Un bebé para el Rey [#7 de la Saga Heredero]

Malena Salvatierra: Kimberley.

Malena.

—Mamá, te encontré...

Escuchar esas palabras me lleno de emoción.

Mis ojos se colocaron en la pequeña y fue inevitable derramar lágrimas.

—Malena…

—Karter, dime que no es una alucinación de mi parte.

El hombre extendió su brazo hacia mí y me pellizco.

—Eso te ha de demostrar que no es una alucinación, Malena.

—¿Cómo? -pregunte.

—En pleno parto le pediste a alguien que la protegiera, y así ella lo hizo. Medusa cumplió al pie de la letra la petición que le hizo la reina.

Cecilia.

—Mami.

Mi corazón empezó a latir desenfrenadamente tras escuchar esas palabras.

La pequeña extendió su mano hacia mi vestido y tiro de él.

—No ye vallas nunca más mamá.

Esas palabras destrozaron mi corazón.

Tomé valor para agacharme a su altura y sin verlo venir la envolví entre mis brazos y dejé que las lágrimas salieran de mis ojos.

—Te amo. -susurró la pequeña.

Y esa palabra fue suficiente para que sintiera el mundo moverse a mi alrededor.

—Yo también te amo, Kimberley. -dije entre lágrimas.

Nunca en estos tres años pensé en la posibilidad de que Kimberley estuviese viva. Pero ahora viene la vida y me sorprende con la noticia de que mi hija sobrevivió y ahora la tengo entre mis brazos.

Ahora puedo decir que tres años después vuelvo a ser la mujer que era antes.

La Malena que hace lo que le da la gana. La mujer inquebrantable que va por lo que quiere, sin importarle que el mundo arda a su paso.

La abracé con todas mis fuerzas y dejé que las lágrimas salieran de mis ojos.

El encuentro entre Kimberley y yo fue tan emotivo que no quería separarme de ella ni un momento, no lo haré nunca más.

Deje un beso en la mejilla de mi pequeña y ante eso ella sonrió mientras observaba dibujos animados en el teléfono de su abuelo.

—Malena.

Gire mi cabeza hacia Karter. —¿Sí?

—Kurgan también sufrió. El perdió su libertad por tres años.

—Karter…

—El Kurgan con el que conviviste hace tres años, no es el Kurgan que te aceptó en el palacio o quien se casó contigo. -al confesar esas palabras los ojos de Karter se oscurecieron. —Su hermano se coligo con Elizabeth, traicionó a su propio hermano, echo en el olvido los valores que le enseñé, todo por el poder. Por ser el amo de las tinieblas y el amo de la luz. Kurt deshonró la crianza que le di, traicionó nuestra familia.

Esa confesión logró helarme la sangre.

Quién iba a pensar que Kurt le haría algo así a Kurgan.

—Malena, sé que sufriste. -Karter entrelazó su mano con la mía, y me dio un fuerte apretón. —No tuviste a nadie para librarte del mal, te humillaron, por la maldad de otros tu hija fue apartada de tu lado, y no conformes con eso iban a iniciar una caza para exterminarte. Eres la representación misma de la palabra resiliencia. Fuerza, pasión, amor, eres la mujer indicada para ser la reina.

¿Reina? No.

Después de lo que viví no quiero volver a ese lugar, no quiero que los recuerdos se apoderen de mi vida.

—No volveré, Karter. No volveré.

Karter negó.

—Él te ama.

Hice silencio porque si secundaba esas palabras no podría negarme a volver.

Lo amo. Pero tengo miedo de que vuelva a pasar lo que paso.

Nunca fui una miedosa. Pero no quiero volver a sufrir lo que pase hace tres años.

Me quedaré aquí porque este es mi lugar, el lugar que me hace feliz.

—Malena.

—Tome una decisión Karter.

—Kurgan, te ama con todo su ser, te ama infinitamente Malena.

Aparte mis ojos de los de él. Porque no llegaríamos a ninguna parte.

Cuando llegamos al lugar donde Kurgan y Kimberley se estaban quedando, mi hija me arrastro hacía la sala, nos sentamos en la alfombra mientras nos abrazamos.

—Te amo, mi amor. Te amo. -susurré mientras dejaba besos por toda su cara.

Al poco tiempo Kurgan llegó y se unió a nuestro abrazo, si alguien llegaba y se paraba en el umbral de la puerta vería a una familia.

Una familia que en su tiempo fue destruida y alejada, pero que tres años después de reencontraron y ahora serán inseparables.

Kurgan, Kimberley y yo pasamos parte de la mañana y la tarde jugando, abrazando a nuestra hija.

Y mirándonos con anhelo.

Kurgan me observaba desde la distancia con anhelo y yo también lo hacía con él, pero no me atrevía a dar el paso.

En la tarde hicimos palomitas de maíz, nos metimos a la cama, e hicimos un maratón de películas.




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