivo y sin camisa, dejando ver un torso definido que ella había conocido muy bien la noche anterior; pero, lo mejor de todo era, sin duda alguna, su hermosa sonrisa, más radiante que de costumbre.
—Buenos días, bella durmiente —saludó mientras dejaba una bandeja con el desayuno a su lado para darle un beso en los labios.
En realidad ya se habían dado los buenos días hace un par de horas, cuando despertaron abrazados, pero Nath le pidió que durmiera un poco más mientras él se encargaba del desayuno.
Lexie se incorporó en la cama para sentarse, cubriendo su cuerpo con la sábana, aunque ya no había nada que pudiera ocultarle a Nath, él ya lo había explorado todo.
Nathan le ofreció una taza de café y se sentó a su lado. Lexie inhaló profundamente antes de tomar el primer sorbo que le sentó de maravilla, para luego seguir con los pancakes con sirope de chocolate.
Degustó todo extasiada alabando las artes culinarias de Nathan que hasta ese momento le eran desconocidas.
—En realidad, es lo único que sé hacer —confesó él con vergüenza acariciando su nuca.
—Pues está delicioso —halagó ella para luego darle un beso con sabor a chocolate.
La sonrisa de Nathan se borró luego de unos segundos y aunque quiso ocultarlo, Lexie ya lo conocía bastante bien y sabía que algo le pasaba, estaba nervioso.
—¿Qué pasa? —cuestionó ella dejando la taza nuevamente en la bandeja—. ¿Es por lo que hicimos? —preguntó con el ceño fruncido—. ¿No te gustó?
De pronto se sintió pequeña e insuficiente para él, un sentimiento completamente desconocido para ella que solía ser muy segura de sí misma pese a su timidez.
—¡Qué! —exclamó él incrédulo ante su pregunta—. Lex fue la mejor noche de mi vida, de eso puedes estar segura.
—Entonces, ¿qué pasa? —preguntó entrelazando sus manos.
Él introdujo su mano libre dentro del bolsillo de su pantalón y sacó un sobrecito blanco con letras rosa. Ella no supo en primera instancia de qué se trataba.
—Lo siento, Lex, anoche fui descuidado —respondió él encogiéndose de hombros realmente avergonzado.
Él no solía ser de ese modo, era un hombre muy responsable, pero Lexie estaba rompiendo todos sus límites y estructuras. La rubia lo había convertido en un hombre impulsivo y emocional.
Lexie abrió los ojos cuando finalmente comprendió de lo que se trataba, era una píldora de emergencia y recién en ese momento cayó en cuenta de que, efectivamente, no se habían cuidado.
—Yo - yo, también lo siento —balbuceó ella apenada—, tampoco lo pensé.
—Estabas nerviosa, era tu primera vez, es lógico; yo debí pensar en ello, soy el que tiene experiencia, se supone que debería ser el responsable en esto.
Lexie apartó un poco más la bandeja y se sentó en el regazo de Nathan, acunó su rostro y le sonrío.
—Esto es cosa de dos, Nath, los dos somos responsables. —Le dio un suave pero intenso beso y luego tomó el pequeño sobre en su mano—. Gracias por pensar en esto.
—No me gustaría que lo tomaras, a veces puede generar algunas molestias, pero en este punto es nuestra única opción.
—Tranquilo, soy una chica fuerte —respondió guiñandole un ojo y procedió a tomarse la píldora pasándola con un poco de jugo—. Oye, y cómo sabes eso —preguntó mientras devolvía el vaso a su sitio.
—¿Qué cosa?
—Lo de las molestias, ¿tienes mucha experiencia usando esto?
Nathan notó el recelo en su pregunta y no era para menos, habían compartido lo más íntimo que pueden compartir dos seres humanos y lo habían hecho sin ningún tipo de barreras. Ella había confiado en él, le había entregado algo que para ella era muy importante y lo último que él quería era que pensara que era un promiscuo irresponsable.
—Sé lo que estás pensando, y aunque va a sonar a respuesta trillada, es la pura verdad… Yo no soy así, no suelo hacer esto; es decir, no de este modo, aunque parezca mentira después de mi actuación de anoche, soy muy responsable.
Lexie le sonrió nuevamente y envolvió sus manos en su cuello para besarlo de nuevo.
—Sí te creo —aclaró para tranquilizarlo—, yo creo ciegamente en ti Nath. —Nathan pasó saliva ante esa afirmación—. Por eso, lo único que te voy a pedir es que no me mientas nunca, amor, porque yo creo todo lo que tú me digas y no soportaría nunca una mentira de tu parte.
Nathan sintió como el peso de mil elefantes caía sobre él y lo único que pudo hacer fue abrazarla, abrazarla fuerte y pretender que todo estaría bien.
El sonido de su teléfono vibrando sobre su mesa de noche fue el causante de que el abrazo terminara. Nathan estiró su brazo para tomar el móvil y la palabra papá hizo que una corriente de frío recorriera su espina dorsal, un recordatorio oportuno de lo que en realidad era y lo que debía hacer.
—Disculpa, bonita —dijo mientras levantaba a Lexie de su regazo para salir a la terraza a contestar.