Kurgan.
Antes de fingir mi muerte me encargué de ir en busca de mi hermana al burdel que la reina había dicho. Al ingresar todos los ojos se colocaron en mí, pero yo seguí mi camino sin darle importancia.
Al estar al frente de la encargada del lugar, la mujer me repaso con los ojos antes de sonreír.
—Ángel de la muerte.
Sonreí para hacerle creer a ella que soy quién dice, porque esa es la única forma que tengo para llevarme a mi hermana sin que nadie ponga un, pero.
—Quiero ver la mercancía.
La sonrisa de la mujer se volvió más grande.
—Es un honor para mí, que alguien como usted este interesado en nuestras mujeres.
—Lléveme con las nuevas.
La mujer asintió antes de empezar a caminar.
La seguí muy de cerca y cuando ella se colocó al frente de una puerta, mi corazón empezó a latir desenfrenadamente.
La mujer abrió la puerta y mis ojos observaron a toda clase de niñas, en la habitación. Y para mi desgracia una de las secuestradas es mi hermana Eliza.
La pederasta ingreso a la habitación y todas las niñas se refugiaron en un rincón.
Hoy es el último día de está pederasta.
—Elija la que guste.
Eliza al colocar sus ojos en mí, se secó las lágrimas.
—La quiero a ella. -verbalicé mientras señalaba a mi hermana.
—Muy buena elección, señor.
La mujer se acercó a mi hermana y se atrevió a tocarla.
—Te han elegido, princesita.
La mujer arrastro a Eliza hasta estar a mi presencia.
—Espero que esta buena para nada sepa complacerlo, señor.
—Gracias por su distinción madame.
—Espero que me llegue alguna que otra recompensa, por el buen trato.
—En un rato le llegará mi retribución.
La sonrisa de la mujer se volvió más grande.
Si, claro.
Que no ponga en duda que le llegará una agradable recompensa por ser una pederasta.
—Vamos. -tras esa palabra extendí una de mis manos hacia Eliza, y ella la tomó.
Atraje a mi hermana hacia mi cuerpo y la abracé.
—No las dejes aquí, Kurgan. -susurró en mi oído.
—No lo haré. -respondí para luego separarme de ella. —Vamos, belleza.
Eliza hizo una mueca antes de empezar a caminar hacia la sal de la habitación.
—Espero tenerlo pronto por aquí, señor.
—No dude que volveré.
Me apresure en salir del lugar, y una vez afuera guíe a Eliza hacia la camioneta que me había prestado el ángel de la muerte. Ayude a mi hermana a entrar y cuando nos encontramos en la comodidad del vehículo el chófer encendió la camioneta.
—Kurgan, la reina.
—Sé lo que ella hizo, Eliza.
Eliza apartó sus ojos de los míos y se dedicó a mirar por la ventana.
—¿A dónde iré?
—Te quedarás con los padres de tu madre biológica.
Al decir esas palabras Eliza coloco sus ojos en mí.
—Pensé que ellos habían muerto.
—No, ellos están vivos y desean conocerte.
—Yo pensé…
—El rey y la reina jugaron muy buena jugada al hacernos creer que ellos se habían muerto al igual que tu madre.
Mi pequeño Eliza sollozo.
—¿volverás al palacio?
—Renuncie, y tengo planes de fingir mi muerte.
Eliza abrió sus ojos como platos, y antes de que pudiera decir alguna palabra la camioneta se detuvo.
—Llego el momento de morir, hermana. Te prometo que te buscaré y nos marcharemos juntos hacia una nueva vida.
—Kurgan…
—Quiero libertad, Eliza. Quiero eso que la abuela tanto mencionaba. Deseo ser libre de toda atadura. Ser yo mismo.
—H-hazlo. -susurró con voz entrecortada.
Me acerqué a ella y dejé un beso en su frente.
—Te prometo que con ellos estarás bien.
—Te amo. Kurgan.
—Te amo, princesa.
Tras esa palabra abrí la puerta del vehículo y afuera me esperaba nada más y nada menos que el ángel de la muerte en persona.
—Quién lo diría… -susurre sin poder creer de quién de trataba.
Ver para creer.
—Deberías sentirte alagado por tener al mismo ángel de la muerte dispuesto a matarte.
—La mujer del burdel, tiene en retención a varías niñas de todas las edades, creo que deberías hacerle una visita.
Los ojos del ángel de la muerte se oscurecieron.
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Editado: 05.05.2025