Kurgan.
Tres años después.
Han pasado tres años desde aquel entonces, tres años de amargura, dolor y otro condimento.
Para mi mala suerte, Luciano Zampogna me mantuvo en adiestramiento, según él, por un año y medio. Dizque para sacar lo mejor de mí, ese hombre me obligó hacer cosas que nunca en mi vida había hecho, me convirtió en una máquina. Después de ese tiempo me libero, pero como quién dice estaba todavía preso en aquella prisión porque tenía un collar en el tobillo derecho que me impedía ir más allá de los límites establecidos.
La palabra dolor se queda corta ante todo lo que pase y sigo pasando.
En el último año y medio me obligó a permanecer al lado de su hija, la rebelde Violet Zampogna. Que Dios me perdone, pero tengo que decirlo. Ella cuando de lo propone es un verdadero dolor de cabeza.
—Kurt. -solté un bufido como cada vez que escucho a todo el mundo llamarme por ese nombre. —Ah... verdad. Te molesta que te llamen por tu nombre.
—Ese no es mi nombre Violet.
La chica de sentó a mi lado y miro hacia la dirección en la que estoy mirando.
—¿Por qué me evitas? ¿Es acaso que no te gusto?
—Ya sabes mis razones, Violet.
—No entiendo nada... por un lado papá dice que eres Kurt, el ex futuro capo di tutti capi, una amenaza latente para él, el rey de la Costa Nostra. Pero cuando yo te veo, veo a un hombre muy diferente, un hombre sensible, con un corazón puro... Eres diferente a lo que dicen de ti.
—No soy Kurt, soy Kurgan De Asturias Azair, un hombre que su propia madre lo vendió al mejor postor.
—¿Es verdad? -pregunto. —Kurgan... escuché ese nombre antes pero no recuerdo dónde.
—Violet ayúdame a escapar, por lo que más amas en este mundo ayúdame a reunirme con la mujer que amo y nuestra hija.
—Así que es por eso... amas a una mujer y tienes una hija. -para este punto la voz de ella se quebró. —Si lo que te contaré sale de tus labios te juro que te mataré.
—Si te confíe la verdad de quién realmente soy. No tengo porque traicionar tu confianza al decir lo que vas a contarme.
Violet tomó mis manos entre las suyas y la apretó.
—Yo también tengo una hija. La abandone por miedo a que mi padre se deshiciera de ella. Cada día en estos tres años me la he pasado pensando en ella... así que para no pensar demasiado en la bebé que abandone cree la Violet quisquillosa, fiestera y quejumbrosa. La perfecta diva.
—Violet...
—Pensar en lo que pudo haber sido la historia, me llena de una bruma que solo se disipa cuando duermo. Me siento atrapada en una vida que no es para mí, no quiero vivir esta vida, quiero vivir con ellos, aunque no tengamos nada para comer, pero con ellos.
Por eso es importante nunca juzgar la portada del libro antes de conocerlo, porque el contenido te puede traer una que otra sorpresa.
Violet empezó a llorar, y yo en modo de consuelo la atraje hacia mi pecho para consolarla.
—Lucha por ella, por él. Porque sé que lo quieres...
—No puedo. No puedo ponerlos en riesgo.
—Eso no es lo que tu corazón pide Violet.
Ante esas palabras ella se quedó callada.
—Muy bien, Kurt. Si logras hacerle un hijo a Violet quizás decida quitarte el rastreador.
—No voy a ser una incubadora, para traer un hijo al mundo, solo para que tu llenes el vacío que tienes de ser el capo di tutti capi, padre.
Este es el tema de nunca acabar entre Luciano y Violet.
—Si no quieres que te rompa los dientes guarda silencio.
—Sí, como siempre.
Luciano abrió la boca para responder, pero antes de que pudiera hacerlo el jefe de sus matones se acercó bastante ofuscado.
—Señor, Alison Zampogna desea verlo.
Los ojos de Luciano y de Violet se abrieron como platos.
—Padre...
Luciano podía parecer un insensible, pero cuando recapacitaba de podía ver que no era la roca dura que aparenta ser.
—Es justo que la recibas... porque si mal no recuerdo dejaste que la perra de la mujer con la que te acostabas la llamara bastarda, esa zorra arrastró a mi hermana por el piso y tú te quedaste como un vehículo estacionado, para no ofenderte padre.
—Ella...
—Espero que se redima señor, Zampogna. Porque quizás ella sea lo que tanto sea.
Luciano apartó sus ojos de Violet y empezó a caminar.
—Redímete padre y no pongas más huevos de lo que ya ha puesto.
—Vete al diablo.
—Vivo con él y no sabes el pesar que es hacerlo.
Luciano le mostró su dedo corazón y siguió caminado como si nada.
—Kurgan... gracias por escucharme.
—No es nada, Violet.
La pequeña Zampogna se limpió las lágrimas con la manga de su abrigo y poco después se colocó sobre sus pies.
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Editado: 14.06.2025