Un bebé para el Rey [#7 de la Saga Heredero]

Capítulo 9: Rey justo.

Kurgan.

Tomé una gran bocanada de aire, cuando el auto aparcó al frente de la mansión De Asturias.

Aquí voy.

Todo sea por mi Eliza.

—Recuerda que dentro del palacio tenemos vigilantes, ellos te mantendrán al margen de cualquier peligro, Kurgan.

—No necesito que me cuides, a quien debes de cuidar es a mi hermana, Román. Porque si le llega a suceder algo bajo tu protección, te juro por lo más sagrado que tengo que no lo contaras como algo grato.

—Oye, hombre. ¿Con quién piensas que estas tratando? Si fuese posible, ya hubiera solucionado el problema de tu madre. Porque no hay piedra que estorbe mi camino que no sea removida.

—Me hubiera gustado que quitaras la piedra de tu camino, ángel de la muerte, porque no quería regresar.

Román hizo una mueca de fastidio.

—Espero que te conviertas en un excelente rey, Kurgan.

—No quiero reinar, pero lo haré por mi hermana, ella merece ser libre de la opresión de la reina.

—¿Qué pasara con el reino cuándo todo acabé?

—Reinare, solo hasta que los verdaderos herederos de la corona tengan la edad para asumir, Román. Así que prepara a dos reyes porque este reino será entregado a uno de los descendientes de la verdadera heredera de sangre azul.

El ángel de la muerte perdió el color de su rostro.

—Mis niñas nacieron para ser reinas. Ten por seguro que las prepararé para asumir con garbo el cargo que heredaron.

—En cuanto tenga tiempo iré a conocer a mis consentidas.

—Hey, no quiero que vallas alborotar el avispero entre mis damas. Porque no sabes el drama que hacen.

—Deja de estarte quejando y disfruta de esos terremotos, porque cuando menos lo esperes, tus niñas ya no serán niñas, Román.

—Ellas siempre serán mis niñas, los amores de mi vida. Y por quién daría mi vida si fuese posible.

Eliza, eligió bien, porque Román Reith Da Sousa, la ama con todo su corazón.

—Cuídate. -espeté.

—El que debe cuidarse eres tú, porque con la víbora que llamas madre, no estas para nada seguro,

—Esa víbora la voy a controlar yo, deja todo en mis manos.

Tras inquirir esas palabras, abrí la puerta del auto y descendí de este.

—Cuídalas porque ellas son mi vida.

—Lo haré porque también son mi vida.

Cerré la puerta del auto, y tomé una corta respiración.

Aquí voy.

Giré sobre mis pies y me dirigí hacia el portón de la mansión.

Los guardias al verme abrieron sus ojos como platos e hicieron una reverencia.

—Príncipe.

—Hola mis queridos amigos.

Me lancé a por ellos y ambos me envolvieron en sus brazos.

—Kurgan, pensamos que habías muerto. -inquirió el más longevo de los dos.

—No, amigo. Estoy vivo y coleando.

—Príncipe, ¿Está enterado de todo lo que la reina ha hecho?

—Sí, por eso he regresado. Tomaré lo que me corresponde y reinare. Les prometo que nunca más este reino derramará la sangre de los inocentes. Los tiempos de la tribulación hacia los gitanos está por acabarse y el tiempo de mi madre también.

Ambos hombres sonrieron.

—Y además he de agregar, que su tiempo custodiando esté portón está a punto de finalizar.

Mis amigos perdiendo el color de su rostro.

—Príncipe, no prescinda de nuestros servicios. Sé que estamos viejos, pero necesitamos trabajar, ¿Por qué de qué comerían nuestros hijos?

—No los quiero custodiando la puerta del palacio.

—Pero…

—Los quiero a mi lado, como guardias de seguridad del rey. -los dos se miraron entre sí. —Ustedes mis leales amigos, serán mi mano derecha en todo, y les prometo que gozarán de todo tipo de privilegios estando a mi lado. Sus familiares siempre tendrán que comer y con que cobijarse.

—Kurgan.

—Eso ya es un hecho, amigos. Le daré lo mejor, para los mejores.

—Somos bienaventurados de que volvieras Kurgan.

—Bienaventurado soy yo de tener a tan leales caballeros, amigos.

Ambos hombres se miraron entre sí y sonrieron.

—Tengo un plan y deseo que ustedes me ayuden a llevarlo a cabo.

—Cuenta con nosotros, Kurgan.

—Esten atentos a mi llamado.

Ambos asintieron.

—Dios salve al rey.

—Todavía no lo soy.

—Para mí siempre fuiste el verdadero rey, Kurgan. El rey Carlos V De Asturias podía estar en el trono, pero para mí tú siempre fuiste el verdadero rey. Porque no hay hombre más noble que tú.




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