Salimos de nueva burbuja al oír los aplausos del público que hemos creado. Me separo de él completamente sonrojada y al escuchar la risa de Sergio, me tapo los ojos y me escondo en su pecho.
—Dime que solo están aplaudiendo a la comida.—suplico con la voz amortiguada por su pecho.
—Siento desilusionarte, cariño. Pero estoy prácticamente seguro de que es a nosotros a quien nos aplauden.—me susurra de vuelta en un tono de voz socarrón.
—Te odio, que vergüenza...—noto como pasa su brazo por alrededor de mi cintura y me junta más a él.
—A mi me ha gustado, ¿y si lo repetimos?—al instante le doy un codazo y, lentamente voy sacando la cabeza el agujero y miro tímidamente a los presentes.—Como quieras, pero te advierto que me va a ser muy difícil resistirme a la tentación.—sonríe pícaro y yo niego con la cabeza empezando a alejarme de la carpa. Estoy empezando a tener demasiado calor.
Mi corazón aún no se ha recuperado por completo por ese repentino acto y mis labios aún sienten el cosquilleo de los suyos. A mi también se me hará difícil resistirme, y más cuando no lo puedo perder de vista.
—¿A dónde vas?—pregunta elevando la voz acelerando el paso para alcanzarme.
—A ver el torneo, está a punto de empezar y le prometí a Charlotte que estaría ahí, ¿recuerdas?—le hago memoria señalando lo obvio.
—Claudia...si Julia te ha hecho...
—No tiene nada que ver con esa arpía.—lo interrumpo con la voz cargada de desprecio.—Supongo que tendría que haberlo visto venir.—río irónica metiéndome las manos en el bolsillo.—Quiero decir, mírame y mírala a ella. No hay comparación.
—Claro que no la hay.—responde de inmediato con el ceño fruncido.—Ella es un envoltorio bonito, pero no tiene corazón.—argumenta convencido de ello.—En cambio tú, tú eres todo lo que un hombre cuerdo puede desear.
—Ya, claro...—suelto una risa seca, mirando hacia otro lado y cruzándome de brazos.
—Estoy hablando completamente en serio, Claudia.—su tono mosqueado me hace volver a mirarlo.—Eres lista, amable, bonita, con una personalidad que muchos desean poseer, al menos yo, por lo menos.—mientras habla su voz se va enterneciendo y al final deja ir una pequeña risa.—Pero por sobre todas las cosas, eres preciosa y dices lo que sientes sin tapujos. Adoro eso de ti.—no sé si espera que ahora le responda con lo mismo, pero no puedo.
Me he quedado tan sorprendida que lo único que soy capaz de hacer es quedármelo mirando con los ojos y boca bien abiertos. Me esperaba cualquier cosa menos eso.
—Creo que será mejor que vayamos a coger sitio o nos lo vamos a perder.—digo lo primero que se me pasa por la cabeza hablando lo más rápido posible.
—No te preocupes por eso,—responde sin poder contener una carcajada.—es un campo abierto y hay sitio de sobras.—dice muy convencido de sí mismo y con un toque de orgullo.
—Que bien.—le ofrezco una sonrisa más falsa que los labios de Julia y empezamos a andar hacia el gentío.
Eso si, con Sergio pegándome de nuevo a su cuerpo y notando el calor de su mano en mi cintura.
***
La competición no es nada como me la había imaginado. Pensé que sería algo normal y relativamente tranquilo, pero es totalmente lo contrario. Cada equipo lleva el las manos una bandera de un color diferente y los participantes llevan un chaleco y bufanda de ese mismo color.
—¿Acaso tenéis una insignia por cada equipo o qué?—pregunto medio en broma, pero con la mirada y sonrisa que me dedica, me doy cuenta que estoy en o cierto.
—Hace años se estableció esa norma y se acordó que la bandera del equipo ganador se colgaría en la entrada de la mansión y coronaría el árbol de navidad.—a medida que va hablando mis cejas se van elevando más hasta llegar, prácticamente, al nacimiento del pelo.—Esa familia también presidirá las fiestas.—añade finalizando.
—Estás de broma...
—No.—sentencia riéndose de mi sobreactuada reacción.
—¿Alguna vez os han dicho que sois una familia un tanto peculiar?—suelto bromeando a lo que él ríe.
—Alguna que otra vez.—me contesta como si nada encogiéndose de hombros.
Si el ambiente ya estaba cargado antes de empezar la carrera, cuando dan el silbato de salida, todo se vuelve un caos. Gritos de ánimo por ahí, gritos eufóricos por allá...hasta creo que yo me contagio un poco de eso al ver que Charlotte se pone en cabeza, lista para ganar la carrera.
—¡Vamos, Char!—grito a pleno pulmón.—¡Tu puedes!
—Y luego somos nosotros los peculiares...—murmura a mi lado negando sonriendo con la cabeza, haciendo lo mismo que yo.
El torneo finaliza con Charlotte como la ganadora y tanto su padre, como yo y sus abuelos no pueden estar más felices. Corremos a abrazarla y la llenamos de beso, a lo que ella solo puede reír y abrazarnos como puede con sus cortos brazos.
—¡He ganado!—exclama rebosante de alegría.—¿Lo has visto Claudia? ¡He ganado!—no puede parar de dar saltitos de felicidad.