La plaza se sumió en un silencio casi reverencial mientras todos esperábamos la decisión final del jurado. Podía sentir el peso de la ansiedad en el aire, como un oscuro y espeso velo que se cernía sobre nosotros. Cada rostro en la multitud estaba lleno de expectativa. Entre las caras conocidas, vi a Carlos, sus ojos brillaban de entusiasmo, y a Doña Marta, quien parecía estar rezando con la mirada fija en el escenario. Y, por supuesto, Diego, cuya presencia era como un refugio en medio de la tormenta.
“Recuérdalo, Ana. Has puesto tu corazón en esta creación”, susurró Diego, manteniendo su mirada fija en mí. Su voz me reconfortó y al mismo tiempo intensificó mi nerviosismo. “No hay nada más poderoso que eso.”
El presentador, con un toque dramático, se acercó al micrófono y levantó la vista hacia la multitud. “Mientras los jueces deliberaban, todos ustedes han demostrado que el café encierra mucho más que una simple bebida. Nos ha contado historias, nos ha mostrado conexiones, y ahora es el momento de anunciar al ganador de esta emocionante competencia.”
La tensión se sentía como una cuerda estirada al máximo, lista para romperse en cualquier momento. “El jurado ha decidido que el título de campeón de la Competencia Anual de Baristas se otorgará a…” La pausa fue intencionada, una estrategia para aumentar el drama. “La bebida que ha logrado cautivarnos, que ha combinado la pasión y la historia… ¡Ana!”
El estallido de aplausos resonó como una explosión, una ola de energía que me envolvió por completo. La alegría me inundó, una risa incontrolable brotó de mis labios mientras el reconocimiento se instalaba en mi corazón. Había logrado capturar la esencia de quienes eran mis abuelos a través del café, y ahora el mundo lo celebraba conmigo.
Sin embargo, en medio de la euforia, no pude evitar notar el rostro del gorra oscura. Su expresión era una mezcla de incredulidad y furia, y eso hizo que mi alegría se viera empañada, aunque solo un poco. Sabía que su reacción no sería positiva y que no se detendría aquí. Era evidente que había algo más detrás de su deseo de ganar, una ambición que lo llevó a convertirse en lo que era.
Mientras me dirigía al escenario con el trofeo en las manos, una sensación de euforia se mezcló con la incertidumbre. “¿Qué haría ahora el gorra oscura? ¿Intentaría arruinar mi celebración?”, pensé, sintiendo que la presión podía cambiar de un momento a otro.
Al levantar el trofeo, observé la multitud. La energía era contagiosa, pero a pesar de las sonrisas y las celebraciones a mi alrededor, había una sombra. La felicidad podría ser efímera si no era cuidadosa.
“Es un maravilloso momento, Ana”, dijo el presentador, mientras me entregaba el trofeo. “Pero sé que muchos en el público tienen curiosidad por tus secretos. ¿Qué es lo que hay detrás de este café?”
Yo estaba completamente abrumada. Cualquiera en el público que pensara que era tan simple, subestimaba el poder de mis raíces. Tomando un momento para respirar, hablé con sinceridad. “Este café es una representación de amor, familia y los recuerdos que me han formado. Cada ingrediente refleja un momento de mi vida con mi abuelo. Quiero que cada sorbo sea una invitación a compartir la calidez de su hogar y la historia del café”.
El público estalló en aplausos nuevamente. La alegría y la conexión que había cultivado resonaban en cada rincón. Sin embargo, no tuve que esperar mucho tiempo para que la sombra del gorra oscura interrumpiera nuevamente la luz. Mientras me dirigía hacia Diego, sentí que su presencia se acercaba.
“Felicidades, Ana”, dijo con voz fría, una sonrisa estúpida en su rostro. “Pero esta victoria no es el fin. ¿No crees que este trofeo es solo un primer paso para hacerme ver como un idiota? Voy a demostrarte que esto no significa nada si no puedes mantenerte por sí misma”.
Su desafío fue como un chispazo de rabia. “No se trata solo de competir en técnica. Esto es sobre algo más profundo, amigo. El café puede fluir, pero también puede enfrentarte a la oscuridad”, dije, con una resolución que me sorprendía a mí misma.
“Esa es una forma poética de verlo, Ana”, respondió, arrugando la nariz. “Pero en este juego, la poesía no cuenta. Veremos cómo te va en la próxima ronda, si es que llegas”.
Con esas palabras, se marchó, dejándome con la sensación de desasosiego. Diego se acercó, tomando mi mano ardida entre las suyas, envolviéndola con su calor. “No dejes que eso te afecte. Sabes que el café es más que técnicas y trofeos. Debes mantenerte firme en tu camino”.
Sus palabras fueron la carga que necesitaba para combatir las sombras acumuladas. A pesar de todo, mi corazón se llenó de gratitud por tener la oportunidad de contar mi historia a través de mis bebidas. No solo era un trofeo, era un puente hacia la conexión con las personas a través del café.
La próxima ronda no sería fácil y ya se sentía la presión en el aire. A medida que el evento avanzaba, las conversaciones y las interacciones se tornaban más intensas, y un atisbo de rivalidad acechaba en el entorno. Pero mis intenciones eran más firmes que la competencia en sí misma; sabía que mi viaje apenas comenzaba.
Al caer la noche, la plaza se iluminó con luces brillantes y decoraciones festivas. La atmósfera era mágica, y gente de todos los rincones se unía para celebrar el amor por el café. Los rostros sonrientes de amigos y familiares estaban presentes, y en medio de todo, las sombras se sentían menos amenazadoras.
Mientras el festival se desarrollaba, Carlos se acercó a mí, brindando su apoyo. “Ana, eso fue increíble. Pero tengas cuidado con el gorra oscura. No te subestimes. Lo que hiciste hoy fue empezar un cambio en mi percepción del café. Siempre pensé que era solo una bebida, y ahora veo que es una conexión, algo más allá”.
“Gracias, Carlos. Eso significa mucho”, respondí, sintiéndome reconfortada. “Quiero que todos experimenten eso, deseen compartir las historias detrás de cada taza. El café debe ser un vínculo”.
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Editado: 17.12.2025