Un Café Con Amor

Capítulo 6: Aromas del Pasado

El bullicio de la plaza seguía resonando mientras la competencia de baristas avanzaba a pasos agigantados. La adrenalina aún coreaba en mi sistema tras la reciente victoria, mientras el trofeo brillaba en mis manos como un símbolo de mis esfuerzos y determinación. Pero, mientras celebrábamos con las risas de nuestros amigos y el clamor de la multitud, no podía quitar de mi mente las soflamas de desdén del gorra oscura. La competencia no era solo un juego de café; había un nivel de rivalidad y ambición que podía cambiarlo todo.

Después de la ceremonia de premiación, decidí que necesitaba un momento de respiro. Me alejé de la multitud y me encontré en un pequeño rincón del evento, donde los aromas de café y pasteles se derramaban como una suave sinfonía. Entre luces coloridas y sombras fugaces, mi mente se trasladó a momentos pasados, rincón donde crecí en el pequeño taller de mi abuelo, donde cada café servía como un recuerdo y cada trago era un retroceso en el tiempo.

Me recosté contra la pared, sólo un par de metros de distancia de las máquinas de café, y comencé a recordar la única lección que realmente había resonado en mi corazón: el respeto por cada grano de café. Desde que tenía memoria, cada mañana con mi abuelo era un viaje a la tierra de las fragancias y sabores. Recuerdo cómo me enseñaba a elegir perfectamente esos granos, a saborear cada uno con una paciencia casi reverente; me hablaba sobre cómo el café conecta más allá de los sentidos, como un catalizador emocional.

“Querida Ana, el café lleva consigo las historias del mundo. Cada taza puede abrir puertas”, solía decir, y mi mente, al recordar esas palabras, me llevaba a una mezcla de nostalgia y calidez.

Con esos recuerdos presentes, decidí que debía encontrar una forma de introducir ese espíritu clásico en la competencia. Mientras pensaba en ello, la visión de Diego apareció en mi mente, su sonrisa se entrelazaba con los momentos de mi abuelo, ese respeto y amor por el café. Pero, a medida que las emociones crecen, no podía evitar el temor que la rivalidad con el gorra oscura había traído a la mezcla. ¿Sería capaz de mezclar esos antiguos recuerdos con el nuevo desafío que enfrentaba?

Tomé un respiro profundo y regresé a la plaza, decidida a no dejar que los rencores ensombrecieran mi experiencia. Los siguientes desafíos prometían ser aún más difíciles, y sabía que necesitaría tanto mi destreza con la leche como la historia que llevara en mi corazón. Cuando volví, encontré a Diego rodeado de amigos charlando animadamente, y la calidez de su presencia iluminó mi mundo.

“¡Ana! ¡Mira esto!”, gritó Carlos, señalando hacia el escenario donde el gorra oscura estaba preparando su próxima creación. El chico parecía concentrado, y el aire se sentía tenso. Diego, a mi lado, parecía percibir mi inquietud. “No podemos dejar que eso nos afecte. Lo que tienes en mente es más fuerte que cualquier truco,” me susurró.

Me costaba calmar la tormenta en mi pecho mientras observaba al gorra oscura burlarse de los otros competidores. Tal vez su técnica era insuperable, pero sentía que había algo oscuro en sus intenciones. Mientras seguía su movimiento, no pude evitar reflexionar sobre cómo cada sorbo y cada decisión impactaba en esta competencia que se sentía monumental.

Rápidamente, el jurado volvió a llamar a los competidores para la siguiente ronda. Ahora sería un desafío de sabor, donde los baristas debían presentar un café que evocara la esencia del lugar de donde venían. Este reto era por demás personal. Sería la oportunidad perfecta para compartir mis raíces y lo que significaba el café en mi vida. Pero, de nuevo, el gorra oscura nos observaba como un halcón acechando a su presa. El ambiente crujía, y la conexión con Diego se sentía más intensa mientras compartíamos esa tensión.

Cuando llegó mi turno, el universo pareció prestarse a la ocasión: cada grano, cada olor que había respirado de niña se unía en una ola de emociones. Me transporté a ese instante en el que era un capullo de sueños y el aroma del café me prometía un mundo lleno de alegría.

Mis dedos recorrían los ingredientes, y podía sentir que cada café que preparaba representaba no solo la magia de la bebida, sino un portador de recuerdos. Con cuidado, mezclé un café especial que evocaba el calor del hogar, la esencia de mis abuelos y los abrazos entre risas y olores flotantes. Con cada ingrediente que añadía, sentía que no era solo un café, sino un vínculo con mis raíces, una expresión de amor y respeto.

Al terminar el café, levité la taza hacia el jurado con seguridad, sintiendo el latido de mi corazón retumbar en mis oídos. Mientras ellos degustaban, la plaza se llenó de murmullos y puedo jurar que el tiempo se detuvo por un instante. Pero, al cruzar mi mirada con la del gorra oscura, un escalofrío de desdén se filtró en mi mente.

Carlos se acercó a mí al ver la tensión. “Ana, si tienes a tu abuelo en el corazón, esto será tu trueno. Nadie puede beber la historia del café que traes contigo”.

No podía estar más de acuerdo. En ese instante, decidí que no se trataba solo de mí; era un homenaje a todos los que habían hecho posible que llegara hasta aquí. Sin embargo, el gorra oscura no durmió en sus laureles, y su siguiente creación prometía ser un desafío formidable.

Una exhibición aún más intrincada seguía, y mientras iba tomando forma, la competencia de café también pasaba a ser una competencia de voluntad y perseverancia. Una mezcla de sensualidad y dureza se sentía en el aire, un monstruo que amenazaba con salir de la sombra.

Al finalizar mi ronda, el jurado arrojó elogios y, mientras atendía los aplausos, la mirada de Diego otra vez conectó con la mía. Pero fue la repentina presencia del gorra oscura, interrumpiendo la celebración con una risa burlona, la que me sacó del trance.

“¿Quién necesita raíces, cuando uno puede impresionar a la multitud con una imagen?” dijo, causándonos a todos en la plaza un momento de tensión. Su desprecio me hizo sentir como si una sopa hirviente estuviera derramándose sobre mí, y al tropezar con mi propio café, la emoción se intensificó.




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