¡un bombón para Navidad!

CAPÍTULO 9

Después de intentar convencer a Isabel, sin éxito, para que me dijera a lo que se refería con lo de tener cuidado con Sergio, me he dado por vencida y decido ignorar todas las voces que me susurran que tenga cuidado. ¿Cuidado de qué? ¿De que sea un asesino en serie? Primero me creo que es el heredero perdido de Hogwarts.

Son las nueve de la maña y cuando me veo al espejo casi salto del susto. Tengo unas ojeras más grandes que las que me salían en mi época de estudios. Muchas gracias, Isabel. Al parecer a las 2 de la mañana le pareció un buen momento para contarme lo perfecto y feliz que estaba con Christian, su compañero de trabajo y ahora novio.

Ya me sé toda su historia familiar, que tiene dos gatos monísimos y hasta las canas que tiene... en fin, si algún día lo detiene la policía bastaría con interrogarme para saber todo de su vida.

Miro el reloj de la mesita de mi habitación e, ignorando mi cara demacrada, me apresuro a cambiarme de ropa y opto por ponerme unos simples pantalones largos y un jersey rojo. 

Bajo a la cocina con la intención de encontrarme con mi padre, pero no lo veo por ningún lado. Que raro, normalmente siempre me espera. 
Me acerco al refrigerador y veo una nota colgando de este con la caligrafía de mi padre.

"Por lo visto tu reloj biológico a fallado esta vez porque tendrías que estar ya levantada, aunque cuando leas esto ya vas a estar despierta... bueno, me he ido porque alguien tiene que dar alguna alegría a la población.
Tu padre,
PD: No cojas el coche rojo. No tiene frenos
"

¿Qué? ¿En serio, papá? ¿Qué coche no tiene frenos? O, bueno, mejor dicho. ¿Quién en su sano juicio no le pone frenos al coche?

Ruedo los ojos son una sonrisa de incredibilidad en la cara y, mordiendo una manzana salgo de casa para coger un taxi. Paso de esperar un autobús y el muy listo me ha dejado sin coche.

El taxista es un hombre mayor al que le tengo que gritar la dirección tres veces para que me entienda. ¿Me habrá entendido ya o voy a ir a parar a la montaña?
Estoy perdida en mis pensamientos cunado mi teléfono vibra, indicando que tengo un mensaje, así que pensando que es mi padre lo abro al instante.

NÚMERO DESCONOCIDO: ¿Llegasteis a tiempo a la tienda?

CLAUDIA: ???

NÚMERO DESCONOCIDO: Que feo me parece que no reconozcas a la persona que te decoró la cocina de la tienda.

CLAUDIA: Lo siento, pero no tengo por costumbre recibir mensajes tan extraños.

SERGIO: Pues vete acostumbrándote, porque tengo otro ;)

CLAUDIA: Miedo me das...

SERGIO: Mujer de poca fe... Solo quería preguntarte si querrías acompañarme al baila de Navidad que celebra cada año mi familia.

¿Un baile de Navidad? ¿Estos de donde han salido?

CLAUDIA: Primero, ¿qué baile? Y segundo, ¿qué tradiciones celebra tu familia? Esto no es la familia real.

SERGIO: JA, JA, JA. Que graciosa eres, pero para tu información es una tradición muy antigua y cada año se hace un anuncio importante sobre e nuevo año. 
A demás, no me puedes decir que no. Habrá fiesta, baile, gente

En vez de convencerme me está asustando. Pero me divierte esta especie de conversación que tenemos.

CLAUDIA: Mm... lo siento, yo no bailo ☺

SERGIO: O también puedes quedarte bebiendo champan. Y a Charlotte le encantaría volver a verte.

Este hombre sabe de mi debilidad por esa niña.

CLAUDIA: Eso ya me gusta más... No, es serio, me gustaría pero entonces dejaría solo a mi padre y no quiero.

SERGIO: Por eso no hay problema, puedes traer a tu padre también. Así vosotros tampoco estáis solos las Navidades.

En eso tiene razón. Desde que mamá murió, mi padre y yo hemos celebrado las navidades solos. A excepción de algún año que ha estado Isabel, pero no ha vuelto a ser lo mismo sin ella, le encantaban estas fechas. Puede que no sea una mala idea después de todo... 

CLAUDIA: Está bien... ya veré como me las apaño para convencerlo devenir. Pero ya te aviso que vamos a desentonar ahí.

SERGIO: Imposible, vas a ser la mujer más radiante de la fiesta. Te lo aseguro ;)

Y me deja con una sonrisa bobalicona en los labios. Él si que sabe como hacerme emocionarme como una tonta, tiene algo que me atrapa.

Cuando llegamos al destino, le pago al taxista lo que le debo y dejo que se quede la propina. No voy a hacerle rebuscar por toda su bolsa por un condenado dólar.

—¡Hasta que mi queridísima hija se ha dignado a aparecer!—celebra mi padre, como si se tratara de la mayor sorpresa del mundo.

—No habría tardado tanto si no te hubieras llevado mi coche, gracias.—me pongo a la defensiva dirigiéndome a la cocina para ponerme el delantal.

—¿Y que querías que hiciera? ¿Coger el coche sin frenos?—cuestiona quejándose como un niño pequeño. Y este es el hombre que se hace llamar mi padre...—Tú quieres que me coma el acero, eso es lo que quieres.
No puedo evitar soltar una carcajada ante la imagen que me viene a la mente.




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