El silencio llenó la plaza mientras todos esperaban los resultados de la primera ronda. Me encontré inmersa en un mar de emociones: la adrenalina seguía zumbando en mi sistema, el café goteaba desde la mesa en un espectáculo que ya se había vuelto legendario, y las miradas se cruzaban entre los competidores como espadas afiladas en un duelo de honor.
Finalmente, el presentador tomó el micrófono con un aire de dramatismo que podría haber competido con una telenovela. “Y el primer puesto de esta ronda va para... ¡Ana!”
El aplauso estalló, me llenó de una alegría extrema que me hizo sentir como si estuviera flotando. Las sonrisas de mis amigos en la audiencia iluminaban el caos en mi interior mientras celebrábamos juntos mi pequeño triunfo. Pero antes de que pudiera saborear ese dulce momento, la figura de Diego se acercó, mirando a través de la multitud con esa irresistible mezcla de respeto y deseo.
“Ana, eso fue increíble. Nunca había visto un espresso como ese... y menos aún, un artista de café que haga que todo parezca tan fácil”, dijo, mientras su voz suave se deslizaba en mi oído, provocándome un escalofrío.
“¿Es en serio? ¡Solo espumé un poco de leche y crucé los dedos!” repliqué, intentando ocultar mi nerviosismo, la emoción burbujeaba dentro de mí como el café en la olla. “Aunque, para ser honesta, no sabía que una competencia de baristas podría volverse tan... intensa”.
Diego soltó una risa genuina que resonó en mí más que el aplauso del público. “Eso es lo que hace las competencias interesantes. La presión, la emoción... Y el café.”
Mientras hablábamos, se formó una conexión entre nosotros que se sentía tan natural como el aroma del café en el aire. Sin embargo, justo cuando me sentía lista para dar un paso más hacia él, un grito ensordecedor rompió la atmósfera.
“¡Cuidado!” Era el competidor de la gorra oscura. Este parecía decidido a arruinar mi momento. En un intento por lucirse, había decidido hacer un truco con lo que parecía ser un poco de café expreso y un conjunto de luces; el resultado fue un estallido de burbujas y café salpicando alrededor, casi como un espectáculo pirotécnico. Las risas y gritos de sorpresa de la audiencia resonaron, convirtiendo la serenidad del evento en un carnaval de locura.
“Esto es un desastre”, pensé mientras giraba instintivamente para evitar que el café me aterrizara de nuevo. Sin embargo, incluso en medio del juego absurdo, sentí una risa brotando de mis labios en un instante de pura comedia.
Mientras el caos se centraba en los intentos frustrados del chico de la gorra, me solté en la tarea de informar sobre el desastre a Diego. Aquí estaba el momento que había estado esperando — disfrutar la risa hasta convertirla en un lazo más fuerte entre los dos.
“Puede que el café no sea el único en necesitar una limpieza profunda hoy”, le dije, haciendo un gesto hacia la escena de carnicería que tenía lugar justo frente a nosotros. “¡Pero siempre hay espacio para disfrutar el momento!”
Él soltó una carcajada, su risa resonante y cálida me atrajo aún más, y yo me sentía como si estuviera surcando las nubes en una estación de tren. “Eres un verdadero hallazgo, lo sabes, ¿verdad? Entre la competencia y el desastre, tu humor se lleva la medalla de oro.”
Mientras el día avanzaba, las rondas de eliminación continuaban, y el lugar se llenaba de cada vez más espectadores ansiosos por ver el resultado del caos. Yo seguía entusiasmada, pero también me asaltaba una preocupación que se estaba acumulando como la espuma en una taza.
La competencia avanzó con rivalidades y amistades formándose entre los participantes. Pero mientras todos se concentraban en sus manifestaciones, solo yo podía notar a Diego acercándose, siempre que podía, cada vez más. El precio de ese establo de espresso en frente de mí era que, a pesar de sentirme cerca de él, el silencio a su alrededor a menudo se convertía en una especie de peso. A veces, las palabras no eran suficientes para expresar los sentimientos que estaban aglomerándose entre los dos, hirviendo como un café mal preparado.
La tensión llegó a un nuevo nivel cuando el presentador anunció que estábamos cerca de las rondas finales. Era entonces cuando el verdadero desafío comenzaba: una carrera de velocidad combinada con creatividad, donde cada barista tenía que crear un café exclusivo en un tiempo limitado frente al jurado.
“Esta será la oportunidad perfecta para deslumbrarlo”, pensé, mientras una especie de determinación se apoderaba de mí. Recordé el consejo que me había dado mi abuelo: “El arte del café es como el amor: requiere pasión, paciencia y un poco de locura”.
Al sonar la campana, el caos reverberaba a mi alrededor. Gentío, voces, y toda la energía acumulada pareció concentración en una llama brillante. Me adentré en la fría resolución de mostrar mi habilidad, dejar que las manos hablaran. Era momento de elevar ese café, de mostrar el alma del arte.
Mientras mis manos danzaban entre granos, leche y jarabes, di lo mejor de mí. Sentía que el arte comenzaba a fluir, y en la penumbra de mi mente se arremolinaba una creatividad febril. Cada movimiento era como un juego de equilibrio, un acto de acrobacia en una rutina de café.
Sin embargo, al mirar a un lado, vi que el competidor de la gorra oscura, un experto, estaba rezagado, pero no rendido. Él frunció el ceño, enfocándose, como un fiero oponente en medio de la batalla. Las miradas de desafío no eran solo para mí, sino para todo el evento. “Café, haz tu magia”, musité, esperando que en este frenesí el destino no me entretuviera.
Con cada goteo, cada burbujita delicadamente espumosa, me sentía más viva, y en ese fervor descubrí que, aunque la competencia estaba llena de adrenalina, había algo más allá que solo ganar. Era la inesperada conexión que estaba floreciendo entre Diego y yo, algo que era un diamante en bruto entre los desafíos del día.
Así que, mientras las cuentas regresivas sonaban y el reloj marcaba el final, vi en los ojos de Diego una chispa de reconocimiento, un destello que prometía algo más profundo. Pero antes de que pudiera darme el lujo de explorar ese sentimiento o sumergirme en su mirada, un gran estruendo oscuro irrumpió.
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Editado: 17.12.2025