Esperar los resultados de la biopsia que le habían realizado a Violet fue otra prueba para Lexie. Noche tras noche se acostaba pidiéndole a Dios que la leucemia que padecía su hija fuera fácilmente tratable y de buen pronóstico.
La doctora Collins, la encargada del caso de su hija, ya le había explicado todos los posibles escenarios, pero lo más importante era que, fuera cual fuera el resultado, Violet debía iniciar su primer ciclo de quimioterapias lo antes posible y eso le aterraba. Su hija era apenas una niña y no sabía si su corazón iba a soportar verla sufrir tanto.
La única buena noticia que recibió Lexie en esos días era que las facturas del hospital nunca le llegarían, puesto que el mismo trabajaba con donaciones, tanto nacionales como internacionales. Fue un alivio y una bendición escuchar aquello, ya que, era casi seguro que perdería su empleo, el supermercado no estaba en condiciones de mantener a una empleada que no podía trabajar y ella sabía que no iba a poder hacerlo en mucho tiempo. Su hija recién iniciaba ese tormentoso camino y ella no pensaba soltar su mano ni un solo segundo.
—¡Mira, mami! —gritó Violet para proceder a lanzarse por el tobogán plástico del pequeño parque en el hospital.
Su doctora le había permitido salir a jugar, la niña necesitaba divertirse, ser libre aunque fuera unos minutos, antes de iniciar esa temida primera ronda que Lexie suplicaba no le afectara tanto.
—¡Muy bien, cariño! —animó desde el banco en donde estaba sentada junto a su madre, quien tampoco se separaba de ellas.
Ver a Violet jugar y reír junto a otros niños era un pequeño bálsamo para ambas mujeres.
—Lex. —Oliver llegó y tocó su hombro. Lexie alzó la mirada para verlo, ni siquiera sabía que estaba en el hospital—. Ava te está buscando,ya está listo el resultado.
El corazón de Lexie se saltó varios latidos con aquella noticia y la mirada de Oliver nuevamente fue el espejo que le mostró que lo que tenían para decirle no era nada bueno.
—¿Qué pasa ahora? —preguntó con voz temblorosa.
—Ven, ella va a explicarte.
—Ve, hija, yo me quedo con Violet —indicó su madre.
Lexie se puso de pie con piernas temblorosas y siguió a Oliver por aquel lugar, aquellas instalaciones tan hermosas, llenas de color, brillo y alegría, pero que para ella no dejaban de ser oscuras y sombrías por todo lo que representaban.
Llegaron al consultorio de la doctora y Oliver tocó antes de pasar. Era evidente que la mujer los estaba esperando, sentada tras su escritorio.
—Hola, Lexie, toma asiento por favor —indicó señalando la silla frente a ella.
Lexie hizo lo que se le pidió y agradeció que Oliver se sentara junto a ella. El hombre había sido un gran apoyo durante todo el proceso y, a pesar de no llevar el caso, ni siquiera trabajar en ese lugar, se había mantenido al tanto del todo. Eso sería algo por lo que le estaría eternamente agradecido a Ava.
—Ya tengo el resultado de la biopsia y el resto de exámenes —declaró la doctora—, como ya te había explicado con esto podemos tipificar la leucemia de Violet y así diseñar el mejor esquema de tratamiento para ella.
—Sí, entiendo —respondió Lexie con el corazón en la garganta.
La mujer miró a su colega, entendiendo lo mucho que el caso le afectaba y no precisamente por un tema profesional. Tomó aire y continuó:
—Violet tiene Leucemia Mieloide Aguda, lamentablemente, no es la más común, ni la más fácil de tratar.
La vista de Lexie se nubló y sintió como el suelo bajo sus pies se abrió. Oliver tomó su manó al ver su palidez y notó la frialdad de su piel.
—Lex, ¿estás bien? —preguntó preocupada.
«¿Bien?». Se cuestionó Lexie con ironía.
Ella no estaba bien desde el mismo momento que había recibido ese horrible diagnóstico y no lo estaría hasta que su hija se sanara.
—Lexie, no quiero que pierdas la fé —añadió la doctora—, esto no es una sentencia, aún hay muchas cosas que podemos hacer, solo que ahora nos va a costar un poco más.
—¿Eso qué significa exactamente? —preguntó Lex casi en susurros.
Su voz no salía, dudaba de cuantos golpes más podría soportar; pero, de algo estaba segura, haría lo que fuera por salvar a su hija.
—Eso significa que necesitaremos más quimio, dosis más altas, más medicamentos y quizás lo más importante, un trasplante de células madres.
—¿Qué - qué es eso? —balbuceó.
—Verás, Lexie, como ya te he explicado esta enfermedad, en términos sencillos, lo que hace es impedir que las células sanguíneas se formen adecuadamente. La quimioterapia lo que busca es eliminar todas esas células dañadas, pero la médula de Violet debe responder para generar nuevas células, células sanas y allí es donde entra el trasplante, lo que hará es reemplazar esas células malas con células nuevas.
»No todos los niños son sometidos a trasplantes, porque eso también tiene sus riesgos, algunos responden bien solo con la quimioterapia; pero, con el tipo de leucemia que tiene Violet, la probabilidad de recaída es muy grande, por eso sugerimos hacerlo de entrada.