Un bebé para el Rey [#7 de la Saga Heredero]

Capítulo 8: Eliza Reith.

Kurgan.

Decir que me siento decepcionado de mi es poco. Porque no solo peque, sino que también que falte al juramento que hice cuando asumí los hábitos sacerdotales.

Apresure el paso, porque no soportaba seguir cerca de la casa de los Salvatierra.

No puedo seguir cerca del terreno peligroso, no después de lo que paso anoche.

Solté un suspiro cansado y seguí mi camino.

Cuando salí de la residencia Salvatierra, me detuve abruptamente al frente del auto que se encontraba a unos pocos pasos de mí. Y al ver a mi hermana descender mi mundo se detuvo.

Eliza ya no era una De Asturias. Ahora es una Reith, la esposa de un futuro.

—Eliza.

Me acerqué a ella, y ambos nos fundimos en un fuerte abrazo.

—Tantos años, Kurgan. Tantos años de no verte.

Mi hermana dejo un beso en mi mejilla.

—Le dije a ese tonto que te cuidará, no que te convirtiera en su reina.

—Lo amo, Kurgan. Él me dio lo que nunca llegue a imaginar. Román Reith Da Sousa me ha hecho la mujer más feliz del mundo.

—Mereces ser feliz, Eliza.

—Para tener la felicidad completa, necesito que se detenga la persecución que tiene la reina De Asturias, contra el pueblo gitano.

Deshice mi abrazo y di un paso hacia atrás.

—Eliza...

—Ayúdame, ayúdanos, Kurgan. Ayuda el pueblo gitano, a mi pueblo.

Los ojos de Eliza se cristalizaron.

Antes de que pudiera decir algo, Román decenio del vehículo y acogió a Eliza entre sus brazos.

—Todo el tiempo que tengo junto a Eliza, siempre he procurado que ella no derramé sus lágrimas, pero ahora llegas tú, y la haces llorar con tan solo verte. -Román acuno a mi hermana entre su brazo y seco sus lágrimas. —Te salvas porque eres su hermano, porque si no hubiese sido así, ahora mismo te mandaba a colgar.

Rodé mis iris.

—Eliza, no puedo ayudarte.

—¿Dejarás que yo sea la próxima en la lista de tu madre? ¿Dejarás que mi cabeza sea la próxima que llegue en una caja de regalo?

—Quién ose colocarte un dedo en tu piel, tendrá que esconderse en el lugar más recóndito, porque no descansaré hasta exterminarlo.

—Román, por más que intentes protegerme sabes que no puedes medir tu nivel de poder, ante el capo di tutti capi. Porque él es mucho más poderoso que tú. Solo Kurgan puede librarme de lo que la reina De Asturias planea.

Aparte mi iris de los de mi hermana, porque me mataba no poder ayudarla con lo que me pide.

—Kurgan De Asturias Azair, ¿Dejarás que tu amada hermana perezca ante la tribulación de tu propia madre? ¿Tan poco te importa su bienestar y el de muestras hijas, tus sobrinas?

Esas palabras dichas por Román golpearon con fuerza mi corazón.

—Eliza...

—Te necesito hermano. Necesito que me protejas de ella, porque solo tú puedes acabar con el reinado de maldad de tu madre. Ayúdame. -Eliza se empezó a llorar, mientras era consolada por Román.

—¿Dejarás que tu madre haga lo que le dé la gana con nuestra reina? ¿Te harás de oídos sordos ante el inminente peligro que corre Eliza?

Forme mis manos puños. Y emití una respuesta.

—Volveré. -ese monosílabo fue una esperanza entre el mar de angustia que estaba viviendo mi hermana. —Reclamare mi derecho al trono como hijo legítimo de Carlos V De Asturias. Y te prometo que cesaré la persecución a los gitanos. Mamá no podrás colocarles un dedo encima, porque emitiré una ley para que se considere alta traición a la corona.

Me acerqué a Eliza, y mi pequeña hermana coloco sus ojos llorosos en mí.

—Tu pueblo nunca más volverá a perecer, Eliza. Te lo prometo hermana.

—Gracias, gracias por hacer esto por mí, Kurgan.

Mi hermana se acercó a mí y me envolvió entre su brazo.

La rodee con los míos, y deje un beso en la coronilla de su cabeza.

—Se que ser sacerdote es tu nueva vida, Kurgan. Pero aun así necesito que nos ayudes a detenerla, y si quieres después de que todo acabe podrás regresar a tus hábitos.

—Está bien, mi reina.

—Oye, no me digas así. -se quejó.

—No es para menos porque pronto serás la reina de Román Reith.

—Corrección cuñado, ella ya es mi reina. La mujer que amo con todo el corazón y también la madre de mis diez hijos.

—No tendré diez hijos, Román.

El ángel de la muerte sonrió.

—Si mis cálculos no fallan, en cinco partos tendremos diez hijos, porque te haré los bebés de dos o tres.

¡O bueno! Pensaba que Aurora estaba loca pero su hermano le gana por millares.

—No dejaré que me toques, porque ya se tus sucias intenciones.

—Por el momento no lo haré, porque según mis cálculos estas gestando, cariño. Nuestras princesas tendrán hermanos, porque serán dos niños.




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