Un bebé para el Rey [#7 de la Saga Heredero]

Capítulo 16: Rumores de guerra.

Kurgan.

Tal y como Malena me había dicho, no salimos de la habitación hasta tres días después.

Sí, mi gente. Malena no me dejo salir de la habitación, porque cada vez que intentaba convencerla de que saliéramos, la muy descarada se me insinuaba y no descansaba hasta que estuviésemos en la cama.

—Kurgan.

A parte mis iris de los documentos, y los coloque en Malena.

—¿Si, cariño?

Mi reina sonrió. Para después acercarse a mí.

—Quiero que veamos a nuestro bebé.

—En cuanto termine de revisar estos documentos, iremos a ver a nuestro hijo.

—Mamá antes de marcharse me dijo que será una niña. Pensé en esperar a que la doctora confirmara el sexo de nuestro bebé, pero es mejor decirlo ahora para tenerte en la palma de mis manos. Y que me des lo que me dé la gana.

—Eres peor de lo que pensaba. -ante esas palabras Malena sonrió mostrando sus dientes.

—Peores cosas veras, Kurgan.

Malena Salvatierra empezó acercarse a mí.

—Me gustaría que fuéramos con la doctora a ver a nuestra niña.

—Ahora mismo tengo trabajo, pero en cuanto yo me desocupe, te prometo que iremos a ver a nuestra niña.

—¿Lo prometes? -pregunto mientras sonreía.

—¿De cuándo a donde no cumplo mis promesas, Malena?

—Eso no lo sé, dímelo tú.

La reina tomó asiento en mis piernas y me obligó a rodear su cintura.

—Kurgan…

—¿Sí?

—Deseo que me prometas que nuestra hija no estará esclavizada a la corona.

—Como has de saber yo no soy el que debería llevar el cargo, no debería ser el rey, pero lo hago por amor a mi hermana y a los gitanos. Por ellos estoy aquí el día de hoy. En cuanto las hijas de Eliza tengan la edad suficiente para gobernar desplazaré el trono y gobernará una heredera de sangre azul.

Malena acarició el dorso de mi mano.

—Si ese es el caso entonces deseo que cuando todo esto acabe que nos mudemos a una casa a las afueras de la cuidad, que esté rodeada de árboles y que haya caballos. Quiero terminar de vivir mi vida en la tranquilidad del campo.

—Te prometo que cuando todo termine, iremos a vivir entre la naturaleza y el silencio, solos tú, nuestros hijos y yo.

—Ese punto está súper claro. Ahora vamos con otro punto importante, Kimberley.

—¿Kimberley? -pregunte.

—Sí, Kurgan. Nuestra hija se llamará Kimberley, y eso no está en discusión. -quise replicar, pero ella se me adelantó. —Otro punto que no está en discusión es que nuestra hija será libre, no crecerá entre protocolos absurdos y reglas carentes de actualidad. Kimberley será libre de correr sin importarle el qué dirán, libre de pasear por donde le plazca, libre de escoger a quien amar y con quién darse escapas románticas.

¿Escapas románticas? Eso que ni lo crea.

Mi hija no tendrá novio hasta que no esté preparada, quizás cuando cumplan treinta.

—Qué ni se te ocurra pensar que Kimberley estará encerrada en la habitación como una ostra, Kurgan.

—A ti que ni se te ocurra que ella hará lo que le dé la gana.

Malena giro su cabeza y sus ojos fulminantes se colocaron en mí.

—Mi hija será libre en toda la expresión de la palabra, Kurgan. Y hay de ti, que intentes controlar la vida de Kimberley.

Haré parecer que no controlaré la vida de mi hija, pero claramente no será así.

Pensé que nunca iba a ingresar al programa de protección para princesas, peor ahora veo que nunca se puede decir nunca. Y menos teniendo una reina como Malena.

—Más te vale que ni se te ocurra la descabellada idea de secundar la loca idea de Mail, del programa de protección para princesas, porque te pico Kurgan.

Hice una mueca.

—Kimberley será una perfecta dama, Malena.

—Sí, pero tendrá calle. Porque no dejaré a mi hija ir por el mundo llena de inocencia, para que le rompan el corazón. Ella no va a nacer para que le destrocen el corazón, Kimberley va a nacer para romper corazones.

Desde ahora presiento que en cuanto mi niña llegue a la adolescencia todo será un verdadero caos.

Me lleve una de mis manos a la sien y la masajee.

—No quiero hablar de los corazones que mi niña va a romper, Malena.

—Yo sí, pero por el momento dejaré el tema, porque eres capaz de vigilarla desde el vientre.

—Deja el drama, y dime lo que te falta por decirme, mujer.

—Ah… ¡Verdad! Acudí a tu oficina para informarte que saldré a verificar las condiciones en los que los gitanos viven y también viene a decirte que tienes que construir una escuela para los gitanos, porque como has de saber los aristócratas más quisquillosos no permitirán que los gitanos acudan a la escuela de sus hijos. Por eso tienes que empezar la construcción de varias escuelas alrededor del reino para que todos los niños tengan acceso a la educación.




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