Kurgan.
—¿Qué pasa, amigo? -Román coloco una de sus manos en mi hombro y eso logró llamar mi atención.
—Malena no va a regresar al palacio.
—Oh, estas muy mal…
Solté un bufido.
—Ni que lo digas… y lo peor del caso es que tengo dos días para regresar.
—Estas más que jodido, Kurgan.
Román tomó asiento a mi lado.
—Yo también tengo que regresar a casa, porque mi mujer no puede salir de la cama por el embarazo.
—Ya tienes cuatro niñas, Román.
—Ni que lo digas… espero que este bebé sea un niño porque entre tantas mujeres me perderé la poca paciencia que me queda.
Mail y Román tienen toda mi admiración porque tener niñas es algo bastante complicado.
—Iré a visitar a mi hermana en cuanto pueda.
—Procura llevar a Kimberley contigo, porque Eliza está que se muere por ver a su sobrina.
—Kimberley se quedará con du madre mientras yo estoy en el palacio.
—Oh… estás más jodido de lo que estabas antes, Kurgan.
—Lo sé.
Tras esas palabras me lleve las manos a la cabeza.
—Kurgan…
Levanté mi cabeza e hice una mueca al ver a Mail acercarse a mí con paso rápido.
—No he hecho nada, Salvatierra.
—Todavía me tienes que explicar porque mi hermana tenía tu camisa, pero por ahora me conformaré con que mi mujer te torture. Aurora, pide… no, no. Exige tu presencia en la habitación, De Asturias.
¡Oh, genial…!
Ahora no solamente seré torturado por Mail, ahora se le sumará Aurora.
—Levanta, De Asturias. Levanta…
Hice lo que él me pidió y cuando me encontré cerca de él, Mail golpeo mi mejilla derecha.
—Suerte, porque la vas a necesitar De Asturias.
Pasé de Mail y empecé a caminar hacia la habitación.
Cuando me encontré casi al frente de la puerta, escuché la voz de Román.
—En tu caso, es mejor que dejes que limpien el piso contigo, Kurgan.
Pasé de esas palabras e ingresé al lugar.
Los ojos de las presentes se colocaron en mí, especialmente los de Aurora. Quién me brindo una mirada fulminante.
—Kurgan…
En este punto siento mi corazón latir a millón.
—¿S-Sí? -pregunte.
—¿Pensabas largarte sin conocer a mis nenas?
Aurora está que mate y come del muerto.
—No.
—Entonces acércate a mis nenas, velas y desea tener cinco como ellas, porque mi querida cuñada no puede tener una sola princesa. Ponte en campaña y hazle un par de bebés.
—¡Aurora…! -se quejó Malena, mientras observaba a las niñas dormir.
—No seas ilusa Malena, aprovecha que lo tienes contigo y…
Antes de que Aurora pudiese terminar, Malena antepuso su voz. —¿Qué te pasa, Aurora?
—A mi nada, a ustedes es que le sucede algo.
Negué.
—Kimberley es más que suficiente, Aurora.
Eso es mucha mentira.
A mí me gustaría por lo menos tener dos niños más, una niña y un niño. Pero ante la negativa de Malena de volver conmigo, no puedo hacerle a mis hijos.
—Suficientes mis ovarios.
Pasé de Malena y me acerqué a la cuna de las bebés.
No sé porque Mail se queja, porque esas niñas son unos ángeles.
—Son hermosas.
—Son mis hijas, Kurgan.
Autora tiene el ego por las nubes.
Una de las niñas abrió sus ojos y empezó a quejarse.
Malena la tomó y se la llevó al pecho.
Detuve mis ojos en ella. Y por un segundo sentí el peso del pasado golpearme nuevamente. Porque nos habían privado de vivir este momento con nuestra hija.
Me hubiera encantado cargar a mi hija, cambiarle el panal, verla dar sus primeros pasos. Lastimosamente me perdí de todo eso.
—Kurgan, toma a la otra bebé.
Ladee mi cabeza tras esas palabras.
—Kurgan, si despiertan las dos que faltan te encerraré con ellas hasta que las calmes, porque no es nada fácil lidiar con cuatro niñas llorona al mismo tiempo.
Coloque mis ojos en la cuna y con cierto miedo imite la acción de Malena. Me llevé a la pequeña al pecho.
—Se les ve bien la paternidad. Deberían ponerse en campaña y hacer un bebé.
—Malena… -regaño Jazmín Reith.
—Es la verdad madre.
Pase de la conversación para centrarme en la pequeña que cargaba.
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Editado: 14.06.2025