Un bebé para el Rey [#7 de la Saga Heredero]

Capítulo 22: Corazón vacío.

Malena.

Unas semanas después.

Desde hace varios días la tensión se sentía en el aire. Y no era para menos porque Leonor había perdido el bebé.

A pesar de todo lo que ella me ha hecho, no le deseo el mal.

—Señora... Leonor la llama.

—¿Ahora qué querrá?

Cecilia me ayudó a colocar sobre mis pies y entrelazó du brazo con el mío.

—Debe guardar reposo, señora.

—Cecilia, todavía faltan dos meses para que Kimberley nazca.

—Sí, pero según lo que he visto y leído, la princesa se puede adelantar.

Estoy cien por ciento segura de que si Leonor la escucha le manda a lavar la boca con agua y jabón.

—Cecilia...

—Lo sé, lo sé. Pero me es inevitable.

—Que no te sea inevitable, delante de ella.

—No creo que ella sea tan desalmada como para golpearme por decir lo que pienso.

—Nunca confíes en el enemigo, porque cuando menos te lo esperas te puede dar la estocada final.

—Hablas como si ella ordenara matarme.

—En este palacio todo puede pasar.

Cecilia y yo seguimos caminando y cuando estuvimos a punto de ingresar a la sala, escuchamos la voz agitada de Elizabeth.

—En cuanto nazca la bastarda, me la llevaré de este lugar. Con la madre pueden hacer lo que quieran, pero ella es mía. La quiero torturar con mis propias manos.

Esas palabras desataron que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo.

—Señora.

Abracé mi vientre y las lágrimas empezaron a descender de mis ojos.

Necesito escapar. Necesito salvar a mi hija.

Retrocedí, pero para mí mala suerte choqué con un pecho duro.

—No sabía que tenías tan poca educación, plebe.

Los vellos de mi cuerpo se erizaron.

—Rey... -balbuceé como pude.

Kurgan se colocó al frente de mí, y pude distinguir la sonrisa que mantenía en sus labios.

—Tu querido hermano llamó. Y para tu mala suerte te delato, pequeña.

No.

—¿Cómo lo hiciste? ¿Cómo te contactaste con él?

Apartes mis ojos de los de él, y los coloque en el piso.

—Déjame ir, Kurgan. Si lo haces te prometo que nunca volverás a saber de mí.

—Déjame pensarlo... No. De aquí no te marchas. -espetó mientras sonreía.

Cecilia se abrió paso entre nosotros dos.

—Señor, permítame...

—¿Quién pidió una abogada?

—Señor... -antes de que Cecilia pudiera continuar hablando, uno de los técnicos informáticos compareció ante nosotros.

—Señor, ya descubrí quien fue la persona que estableció contacto con Salvatierra.

—¿Quién? ¿Quién traicionó mi confianza?

Negué, pero aun así el hombre no refrenó la lengua.

—Águila blanca.

Al rey escuchar esa palabra dirigió sus ojos a mí.

—Tendrás una muerte en tu conciencia, plebeya.

—Kurgan... -me atreví a tocarlo y ante ese toque los ojos de él se oscurecieron. —Piedad, por favor. Ten piedad de nosotros y déjanos marchar.

—Piedad es lo último que tiene un rey, plebeya. -acotó con bastante seriedad. Para después apartar mi mano con brusquedad.

—Lleven al traidor al patio. Acabaremos con esto desde la raíz.

—Kurgan... no. Por favor no.

El rey oscuro paso de mí, y empezó a caminar.

—Señora...

—No puedo dejar que acaben con su vida por salvarme. No puedo hacerme de la vista gorda ante tal inminente peligro. Porque por mi culpa, águila blanca estableció contacto con Mail.

—Mi reina, usted está embarazada.

—Que me perdone Dios, pero no puedo dejar que se cometa una injusticia.

Tras esas palabras empecé a caminar por el corredor, mientras que mi corazón latía desbocado.

—Perdóname Kimberley. Perdóname porque lo que haré quizás nos costará bastante caro. -acaricie mi vientre y como de esperar mi hija respondió con una patada. —Te amo, mi amor. Te amo con todo el corazón.

—Señora...

Pasé de las palabras de Cecilia y seguí caminando hacia el patio.

No podía dejar que él sufriera por mí, porque una buena reina siempre protege a los suyos.

Mientras más me acercaba a la puerta de salida, más sentía el peso de mis pasos.

—Te amo, Kimberley. -volví a decirle y ella como era de esperar me respondió con una patada.

Cuando me coloque en el umbral de la puerta, mis ojos se cristalizaron al ver la desgarradora escena que el rey oscuro estaba montando.




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