Kurgan.
Ver a Malena después de tres años causo un mar de emociones en mí.
Desee abrazarla, besarla, consolarla, y decirle que no permitiré que el dolor vuelva a tomar posesión de su vida.
—Kurgan…
Giré sobre mis pies y me sorprendí al ver a la señora Gabriela Salvatierra.
—Señora Salvatierra.
La mujer se acercó a mí y sin yo verla venir, me abrazo.
—Estuve privada de mis visiones por muchos tres años, no puede ver todo lo que Malena estaba sufriendo.
—Usted no tiene la culpa, señora.
—No pude verla. No pude ir a rescatar a mi hija.
—Yo tampoco pude protegerla.
Ante esa confesión los dos hicimos silencio.
El cual fue sosegado por la voz de mi padre.
—Kurgan.
Alce mi cabeza y coloque mis ojos en el capo di tutti capi.
—Padre…
—Kimberley y Malena te esperan, hijo.
Esa confesión me hizo abrir los ojos como platos.
—Pensé que…
—La pequeña es igual o más terca que su madre.
Llego el momento de afrontar la verdad, llegó el momento de reunirnos como familia.
La señora Gabriela deshizo nuestro abrazo.
—Ve por ella, hijo. Ve por Malena.
—Termina de una vez por todas con el reino maligno de dolor, Kurgan. Recupera a tu familia.
Tras esas palabras bese el dorso de la mano de Gabriela.
—Se cumplió su profecía.
—Es lo que tenía que pasar. -agrego sin más.
—¿De dónde viene la potestad de ver visiones?
—Es algo con lo que nací, no hay nada malo detrás de ello porque no puedo ver lo que le va a pasar a las demás personas, solo puedo ver a mi familia.
Asentí.
—¿Dónde están, padre?
—En el apartamento.
Volví a asentir.
Y después de hacerlo empecé a alejarme de ellos.
Llegó el día tan ansiado por mí.
Tomé el pasillo en mano y justo cuando iba a abordar el elevador fui detenido y colocado contra la pared.
—¿Ahora que quieres? -reconocí la voz de águila blanca. —No dejaré que vuelvas a dañar a la reina.
—Yo no le hice nada a Malena, fue mi hermano.
—No te creo. -agrego mientras me presionaba con fuerza contra la pared.
Él solo se rendirá si le digo algo que solo nosotros dos sabemos: —Águila blanca, te llamaras así porque eres mis ojos, oídos en los cielos… Kurgan se rinde ante su protector.
Después de escuchar esas palabras águila blanca de soltó.
—Eso solo tú y yo lo sabemos.
—Kurt tomó mi lugar, se unió con el Elizabeth y juntos plantearon un atentado contra mí. Tras eso, Kurt tomó posesión del trono y sembró un legado de terror.
—Kurt, esa rata miserable daño a la reina, Kurgan. No solo trapeo el piso con ella, sino que en un intento por hacer que me redimiera la golpeó.
Escuchar esa confesión nuevamente logró que sintiera una especie de fuego recorrer mi cuerpo.
Kurt…
—No sabes lo mucho que me duele escuchar todo eso. Pero ya no tienes que estar reprimido porque Kurt no volverá a hacerle daño a nadie de mi familia.
—Cumplí lo que prometí, Kurgan. Protegí y sigo protegiendo a nuestra reina.
—Gracias, mi fiel amigo. Gracias por no redimirte ante el mal.
Águila blanca se acercó a mí y me abrazó.
—A quién no pude proteger fue a la princesa, Kurgan.
—Kimberley, tenía un ángel protector destinado para ella.
—¿Qué quieres decir?
—Kimberley sobrevivió y ahora está con Malena.
Águila blanca abrió sus ojos como platos ante esa confesión.
—Vamos para que la veas con tus propios ojos.
Retomé el andar y no me detuve hasta que águila blanca y yo estuvimos al frente del lugar que había rentado.
Llegó la hora de ser felices.
Tomé el pomo entre mis manos, lo giré y la puerta del lugar se abrió.
Ingresé al lugar, y lo primero que mis ojos vieron fue a Malena abrazando a Kimberley mientras lloraba.
Este momento se quedará grabado en nuestros corazones por el resto de la vida, porque es el día en que el dolor abandono nuestra vida, para darle paso a la felicidad.
—Mami, papá me dijo que tú me amarías mucho.
—Te amo, te amo con todo mi corazón, Kimberley.
—Yo también te amo, mami.
Ante esas palabras mis ojos se cristalizaron.
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Editado: 14.06.2025