Un bebé para el Rey [#7 de la Saga Heredero]

Capítulo 12: Te reclamo.

Kurgan.

Dos meses después.

Estos meses han sido un poco agotadores para mí, pero aun así no me arrepiento de asumir el trono.

La opresión en contra de los gitanos acabó desde que emití el comunicado oficial en el que penalizaba los actos de violencia en contra de los gitanos.

El pueblo gitano nunca espero que fuese a protegerlos, pensaban que iba a ser igual de caudillo de lo que fue Carlos V y el primo de Carlos.

Muchos de ellos, por no decir todos, se redimieron ante mi mandato. La otra parte se mantuvo renuente aceptarme porque piensan que es una tetra de mi parte.

Ante eso lo único que dije fue que el tiempo me daría la razón.

Ese mismo día me reuní con el que es el gobernante entre ellos e hicimos inspecciones, al ver el mal estado de las carpas en las que vivían di el visto bueno para construirle casas.

Esa contribución de mi parte le pareció significante a la gran parte los gitanos, porque ya no tendrían que moverse de lugar.

Poco a poco me fui ganando el amor y respeto de los gitanos.

Otra que se consagró como su reina fue mi hermana, quién estuvo presente en la fiesta que realice para ellos.

Lagrimas no faltaron ese día. Al igual que los vítores de alegría.

En cuanto a la reina, ella se mantuvo alejada de mí.

Pero es mejor así, para evitar altercados.

La que ha sido un dolor de cabeza es Leonor porque se encontraba renuente a marcharse.

—Kurgan.

Aparte mis ojos del jardín para colocarlos en Karter.

—¿Sí?

—Tu hermano, vino a conocerte, Kurgan.

Tras esas palabras, un hombre ingreso a la habitación. Y al verlo abrí mis ojos como platos.

—Somos prácticamente gemelos.

Agregue con notable asombro.

—Así que resulta ser cierto que tengo un hermano.

—Kurt, deja el cinismo.

—Padre, no me cohíbas de ser quién realmente soy. Solo porque estoy al frente de un príncipe.

—No te estoy cohibiendo, Kurt.

—No parece.

Karter rodo sus ojos. Y antes de que pidiese decir algo más, su teléfono empezó a sonar.

—Le van a disculpar, pero debo de atender está llamado.

Kurt y yo asentimos.

—Kurt, compórtate.

—Siempre yo, quién si no.

—Te lo advierto.

—Valla con Dios padre.

Karter le brindó una mirada fulminante antes de dirigirse a la puerta de salida.

Cuando él se encontró afuera, la mirada de Kurt cambió drásticamente, se acercó a mí y saco un arma de la pretina de su pantalón.

—¿Qué haces?

—Si piensas que eres mejor que yo para asumir el mando estás muy equivocado. Si decides meterte en mi camino no dudaré en sacarte del medio, príncipe del infierno.

—No pretendo quitarte nada, Kurt.

—Ahora te la vas a dar de muy digno?

Intente retroceder, pero Kurt me lo impidió.

—Para todo el mundo yo soy el heredero de la costa nostra, el futuro capo di tutti capi, así que te combinen no meterte conmigo porque te puede salir bastante caro.

—Ni en mis más locos sueños desearía comandar una organización criminal. Así que, si tu miedo es que Karter vea potencial en mi para heredármela, ve descartando la idea porque nunca aceptaría tal aberración.

—No eres más que un tonto al que deseo desaparecer.

—No dejes que la envidia te cegué al igual que lo hizo con Caín. No lleves los planes que el diablo ha trazado para ti.

—Ganas no me faltan de apretar el gatillo.

En este punto debería tener miedo de que él pudiera atentar contra mi vida, pero no lo siento.

—Si verme muerto te llena de satisfacción, hazlo.

—Estás loco. -afirmo para luego guardar el arma en la pretina de su pantalón. —Estas advertido, hermanito.

—Sí, claro.

Kurt tomó asiento en uno de los sillones y empezó a inspeccionar todo.

—¿Tienes buenas mujeres?

—No.

—No mientras rey de mierda, sé que los reyes pueden tener concubinas con las cuáles retozar y aplacar sus deseos carnales.

—No soy ese tipo de rey, Kurt.

—Aburrido. Si yo fuese el rey, iba a tener un harén de mujeres dispuestas a complacerme.

—Es un verdadero lastima por ti, porque no eres yo.

Kurt hizo una mueca.

—¿Cuántos años tienes?

—Según mi padre, soy el mayor por dos meses. Impactante, ¿Verdad? El viejo le clavó la estaca a mi madre, y poco después tuvo una aventura pasionaria con la tuya. Llevándose el premio gordo. El viejo se puede morir en paz, porque el sueño de verte convertirte en un rey ya se le cumplió.




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