Un Caso Perdido

CUATRO

—Pareces un retrasado. —Conrad F. Hall le grita a Luis, el chico pelirrojo que se sienta atrás de mí.

Trago saliva.

—Amigo, das asco —agrega Gregory Rogers, el tonto amigo de Conrad.

Ambos están en el equipo de soccer con Matt pero ellos son mucho peor que Matt. Me refiero a su personalidad, no a su desempeño en ese deporte.

Mientras siguen insultando a Luis, quien tiene claramente ansiedad social, yo solo pienso en lo frustrante que es no poder hacer nada por él. En el hecho que somos unas dieciséis personas aquí y nadie hace nada.

Me levanto de mi asiento y camino hacia el basurero que está al fondo del salón. Escucho unas risillas de las chicas que están enamoradas de esos babosos. Me muerdo el labio inferior. Algo en mí está comenzando a arder, mucha furia.

Trago saliva de nuevo.

—Seguro tu mamá quiso abortarte. —Suelta Conrad, quien está sentado sobre el pupitre al lado del de Luis, con el pie en el asiento de Luis, quien solo puede mirar hacia abajo y trata de no moverse.

Camino de nuevo a mi asiento y la mirada de Gregory me molesta. Es de esos chicos que miran hasta a una escoba con falda. Asqueroso.

— ¡Ey! —suelta Conrad con un tono más fuerte, más intimidante—. Idiota, ¿Acaso no escuchas? ¿Por qué me ignoras?

Se acerca a él y lo toma del pelo. Luis finalmente habla: —Por favor.

Gregory suelta una carcajada demasiada exagerada. — ¿Vas a llorar?

Yo lo único que me pregunto es donde está la señorita Montgomery, nuestra maestra de física. Está retrasada y eso solo hace que cada vez más la situación se ponga más tensa para Luis.

—Si lloras te rompo la nariz. —Gregory suelta.

—Yo... —Luis casi no puede hablar.

Volteo hacia Conrad sin pensarlo. 

No sé porque lo hice, pero tenía que hacerlo. Yo simplemente no podía seguir escuchando como maltrataban a Luis quien claramente no se va a defender y nadie más quiere entrometerse. —Déjalo.

A ver, claramente te puedes dar cuenta que yo no me relaciono con nadie aquí pero no es porque me hagan acoso escolar o no se quieran juntar conmigo, es porque prefiero estar sola. No me gusta convivir con la gente de mi edad, me molestan los dramas adolescentes. La verdad, nadie en esta escuela me llama lo suficiente la atención para que yo quiera ser su amiga.

Pero, Luis me recuerda a mí.

Tan indefenso, tan solitario y sin alguien que lo rescate.

— ¿Qué? —Conrad, quien seguramente no se sabe mi nombre, me mira confundido.

En ese momento llega la señorita Montgomery, quien se ve agitada y se disculpa por el retraso. Nos explica que tuvo que atender un problema en la dirección pero que es hora de comenzar.

Mientras ella habla, trato de concentrarme en la pizarra pero siento la mirada de la mayoría de mis compañeros. Yo casi no hablo a menos que sea necesario.

Supongo que era necesario.

Durante la clase no puedo evitar sentir la mirada penetrante de Conrad sobre mi espalda. Me siento incomoda pero ahora no hay nada que hacer. De manera impulsiva le pedí que dejara a Luis, ya no podía contenerme más.

A pesar que traté de concentrarme en la clase, antes que lo note ya había terminado y mi cuaderno estaba casi vacío. Guardo mis cosas y finjo seguridad en mi misma ignorando que varias personas me están viendo como si fuera la nueva atracción del zoológico.

Luego de guardar todo, me coloco la mochila sobre el hombro y salgo de ahí.

Al fin suelto el aire.

 

~ ❋✿✿❋ ~

 

En la última clase, por suerte no había nadie de la clase de física.

Pero, si estaba Matt.

Él ya estaba en su asiento, justo al frente en medio. Ruedo los ojos y me dirijo al mío que está a su lado. Él me mira de reojo y suspira. Yo dejo caer mis cosas sobre el escritorio y chasqueo mis labios.

Aquí es cuando todo el show comienza.

El profesor Warner, quien nos enseña historia y literatura, llega puntual. Saluda a la clase con un genérico "buenos días" y al llegar a su escritorio, que está frente al de Matt y al mío, nos suelta una sonrisa.

— ¿Cómo están chicos estrella? —Pregunta con una sonrisa, sacando su termo plateado de su maletín de cuero negro.

El señor Warner nos llama a Matt y a mi sus "chicos estrella" porque somos los mejores de su clase.

Es cierto, no me esfuerzo mucho en la escuela pero no soy mala estudiante. Me va bastante bien, especialmente en las clases que tengo que tomar con Matt. Lo hago más por competencia que por desempeño académico. Ambos tenemos un promedio de 100 en esta clase hasta ahora y todo apunta que tendremos que compartir el primer lugar.

—Bien. —responde Matt al mismo tiempo que yo digo: —Muy bien.

Él me voltea a ver molesto. —Muy bien —se corrige.

Incluso para esas pequeñas y básicas respuestas somos competitivos.

El señor Warner se levanta y pide que abramos el libro de historia del mundo en la página 129.

Matt busca en su mochila pero luego frunce el ceño, busca de nuevo y suspira. 

Me voltea a ver y yo levanto una ceja. — ¿Qué?

Le da una mirada rápida al señor Warner, quien está escribiendo algo en la pizarra y susurra: — ¿Tomaste mi libro?

Claramente no tomé su tonto libro.

Bufo. — ¿Qué? Llegué después de ti —le recuerdo.

Voltea a ver a su alrededor como si mágicamente el libro apareciera flotando. Quizás simplemente lo olvidó y ya pero como es el perfecto Matt se rehúsa a pensar que él pueda cometer errores.

Se deja caer en su asiento y suspira.

Ruedo los ojos y me concentro en lo que está explicando el profesor pero no puedo evitar ver como Matt ha tomado su cuaderno y trata de apuntar lo más rápido posible, pues esto es del libro pero no quiere perderse ninguna explicación.

—Bueno, ahora leamos —indica el señor Warner—. Empecemos con Matt.

Matt se queda un segundo en silencio y luego se rinde. —Yo, creo que dejé mi libro.




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