Miércoles 28 de septiembre, 2024.
Rusia, Moscú.
Eres un inútil…
Inservible…
Todos te juzgan en silencio…
No hay nadie en el mundo que no te tenga lástima…
Te quedarás solo…
Unas voces lo atacaban frívolamente dentro de su mente mientras él agarraba su cabeza, moviéndola en modo de negación. Su espalda se apoyó contra el escritorio, quedando sentado en el suelo, entretanto cerraba los ojos e imploraba que lo dejaran en paz, sin embargo, los gritos fueron más agresivos, alterando su estado de ánimo con sucesos del pasado y regaños de su padre, quien lo golpeaba diciéndole que era un afeminado por ser tan frágil y no resistir nada.
—No voy a quedarme solo. —balbuceó incoherente, abriendo mucho los ojos hasta que ese miedo se transformó en cólera. —¡Dije que no me voy a quedar solo! ¡Nunca! ¡Jamás! —desgarró su garganta en un alarido iracundo, que hizo sobresaltar a su secretaria, misma quien se hundía en su escritorio, fuera del consultorio.
Su rostro se tiñó de un rojo intenso, haciendo que su sangre hiciera ebullición al mismo tiempo que su imaginación tomaba control, dándole lo que tanto odiaba; un escenario donde todos se reían y lo señalaban por perder a toda su familia.
…Eres un perdedor, Kuznetsov…
Pronto el ambiente de su consultorio cambió, gruñó lleno de furia, jalándose los cabellos para luego proceder a tirar todo lo que encontró, lanzó los historiales médicos, rompió un bonito jarrón que reposaba en el escritorio y desordenó todo su espacio laboral, escuchándose un ruido estruendoso mientras su ira dominaba cada parte de su sentir.
Solo pensaba en callar esas inseguridades.
De repente, ya no quedó nada por destruir y se vio en el medio del espacio, observando con rabia el desorden, que ocasionó él mismo. Su pecho subió y bajó irregularmente, tensando sus hombros al relinchar como toro y exhalar humo de sus fosas nasales. No aparentaba ser el amable doctor Lukyan Kuznetsov, director de la clínica y un cirujano profesional. Se arrodilló en el caos, estirando hacia abajo sus cachetes.
—Eres un maldito estorbo, Lukyan. Por eso, nadie en la familia te quiso, ni siquiera mamá, quién mentía diciendo que eras su adoración. —murmuró en trance, desorientado de su entorno y culpándose hasta de la muerte de una hormiga. Su momento fue interrumpido con dos toques en la puerta, entonces su ansiedad se disparó.
¿Qué cara pondría su secretaria al ver todo el desastre? ¿Lo odiaría? ¿Renunciaría como las otras? O peor aún, empezaría a contar rumores sobre su temperamento. Pensar esto último volvió a impulsar su furor y como una bestia, se levantó abruptamente, caminando hacia la entrada para abrir y desquitarse contra cualquiera.
—¿Qué demonios quieres ahora, Veronika? —bramó encolerizado, abriendo la puerta de golpe y quedando cara a cara con dos mujeres totalmente pálidas, quienes oyeron el terremoto que sacudió su consultorio.
—S-señor. —tartamudeó la secretaria, intimidada por su mirada incendiada. —Vine a presentarle a la señorita Sarka Magomedova, es la graduada que escogió para que hiciera su residentado médico en la clínica. —informó la situación, sintiendo la mismísima libertad cuando esos ojos verdes se dirigieron a la nombrada. Por lo usual, su jefe no era así, pero había momentos donde tenía dichos episodios, que lo desequilibraban.
Su padre le dijo que el doctor, a quien admiraba, era alguien de suma amabilidad y paciencia, así que no debía preocuparse al aprender de él, pero lo que vio Sarka en ese momento, fue a un animal salvaje encarcelado, quien la enterró en su sitio.
—Que venga mañana. Hoy no estoy disponible. —dictaminó rabioso, brillando en sus pupilas las llamas de un fuego descontrolado. Sarka apretó los labios, a punto de sacar esa personalidad, que le había traído tantos problemas, sin embargo, el doctor les cerró la puerta en la cara, ignorándolas.
La secretaria suspiró, poniendo cara de alivio sin notar que la recién graduada estaba, subiéndose las mangas de su blusa para ir a buscar pelea al ring.
—¿Quién se cree para hablar como si yo no estuviera presente? Demonios. Esto me pasa por bajar la guardia, si hubiera sabido que sería esta clase de hombre, habría venido sin coser mi boca sin filtro. —aclamó molesta, arrugando el ceño cada vez que iba a explotar de la indignación. Tomó la perilla de la puerta y antes que la abriera para armar un lío, Veronika la detuvo. —¿Qué sucede contigo, mujer? Él no sabe tratar a las personas. ¿Acaso no sabe quién soy? —anunció en voz alta, sin comprender a la otra fémina, quien le pidió que se calmara y no fuera a perturbar más al cirujano.
Sarka le dedicó una mirada desafiante a Veronika con quien socializó hasta por los codos, bueno, eso hasta que el gigante destruyó su propio lugar laboral.
—¿Hija de quién eres, niña? ¿Eh? Solo eres una graduada que busca hacer su especialidad en una prestigiosa clínica. Tienes suerte de que el doctor te haya elegido para que trabajes junto a él, el resto fue asignado a otros doctores. —encaró crudamente, brindándole una cachetada con sus palabras porque así se movían en la sociedad, conociendo a gente influyente.
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Editado: 05.07.2022