Kurgan.
Tres meses después.
Tal y como supuse todo se mantuvo tranquilo, los rumores de guerra acabaron y las amenazas a la reina por igual.
Se que no debo estar confiando del todo, porque la tranquilidad trae la tormenta, pero me puedo dar el lujo porque Kurt está a mi lado.
Me llevo un par de semanas depositar parte de mi confianza en él, pero logré hacerlo. No voy a decir que soy un libro abierto cuándo se trata de temas confidenciales, solo digo que le he confiado asuntos pequeños. Y hasta el momento no ha acontecido nada.
Quizás lo juzgue mal, pero eso ahora ya no importa porque sé que él nunca haría nada contra mi familia o contra mí.
—Kurgan…
Alce mi cabeza y mis ojos se depositaron en Malena.
Mi hermosa reina estaba cursando el segundo trimestre del embarazo, y he de decir que se veía espectacular.
—¿Sí? Cariño.
—¿Me veo gorda?
Evite sonreír porque ese era nuestro pleito de nunca acabar.
—Estas hermosa, Malena.
—Eso lo dices porque me quieres, Kurgan. -tras decir esas palabras ella se dejó caer en el sofá. —Dime la verdad, De Asturias antes de que mande a colgar por mentirle a la reina.
—Esos horribles actos ya no lo hacemos, Malena.
—¿Quién te asegura que no pueden regresar contigo?
Me coloqué sobre mis pies y me acerqué a ella. Tomé asiento a su lado y entrelacé nuestras manos.
—No tengo porque mentirte Malena.
—Dices que me veo hermosa porque me quieres, solo por eso.
—Aun estando ciego te diría que eres la más hermosa de todas, porque tu belleza no solo es física, porque eres tan hermosa por dentro como por fuera.
—¿Por dentro? No sabía que te encantará tanto mi vagina.
—Hablo de la belleza interior, Malena. Aunque… he de admitir que me encanta la belleza interior de la fábrica de bebés.
La reina soltó una carcajada, la cual fue acompañada con un beso.
—Dios eligió muy bien al hombre de mi vida.
Tras esas palabras Malena se lanzó a mis brazos.
—Nunca pensé que dejaría los hábitos sacerdotales y amaría a una mujer como lo hago contigo, Malena. No solo eres la reina más piadosa, que este reino puede tener, eres la mujer que una vez le pedí a Dios, es más… puedo decir que mi petición se quedó corta contigo, porque eres mucho con demasiado.
—¿Me amas? -pregunto con los ojos cristalizados.
—Sí, Malena. Te amo. Amo cuando me regañas, amo tus locuras, amo cuando haces lo que te dé la gana, amo que me retes, amo amarte.
—Oh, Kurgan. Eres un tonto.
—Se que esas cuatro semanas que estuviste recluida en la habitación secreta fueron las peores para ti, te confieso que merezco más de unos simples golpes, merezco que…
—Dejemos el pasado en el pasado porque de solo pensar en eso, me entra deseo de matarte…. Así que apártate del camino de piedras y redirige tu rumbo hacia uno que no haya piedras. Porque me costará poco, arrancarte un par de pelos.
Se que se escuchará mal lo que voy a decir, pero tengo que decirlo.
Más allá del físico de Malena, lo que realmente me enamoro de ella es su forma. Malena Salvatierra es única en su especie… bueno, quizás nuestra bebé salga a su madre.
—Kimberley será dichosa al tenerte.
—Tenernos, Kurgan. ¿O es qué piensas huir y dejarme con toda la responsabilidad?
—Nunca te dejaría, Malena.
Envolví a Malena entre mis brazos.
—Yo también te amo, Kurgan.
—Lo sé, me lo dijiste en uno de nuestros encuentros explosivos.
—Eres…
—El amor de tu vida, el rey de tu corazón, la piedra que molesta tus zapatos, la roca que te mantiene sujeta a este loco mundo, el bebé de tus sueños y tu esposo soñado.
—¿Quién te ha dicho todas esas cursilerías?
—Pensé que te gustaba las cursilerías, porque me obligaste a ver Titanic, dos veces en un mismo día.
—Deja a Titanic en paz, Kurgan. -inquirió para después golpear mi brazo. —Con respecto a las cursilerías… me gustan, pero teniéndote totalmente desnudo en la habitación. Que las digas ahora sin un peligro para ti, porque estoy tentada arrancarte la ropa y empezar a repartir besos por todo tu cuerpo.
No suena nada mal la idea, pero para mí mala suerte tengo que acudir a varios compromisos con el pueblo.
—Cuando regrese te prometo que te diré todas las cursilerías que desees…
—Está bien, pero la efusividad con la que serás tratado no será la misma, Kurgan.
—No te preocupes, porque yo me encargaré de volverte efusiva y receptiva.
—Estas jugando con fuego, Kurgan.
Antes de que pudiera agregar algo más, sentí algo impactar mi mano.
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Editado: 14.06.2025