Malena Salvatierra: Bienvenida, mi reina.

Malena.

Dos meses atrás.

Decir que estoy enojada, es poco para describir mi sentir actualmente.

Tengo varias razones para estar en este estado. La primera de ella es Kurgan Azair.

Ese hombre me dio la mejor noche de mi vida, bueno no es como que haya tenido más noches en mi corta edad. Sí, era virgen hasta que Kurgan, hizo lo que tenía que hacer esa noche.

La segunda razón para estar enojada es que mi hermano le dio por encerrarme, tras hacer un escándalo al saber que el hombre de mis sueños se encontraba fue del país.

Cuando supe eso, sentí un ferviente deseo de arrancarle la cabeza a alguien. Bueno, tengo que ser sincera, la cabeza que deseaba arrancar era la de mi hermano, por encerrarme bajo llave.

Mail Salvatierra se ganó un espacio en mi lista negra.

Aparte mi iris de la ventana e hice una mueca de frustración.

Estoy harta de estar aquí.

Pero no hay quien haga entrar en razón al loco de Mail. Ni siquiera Aurora, pudo hacerlo entrar en razón.

La puerta de la habitación se abrió, y yo me mantuve renuente a mirar al pecador.

—Malena, mi amor. Mírame por favor.

—No me jodas, Mail. Porque no respondo.

—Lo hice por tu bien.

—¿Mi bien? No me hagas reír.

—No era momento de verte correr a los brazos de Kurgan. Y menos sabiendo los planes perversos que tienes para con él.

Hice una mueca.

—Malena, Kurgan…

—Deja a mi hombre tranquilo.

—¿Tú hombre? -pregunto sin poder creerlo.

—Sí, Mail. Kurgan es mi hombre.

—Malena…

—Mamá me dijo que él es mi destino. El gran amor que siempre esperé.

—Se te está olvidando algo importante, Malena.

—¿Qué?

—Kurgan es un sacerdote.

—Él dejará los hábitos.

—¿Cómo estás tan segura de eso?

Por primera vez en diez días, coloque mis ojos en Mail.

—Confórmate con saber que él es mi futuro Mail.

—No quiero que sufras.

—He sufrido bastante esperando el gran amor de mi vida, no me importa sufrir un poco más.

—Malena.

—¿Sabes dónde está?

—No. -entrecerré mis ojos. —Es la verdad, Malena.

Volví hacer una mueca.

—Malena…

—Quiero salir de aquí, Mail. Quiero respirar aire puro.

—Prométeme que no harás una locura.

—¿Qué locura puedo hacer si no sé dónde está Kurgan? Si hubiese sabido donde él se encuentra, te juro que te dormía y me largaba a buscar a mi hombre.

—Estás loca, de eso no hay duda, querida hermana.

—Herede la locura de nuestros queridos antepasados, hermano mío.

Tras esas palabras me coloqué sobre mis pies y empecé a caminar hacia Mail.

—¿Puedo salir, hermano?

—Sí, pero te estaré vigilando, Malena.

—Has lo que quieras, Mail.

Empecé a caminar hacia la salida de la habitación, y cuando me encontré en la puerta sonreí.

Pobre iluso.

Empecé a caminar por el pasillo y cuando me encontré en lo alto de la escala, empecé a descender, y una vez en el primer piso escuché la voz de mi adorada cuñada.

—Kurgan está doblemente liado, por un lado, esta su coronación y por el otro la supuesta boda que tiene en marcha.

De todas las palabras que dijo Aurora la única que no pude procesar, fue la de la supuesta boda de Kurgan.

Me acerqué hacia la sala, y antes de ingresar re recargué contra la pared.

—Lo peor de todo es que Román dijo que si esa mujer se lo propone, Malena quedaría desplazada.

Así que el idiota de mi hermano me mintió.

—Pierde el cuidado, Aurora porque Malena ira por lo que es de ella, solo debemos darle tiempo al tiempo.

—Mail, me dijo que Kurgan me está dispuesto a contraer matrimonio con Malena.

Kurgan dispuesto a contraer matrimonio conmigo.

Esas palabras fueron como si escuchara una dulce melodía.

Más le vale, porque lo iba a llevar al altar, aunque fuese a punta de pistola. Y no me iba importar que fuese un rey.

—El destino de Kurgan y de Malena está entrelazado. Ambos nacieron para estar juntos.

Más le vale que así sea porque no estoy dispuesta a dejar que él le haga a otra lo que me hizo a mí.

Oh, no. Eso sí que no.

Espere que mi madre y Aurora soltarán la lengua un poco más, para entrar en escena.
Porque eso engañar al enemigo. Hacer como que no se nada para que se crean la película.