Malena.
Tal y como le había dicho al rey, guardé mis agallas y me sometí a su mandato.
Ante los ojos de todos puede ser que me haya rendido, pero lo que ninguno se imagina es que estoy estableciendo contacto con el ángel de la muerte, Rissi y mi hermano para que vengan a por mí. Solo es cuestión de esperar.
—Señora, déjame ayudarla. -una de las chicas se acercó a mí y me ayudó a cargar el cubo de agua con el que estaba limpiando.
—Gracias. -susurré con apenas voz audible.
—Por nada, mi señora.
—Si el rey, o la Cavalli te escuchan llámame así, tendrás muchos problemas.
—Puede ser que sus palabras sean ciertas, pero la gran verdad es que para mí usted será siempre la señora de la casa. Porque los cuatro meses en los que reino, se preocupó por nosotros, en ningún momento se creyó superior y se encargó personalmente de reformar nuestro estilo de vida.
—Gracias por considerarme, querida. Pero es momento de dejar eso en el pasado porque no me gustaría que te lastimarán por mi culpa.
—Sé que el rey cambiará de opinión. Creó fervientemente en que lo hará.
Ante esas palabras me mantuve en silencio, porque él había perdido la esperanza de que él dejará de ser el ángel negro para convertirse en el Kurgan que conocí y del que me enamoré.
—Cecilia, ¡Ven muchacha…!
—Mi reina, lamento tener que dejarla, pero requieren de mi presencia en la cocina.
—Ve, Cecilia.
—Le prometo que tomaré un poco de fresas y uvas para la princesa Kimberley.
—Gracias, pero no quiero que te metas en problemas.
—¡Patrañas…! ¡¿Es que todavía no ha entendido que todos en este castillo la aman?! Si los reyes siguen con la tribulación hacia usted, armarnos una revolución y sacaremos de aquí, mi reina. —Ante esas palabras mis ojos se llenaron de lágrimas. —Tenga por seguro que puede contactar con todos sus súbditos. Porque para nosotros usted es la auténtica reina.
Cecilia me brindo una sonrisa y poco después hizo una reverencia ante mí.
—Dios salve a la reina.
Escuchar esas palabras me llenó el corazón de regocijo, porque a pesar de solo reinar cuatro meses como su señora y protectora, logré que ellos me aclamen y protejan.
A pesar de todo, me siento feliz de haberme ganado el cariño del pueblo.
Tomé el cubo de agua entre mis manos y me dirigí hacia el área de lavado.
Cuando estaba próxima al lugar, visualice al rey caminando de la mano con Leonor.
Ver esa escena, logró que mi corazón latiera desbocados.
Kurgan, me estás matando.
Antes de que ellos me vieran, ingresé al cuatro de lavado y mis lagrimas no dudaron en aparecer.
¿Por qué? ¿Por qué me haces esto?
Dejé al cubo a un lado y tomé asiento en el suelo.
—Kimberley, tenemos que alejarnos de él.
Ante esas palabras recibí una patada en respuesta de mi hija.
—Se que te duele no escuchar la voz de papá. Pero aquí estoy yo para darte todo el amor que necesitas. Te prometo que las dos seremos muy felices, porque Mail se volverá loco contigo, eso sí, tendrás que soportar las locuras y arranques de tu tío porque él no es muy cuerdo que digamos. -acaricie mi vientre y en respuesta mi hija volvió a patear.
Tener a Kimberley en mi vida es lo único que me mantiene con vida, quizás si no la hubiese tenido en mi vida, haría todo lo que estuviera entre mis manos para reiniciar a Kurgan. Pero es mejor evitarme un problema, porque el rey malvado en que sea convertido Kurgan está decidido a
venderle mi alma al diablo si importuno su paciencia.
—Te amo, hija.
—Señora…
Alce mi cabeza y mis ojos se colocaron en águila blanca.
—¿Te has contactado con Román o con Rissi?
—Así que la mariposa desea escapar… -me tensé tras escuchar esas palabras. Y no era para menos, porque justo detrás de águila blanca se encontraba el rey oscuro, con una gran sonrisa en sus labios.
—Águila blanca, agradece que me compadecí de tus hijos, porque di no hubiera sido por ellos no lo estarías contando.
—Señor… si no la quiere, ¿Por qué no permite que ella se marche?
El Rey giro su cabeza hacia águila blanca, y le brindo una mirada fulminante.
—¿Quién eres tú para decirme que hacer?
Águila blanca hizo una mueca para después negar.
—No soy nadie, señor.
Tras esas palabras él me brindo una última mirada para dedo girar sobre sus pies y marcharse del lugar.
—¿Pensaste qué no me daría cuenta de lo que planeabas hacer?
Evite mirarlo. Y centré mi atención en acariciar a mi hija. La cuál se estaba moviendo como loca.
Kimberley ama a su padre. Será una verdadera lástima que ella crezca sin el afecto del rey bondadoso que era Kurgan antes de que la ambición cayera sobre él.
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Editado: 14.06.2025