No solía acostumbrar ir al médico muy seguido, no después de lo que le esperaba en ellos. No necesitaba ser un profesional de la salud para saber, que su presión estaba sobrepasando los límites y la mocosa lo mataría para quedarse con todo su dinero. Ivanova parecía que gritaba querer ser despedida, pero por alguna razón ahí estaba, sentando en su silla de la empresa por la noche mientras tomaba una infusión y se masajeaba la frente.
Paz, Akim. Paz.
—¿Sabes, Annika? Desde que te contraté, sentí una corazonada. —charló de manera calmada asustando mucho a la joven, quien jamás lo ha visto pasivo. Akim tomó aire, diciéndose que no podía cometer asesinato. —Eres torpe, irresponsable y…malditamente ineficaz. Ahora, me sales con que no tienes a donde ir. —relató haciendo un gesto de menos con la mano, viéndole la cara, aunque ella tenía los ojos enterrados en el piso.
—T-tengo a car-cargo a m-mi abue-abuela enferma y soy l-la única…
—¡Hable claro y sin tartamudear! —gritó jodidamente molesto y luego carraspeó. —No la entiendo si balbucea, Annika. —remarcó su error y la razón de su explosiva razón. La muchacha hipó ante el alza de su voz y tembló como un pollito que apenas salía del agua luego de ser ahogado.
—Mi abuela tiene cáncer pulmonar y el banco embargó mi casa, por eso estuve, quedándome aquí. —sus palabras fueron más fluidas, pero en ellas se conservaban un ligero tintineo. Akim no sintió empatía ni nada por su tragedia, para él esto ya era caso de despido. La muchachita apretó los labios. —Señor. —matizó. Su jefe la vio mientras bebía su infusión totalmente despreocupado e inerte en cuanto a emociones se trataba.
—¿Qué, Annika?
Alzó la mirada, mostrándole sus ojos claros y se tomó el atrevimiento de pedirle algo.
—Yo…yo traté de decírselo hace algunos días, pero no me dejó hablar. —expuso, temblando todo su cuerpo al estar hablando bajo esa mirada inquisidora. —Quisiera…saber si puede adelantarme tres meses de sueldo. Yo sé que solo soy un desastre para usted, pero…pero por favor, ayúdeme. Yo… ¡yo trabajaré más duro y seré eficaz, haré lo que quiera, pero por favor, ayúdeme a pagar la hospitalización de mi abuela! —rogó con todo el corazón quebrado, suplicándole por su ayuda. Juraría lo que sea con tal de tener viva a Larissa. —Si no la pago hasta mañana, no la tratarán y…podría morir, por favor, señor…—estuvo a punto de arrodillarse para humillarse y besarle los pies si era necesario, pero Akim la frenó.
—Annika.
La joven contuvo la respiración.
—Señor.
Akim sonrió de una manera poco humana.
—¿Al menos tienes descaro? Creo que no. —se burló cruelmente, importándole muy poco el sentir de su secretaria o las carencias por las que pasaba. La muchacha bajó la mirada, sintiendo sus mejillas llenarse de lágrimas por la impotencia y rabia. —Yo no hago caridad, señorita Ivanova y mi empresa, que fundé no es ninguna beneficencia. —su carcajada inundó toda la oficina. —Si ayudara a todos mis empleados, me iría a la quiebra ¿no le parece? —subrayó aquella acotación siniestra.
Annika no dijo nada, solo esperaba el anuncio de su despido, sin pensar lo que pasaba por la cabeza del magnate, quien se puso de pie y dejó su taza en el escritorio. Nada mejor que una mujer desesperada para sacarle provecho a su situación. Ella necesitaba dinero y él un simple matrimonio, que le asegurara un hijo.
—¿Sabe? Tengo un deseo. ¿Puede adivinar cuál es? —jugó con las emociones de ella a pleno antojo, paseándose por la oficina como si estuviera, envolviéndola en una telaraña de dolor y sufrimiento.
—N-no podría a-adivinar, señor. —balbuceó aguantando sentir ese dolor por no poder salvar a su abuela. Ella moriría si no se atendía y le aplicaban su tratamiento. Le dolía bastante porque no tenía los medios y nadie le prestaría dinero.
Akim detuvo su paso y se puso serio.
—Quiero ser padre. Tener un bebé. —declaró sin sentir enojo o algo comparado a ello. La mujer se limpió las mejillas sin entender por qué le estaba diciendo todo aquello. ¿Y si estaba buscando las palabras para decirle, que se fuera? No, su jefe era directo. —El vientre en alquiler aquí en Rusia es legal, sin embargo, es para parejas heterosexuales, casados o madres solteras. Si sabe razonar, entenderá mi situación. —la condujo a un campo abierto de razonamiento mientras él avanzaba y se quedaba a dos pasos de su espalda. La muchacha sintió un frío, recorriéndole el cuerpo y reteniendo sus lágrimas. —Quiero tener un hijo legalmente, no es algo para tomarse a la ligera como para hacerlo ilegalmente y con mi estatus estaré en el ojo de todo el mundo. No es un caso de lavado de activos o corrupción. —dijo lo que le convenía ocultando un mensaje entre líneas.
—N-no logro comprender, señor. —no garantizaba si lo comprendía o no, pero le estaba resultando temeroso el camino que él estaba tomando. Akim desapareció de detrás suyo y se puso en frente, mirándola a pesar que ella seguía siéndole fiel al piso.
—Necesito casarme con una mujer, que esté dispuesta a alquilarme su vientre. Luego de que nazca la criatura, nos divorciaremos y ella renunciará a sus derechos sobre el bebé. Claro, no todo será gratis. —aseveró tratando el tema como si fuera uno más de sus negocios. Annika se aterrorizó alzando la mirada tímidamente y se topó con esa sonrisa siniestra, la cual no aseguraba nada bueno. —A cambio, pagaré las deudas que tenga, el tiempo de gestación con cuidados extras, le daré una generosa cantidad para que viva el resto de su vida y desaparezca con tal de que no se acerque jamás al bebé. —se inclinó un poco hacia ella para mirarla fijamente a sus pupilas, que empezaron a titubear. —Todo esto será bajo un contrato de confidencialidad. —concluyó el tema, que, aunque no lo parecía, era importante para él y lo que quería lograr.
Annika Ivanova se puso de pie torpemente. Quizás oliendo el significado de todo.
#4227 en Novela romántica
#1218 en Chick lit
#923 en Novela contemporánea
matrimonio por contrato, vientre en alquiler, embarazo millonario y diferencia de edad
Editado: 09.05.2022