Un Caso Perdido

SIETE



 

—Buenos días. —Papá está leyendo algo en su teléfono mientras le da mordiscos a una manzana y sorbos cortos a su café negro.

Es uno de esos días raros donde papá y yo nos cruzamos en las mañanas. Normalmente yo me voy sin despedirme de nadie y regreso sin saludar a nadie.

Lo veo y me pregunto si comió las rebanadas que le dejé. Podría preguntarle pero decido no hacerlo. —Me voy ya —informo, y al mismo tiempo, es mi forma de despedirme.

Él asiente sin despegar sus ojos de la pantalla pero antes que salga me alerta: —Dejaste tu teléfono cargando.

Mi mano va automáticamente a mi bolsillo trasero. Mi teléfono está ahí. En realidad, ahora que lo pienso olvidé cargarlo en la noche.

Y lo recuerdo.

Matt olvidó su teléfono.

Mi papa ni siquiera sabe cómo es la cubierta de mi teléfono. La mía es una completamente violeta mientras que la de Matt es roja con el escudo de un equipo deportivo pero bueno, seguro no le presto mucha más atención que un par de segundos.

Me acerco, lo desconecto y lo guardo en mi mochila.

Ahora la pregunta es, ¿Cómo se lo daré?

 

~ ❋✿✿❋ ~
 


Han pasado ya dos clases y aun no me he topado con Matt. Seguro a este punto ya se habrá dado cuenta que no tiene su teléfono y posiblemente recordará que lo olvidó en mi casa.

Voy hacia mi tercera clase la cual es ingles cuando veo a Conrad parado en el marco de la puerta platicando con una chica rubia de cabello corto y otra de cabello igual de corto, solo que oscuro. Ambas son bonitas y lo único que pienso es que son demasiado buenas para alguien como Conrad.

Ellas ríen y se despiden, siguiendo su camino. Conrad les sonríe de vuelta y cuando gira su rostro, me ve. Nuevamente una sonrisa se dibuja en sus labios pero esta es diferente, una de esas que llevan los villanos de las películas infantiles.

Resisto la urgencia de poner los ojos en blanco y camino como si él fuera invisible pero justo en el momento que estoy por entrar, él trata de entrar por la puerta al mismo tiempo "coincidentemente" y terminamos chocándonos.

—Quítate. —Me quejo.

Él se para frente a mí. — ¿Tienes modales? Estaba pasando primero.

Resoplo y al tratar de esquivarlo, se mueve para bloquearme el paso.

—Pídeme perdón.

Lo miro directo a los ojos. —Muévete.

Gregory llega detrás de él. —Conrad esta chica te domina, amigo.

Le doy una mirada a Gregory quien tampoco me agrada. —Ya Conrad, quítate —le ordeno empujándolo hacia el otro lado y escabulléndome por el espacio que quedó.

Camino hacia mi asiento y Matt aún no ha llegado. En su lugar, Conrad se sienta en el lugar de Matt y se inclina hacia mí.

— ¿Te crees muy valiente? —Todo lo que dice Conrad lo vocifera para que por lo menos lo escuchen a un metro de distancia. Es como si necesitara demasiada atención.

—Sí. —Le respondo.

Él sonríe de lado. —Tú eres de esas cerebritos que se creen perfectas, ¿No?

Patético.

Me siento y lo ignoro.

Él, sin embargo, se acerca hacia mí. —Ey, te estoy hablando.

Volteo a verlo de nuevo con una cara de "me estas llevando al límite con tus tonterías"

—Conrad, ¿Qué quieres? —Le pregunto cansada.

Se encoge de hombros. —No sé, ¿Te gusta el pelirrojo? ¿Por eso lo defiendes?

¿Acaso me tiene que gustar alguien para defenderlo de sus ataques injustificados? ¿Está resentido por eso? Patético.

No le respondo. Veo mi teléfono y ya debería estar el profesor aquí al igual que Matt pero ninguno ha aparecido.

—Entonces, arreglemos nuestros problemas. —Conrad sigue hablando tonterías.

Sugiere que le dé copia en el examen, dice que le gusto a su ridículo amigo Greg y si le acepto una cita, me dejará de molestar. También me pregunta si he copiado en los exámenes pero yo solo lo ignoro.

Las chicas sentadas a mí alrededor me miran enojadas, como si sintieran algún tipo de envidia. ¿Envidian que alguien las esté fastidiando con tonterías solo porque es socialmente atractivo?

Los minutos pasan y me desespero.

Me coloco de pie, tomo mis cosas decido irme a pesar que aún es temprano para pensar que el profesor se ausentará. Conrad me pregunta a donde voy pero lo ignoro. Salgo al pasillo y no hay rastros del profesor de inglés o de Matt.

Medito en que no vale la pena esperar al profesor y será mejor ir a visitar a Mirna. De todas formas, me va bien en ingles no necesito estresarme por perderme una clase o por seguir escuchando las tonterías que salen de la boca de Conrad.

Camino hacia la enfermería sin antes pasar por una lata de Coca Cola. Me gusta platicar con Mirna y se siente más ameno cuando ella bebe café y yo soda. Es horario de clases por lo que no hay nadie en los pasillos.

Caminar en la escuela cuando todos están dentro de los salones es como una experiencia surrealista. Del tipo de sensaciones que te da caminar por un sótano vacío o por un centro comercial que acaba de abrir. Mi experiencia favorita de ese estilo es cuando salgo a dar una vuelta el primero de enero. Casi todos están en hoteles, sus casas descansando de la noche anterior o simplemente en lugares turísticos. Las calles están silenciosas y vacías.

Llego hasta la enfermería y como de costumbre, toco la puerta cuatro veces. Es un tipo de código que me inventé para que Mirna sepa que soy yo la que está a punto de entrar.

Mirna abre la puerta pero no completamente. —Ah, Amalia, espérame.

Cierra la puerta de nuevo y escucho unas voces. Quizás hoy sí tiene a alguien más aquí.

—Entra, solo que hay un alumno aquí.

Asiento y ella abre la puerta. Cuando entro veo a un chico sentado en mi lugar que es la "camilla" blanca.

Pero no es cualquier chico.

Es Matt.

Me quedo parada cuando me voltea a ver. Matt tiene una cara pálida, los ojos rojos y se ve muy mal.

— ¿Necesitas algo? —Pregunta Mirna.




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