La excitación tras mi victoria seguía palpitando en el aire, pero no tardé en sentir que la calma que había disfrutado era efímera. Mientras las luces del festival se atenuaban y la plaza comenzaba a vaciarse, mi mente se llenó de preguntas acerca de lo que vendría a continuación.
Diego se quedó a mi lado mientras comenzábamos a recoger nuestros utensilios después de la competencia. “No puedo creer que hayas hecho esto, Ana. Has superado todas las expectativas”, me dijo, su voz llena de admiración y calidez. Sin embargo, yo sabía que no podía permitir que la euforia nublara mi juicio. La sombra del gorra oscura seguía acechando.
“Gracias, Diego. Pero no puedo evitar sentir que esto es solo el principio. El gorra oscura no se rendirá tan fácilmente. Su mirada me dice que hay algo más en juego”, respondí, recordando la frialdad en su voz cuando anunció su intención de vengarse.
“Eso es cierto. Pero no estás sola en esto. Aún cuando él intente desestabilizarte, tú has demostrado que el amor por el café y tu pasión pueden superar cualquier obstáculo”, me dijo Diego, animándome a tener confianza. “Recuerda que este viaje es tuyo, y siempre estaré aquí para apoyarte”.
Mientras recogía los utensilios, una sensación de determinación comenzó a crecer dentro de mí. A pesar de la tensión que sentía verticalmente, en el fondo sabía que el café había comenzado a cambiar no solo mi vida, sino también la de aquellos que me rodeaban.
Las semanas que siguieron a la competencia fueron un torbellino. Las notificaciones sobre la competencia y el reconocimiento del festival comenzaron a inundar mis redes sociales, y cada mensaje de felicitación servía como un recordatorio de las conexiones que había cultivado. Era como un regalo inesperado, pero con cada nuevo mensaje, la sombra de la rivalidad seguía acechando.
Participé en entrevistas y me rodeé de colaboradores, conversando sobre lo que realmente significaba ese triunfo para mí. Relatar mis experiencias conmovedoras y las historias de mis abuelos siempre era un viaje nostálgico, pero también se sentía liberador. Cada conversación me recordaba la esencia del café, cómo podía crear puentes, unir historias y hacernos reflexionar.
Sin embargo, las cosas comenzaron a complicarse cuando comenzó a difundirse la noticia de que el gorra oscura estaba planeando su regreso a la competencia con un enfoque particularmente audaz. Su último café había gozado de una visibilidad inusitada, y todos estaban hablando de ello. La anticipación del regreso de su acto era evidente, y su reputación como rival crecía, infundiendo en mí un sentido de desasosiego.
Una tarde, mientras estaba en la cafetería trabajando en un nuevo blend, la puerta se abrió con un crujido y entró el gorra oscura, su presencia era inconfundible. No llevaba su gorra habitual, sino que se veía más relajado, como si hubiera dejado caer una capa pesada. Sin embargo, la sonrisa en su rostro era un enigma en sí misma, una mezcla de superioridad y desafío.
“Hola, Ana”, dijo, acercándose al mostrador. “Felicidades por la victoria. Sin embargo, no deberías acomodarte demasiado. El próximo desafío ya está en marcha, y tengo algunas sorpresas bajo la manga”.
Mi corazón se detuvo un momento. “¿Qué tipo de sorpresas?” pregunté, acompañando mis palabras con una mirada inquisitiva. Aunque quería mantenerme firme, sentí un leve escalofrío recorrer mi espalda.
“Voy a dar un giro dramático”, anunció, dejando caer una sonrisa que me hizo cuestionar sus intenciones. “Me estoy asociando con un famoso barista internacional. No solo será una competencia más emocionante, sino que hará que todo lo que has logrado hasta ahora palidezca en comparación”.
Las palabras de su boca eran como un cubo de hielo que se deslizaba por mi columna vertebral. Era un movimiento que podría cambiar las reglas del juego, y mientras el peso de su desafío caía, comprendí que esta era su estrategia para vencerme. Pero en lugar de dejar que eso me afectara, decidí no mostrárselo.
“Eso suena interesante, pero no te confundas, el café es más que solo una presentación, es sobre la conexión y las historias que llevamos en cada taza”, respondí, intentando mantener la calma en mi voz.
El gorra oscura frunció el ceño pero entonces rió como si hubiera escuchado el chiste más gracioso. “Conexión y historias, ¿eh? Nos vemos en el escenario, Ana. Simplemente recuerda, lo que da sabor a la vida se puede consumir a muchos niveles. Yo no lo haría tan amargo”, y se fue.
El eco de su risa quedó resonando en mi mente, como un-gustito rancio que podía arruinar la dulzura de un café. Su advertencia se sentía pesada, y mientras las horas avanzaban, no podía sacudirme la sensación de que se avecinaba una tormenta. Sin embargo, una chispa de resistencia se encendió en mí; no podía darme por vencida.
Con la vista fija en la máquina de café, decidí que debía trabajar en una receta innovadora que fuese un verdadero homenaje a mis raíces, una bebida que pudiera fusionar las historias de mi familia con un toque contemporáneo que sorprendiese al jurado. Había llegado el momento de fusionar mis pasiones con la tradición y abarcar una experiencia de café que abriera corazones.
Las semanas pasaron rápidamente, y mientras trabajaba en mi nueva creación, Diego se mostró inmensamente útil. Todos esos días compartidos preparando café juntos se convirtieron en un subidón emocional que cada vez era más palpable entre nosotros. La conexión evolucionaba, y aunque sabía que el caos estaba a la vuelta de la esquina, había una esperanza brillante que prometería sostenerme.
Finalmente, el día de la nueva competencia llegó. La plaza se había transformado nuevamente en el campo de batalla que todos esperaban, y la energía que emanaba de la multitud era tan intensa que podía sentir su latido en mi propio corazón. Era este el lugar donde se desatarían las tensiones, y donde la historia del café se continuaría contando.
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Editado: 17.12.2025