Kurgan.
Ingresé al auto con pesar, porque no tenía nada más que hacer que seguirle el juego a la señorita mal.
—Si sabe conducir, ¿Verdad?
—¿Por ser sacerdote no me cree capitado para conducir?
—No es que no lo crea capacitado para conducir, es que le ofrecería clases gratuitas.
—Ya le dije señorita Salvatierra.
—Ya sabía yo que…
—Le dije que dejé sus insinuaciones conmigo.
La joven se cruzó de brazos.
—Y yo le dije que no las dejaré, padre.
Señor, perdóname, pero esta creatura me está sacando de mis casillas.
Debo amar a mi prójimo, como a mí mismo. Pero en estos momentos el prójimo está logrando que mi amor se valla por la alcantarilla.
Estoy mal, lo sé.
Porque siendo un sacerdote debo amar a todos, incluyendo a Malena Salvatierra.
Negué y poco después puse el auto en marcha.
—¿Qué lo llevo a ser sacerdote?
—Pedí a Dios dirección en un momento difícil y él me guío hacia el sacerdocio.
—Qué fue lo que lo llevó a pedir dirección.
—Problemas personales, señorita.
—¿Cuáles?
—Personales, señorita Salvatierra.
Malena rodó sus ojos.
—Quería hacer el viaje más ameno, pero usted no está cooperando.
—No tenemos que hablar, señorita.
—Aburrido. -Malena inquirió esas palabras y poco después coloco sus pies encima de la guantera. —Debería ser un poco más divertido.
—Baje los pies, señorita. ¿Es que acaso no piensa en las consecuencias que puede traer, si sufrimos un accidente?
—¡¿No que los sacerdotes están protegidos por Dios…?!
—Sí, pero no por eso vamos por la vida sin precaución. Así que bajes los pies y siéntese como una señorita.
—No me gusta comportarme como una señorita, padre.
—Eso se nota.
—Pero por usted me puedo comportar como una señorita, si eso lo hace sentir mejor. -tras esas palabras ella bajo los pies. —Me encanta complacerlo, Kurgan.
No soy quién para cuestionar los designios de Dios, pero esta joven es una prueba bastante grande.
Malena Salvatierra, es una prueba.
—Después de este día le pido que se comporte señorita Salvatierra.
—No prometo absolutamente nada, padre.
—Con que deje las segundas intenciones que tiene, está todo bien.
—¿Cuáles son mis segundas intenciones? ¿Según usted?
Evité mirarla y me mantuve en silencio.
No deseo prolongar la conversación, porque sé por dónde Malena Salvatierra va. Así que es mejor mantener silencio.
—Mis intenciones con usted son bastantes perversas, padre.
Ya decía yo…
—No me interesa saber sus perversiones, señorita.
—Usted se lo pierde.
La joven Mal, sonrió mostrando sus dientes. Y eso desato que me sintiera molesto.
¿Por qué me siento así?
Centre mis ojos en el camino y obvie a la joven que iba a mi lado.
Cuando aparqué el auto al frente del orfanato, me quité le cinturón de seguridad y cuando me iba a bajar, fui detenido por la señorita Malena.
—¿Qué sucede, señorita?
—El cinturón de seguridad se atoró, ¿Me ayuda?
Me volví hacia ella.
—Claro, no hay problema.
Estiré mi mano hacia ella. Y cuando iba a retirar el cinturón, Malena acercó sus labios a los míos y depósitos un corto beso.
Me quedé en shock… no sabía qué hacer.
—Kurgan…
Me aparté de ella como si quemara.
—¡Sacerdote…!
—No vuelva hacer algo como eso, señorita.
—Kurgan.
—Tengo principios señorita Salvatierra. Y usted no se interpondrá en mi camino.
Malena agachó su cabeza.
—No quiero que se tome atribuciones que no le competen. Manténgase alejada de mí, porque no toleraré tal falta de respeto hacia mi persona.
—Perdón.
—Queda perdonada. -tras esas palabras descendí del vehículo dejando atrás a la joven Salvatierra.
Caminé hacia la entrada del orfanato y cuando estaba apuntado de entrar, Malena cruzó por mi lado con la cabeza agachada.
—Después de este día no volveré a molestarlo, sacerdote.
—Eso es lo mejor para los dos, señorita Salvatierra. -inquirí caminando junto ella. —Usted se libra de un pecado, y yo…
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Editado: 05.05.2025