Un bebé para el Rey [#7 de la Saga Heredero]

Malena Salvatierra: Muerta en vida.

Malena.

Es muy fácil para él decir que volvió por mí y que no se marcharía sin mí, pero ¿Qué hay de lo que yo quiero?

—No. No iré contigo a ninguna parte.

Kurgan dio un paso hacia el frente y yo me encargué de retroceder.

—Malena…

—¡Qué no…! Es mejor que te vallas de una vez por todas porque yo no estoy dispuesta a traer el pasado de vuelta. Márchate a tu palacio y déjame en paz de una buena vez. Kurgan.

Tras esas palabras giré sobre mis pies y empecé a caminar, pero tras dar varios pasos un mano me detuvo.

Y para mi desgracia no tuve que girarme para saber que se trataba de él.

—Malena, escúchame por favor…

—Suéltame -pedí con voz dura. —Aléjate de mí. Porque no voy a permitir que sigas haciéndome maldad, Kurgan. Ya tuve bastante de ti… Anatema sea el día en que fui a por ti, me odio con toda mi alma por ir a buscarte porque por mi culpa la perdí. Perdí los más hermoso de mi vida. Kimberley.

Kurgan mantuvo firme el agarre de mi mano.

—Estoy aquí para contarte la verdad de todo. Malena. Escúchame por favor.

—Estoy en proceso de sanción, acepté a regañadientes que ella no está y nunca más estará en mi vida, acepté que me trataras como mierda. Acepte que no le permitieras tener a nuestra hija una tumba digna para llorarla. Acepte que me sacarás de tu vida como si no valiese absolutamente nada. Acepté que perdí, Kurgan De Asturias.

—Malena, sé que lo que viviste fue fuerte, pero… -lo interrumpí.

—No quiero escucharte nunca más. No quiero tenerte cerca y mucho menos respirar el mismo olor que tú, Kurgan. Márchate porque me costó mucho salir del hoyo del que tú me lanzaste.

—Te amo, Malena. Te amo.

¿Amor?

Ante esa interrogante me tragué mis lágrimas y giré mi cara hacia él.

Nuestros ojos volvieron a encontrarse después de estos tres largos años, y pude ver que su mirada era diferente a la de la última vez. Algo había cambiado en él, pero no estoy dispuesta a averiguar de que se trata.

—Tu no sientes amor por mí, Kurgan. Lo que tu sientes es deseo de hacerme trizas. Ahora que estoy próxima a sanar quieres destruirme igual que lo hiciste la última vez, pero esta vez no te lo permitiré.

Colores mi mano libre encima de la de él. Y antes de que el pudiera hacer algo para impedir que me liberará, golpeé con fuerza su mano, ante el dolor Kurgan apartó su mano de la mía como si quemara.

—Malena, sé que él es un idiota, pero te ama.-inquirió Román en modo de defensa.

—No lo quiero en mi vida. Porque ya bastante hizo con echarme de su castillo sin importarle que nuestra hija muriera a tan solo unas horas de haber nacido. Esa acción da a entrever que el rey De Asturias no me quiere. Porque si me quisiera, aunque sea un poco no hubiese trapeado el suelo conmigo, querido Román.

—Malena... te amo.

¿¡Y el Óscar es para...!?

—Me destruiste, Kurgan. Me hiciste pedazos.

Kurgan abrió su boca para hablar, pero la voz de Mail se antepuso y además de todo se colocó a mi lado.

—Tienes tres segundos para desaparecer, Kurgan Azair.

El mencionado dio un paso hacia mí, sin mostrar miedo.

—No me iré sin mi esposa.

Ante esas palabras Mail también dio un paso hacia el frente.

—No me toques las pelotas y lárgate de una buena vez por todas.

Kurgan negó, y eso logró que Mail diera un paso hacia el frente.

Román volvió a interceder por Kurgan.

—Mail, sé que él es un verdadero idiota, pero déjenlo hablar.

El príncipe Reith se está ganando una buena patada en las bolas, porque estar defendiendo a lo indefendible.

—Qué se vallas a la mismísima mierda, ese rey de mierda. Pero no se quedará ni un minuto más en mi casa, así que ahuecando el ala ave de mal agüero.

—De aquí no me voy sin mi mujer. -agrego Kurgan mirando con autosuficiencia.

Y dale con la necedad.

—Mira rey de pacotilla, más te vale largarte de mi casa en este momento, sino quieres que descargue mi furia sobre ti.

—De aquí no me voy sin ella. -demando con mirada retadora.

Cuando Mail iba a dar otro paso hacia él, tomé mi brazo impidiéndole seguir.

—Mail, no tiene caso pelear a estas horas.

—Debo colocarle los tornillos a este hombre, Malena.

—Mañana lo puedes hacer.

El pecador giro su cabeza hacia mí y nuestros ojos se conectaron.

—Te amo mucho, Malena.

—Y yo a ti, Mail.

Tras esas palabras Mail me atrajo a su pecho y la abrazo.

—No quiero volver a verte rota, hermana.

—Te tengo a ti para cuidarme, Mail.




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